No todos los que mueren realizando el cruce de México a Estados Unidos son identificados, pero cada cruz que coloca Álvaro Enciso indica que existieron.
César Barrón/CALÓ News
Tucson, Arizona – El artista visual Álvaro Enciso ha colocado más de 2,000 cruces en el desierto de Arizona como señales silenciosas de dolor, resistencia y memoria en honor a los migrantes que han fallecido. A principios de octubre, Enciso colocó una cruz, y a unos cuantos pasos de ahí había restos óseos de humanos. Esa zona es recorrida por migrantes en busca del “sueño americano”.
A sus 80 años, este artista nacido en Colombia y radicado desde hace más de 50 años en Estados Unidos —los últimos años en Tucson, Arizona- ha dedicado más de una década a una tarea solitaria y dolorosa: colocar cruces donde termina el camino de muchos migrantes. Su proyecto se llama “Donde mueren los sueños” y, en los últimos 12 años, ha dejado miles de señales visibles en el desierto, una por cada vida perdida que ha podido rastrear.
En muchos casos, los fallecidos no están identificados; ni siquiera la familia sabe dónde quedó su ser querido, y aunque sean desconocidos, Enciso se asegura de que su existencia quede marcada con una cruz.
Tras emigrar a Estados Unidos, Enciso vivió en Nueva York y en Nuevo México antes de llegar a Arizona. Empezó a colocar cruces con la intención de poner su granito de arena, de decirle al mundo que en ese lugar está muriendo gente y que pocos lo reconocen, dijo.
Ha dedicado su arte, su tiempo y su dinero a esta labor. No pide donaciones, pero las acepta. Compra madera, tornillos, pegamento, pintura para elaborar las cruces. Busca los lugares y organiza viajes para llegar a esos puntos y montar las cruces, comentó.
En los extremos y en la parte superior de las cruces les pone pequeñas tiras de aluminio que obtiene de latas que los migrantes dejan en el desierto. Las pintas de diferentes colores como azul, verde y amarillo —colores vibrantes porque son los colores de Latinoamérica, mencionó, de donde proviene la mayoría de migrantes que intentan cruzar el desierto de Sonora.
Un cementerio de desechos
A principios de octubre, CALÓ News acompañó a Enciso en uno de sus recorridos por el Desierto de Sonora.
La primera cruz que colocó fue en el condado de Pinal a varias millas al oeste de la carretera Interestatal 10, a la altura de Picacho Peak. “Estamos a aproximadamente 100 millas al norte de la frontera y para llegar a este lugar, tienen que caminar de una a dos semanas”, explicó Enciso.
“Todo tiene su ‘hasta aquí’. A esta persona le llegó su ‘hasta aquí’ en este lugar”, dijo Enciso, señalando el punto donde el migrante quedó sin vida en el año 2021.
La persona que murió en ese lugar aún no ha sido identificada. Falleció aproximadamente a un cuarto de milla (unos 300 metros) de un estanque de agua para el ganado.
Enciso no camina solo en su misión; un hombre llamado Peter Lucero, residente de Tucson, forma parte de su equipo y lo acompaña. Una vez colocada la cruz, Lucero cuelga un rosario sobre ella, se hinca, se persigna y rocía la cruz con agua bendita.
La organización Samaritanos de Tucson apoya a Enciso con un vehículo para trasladarse al desierto. También lo acompañan personas de esa organización. Uno de ellos se encarga de manejar el GPS para llegar al lugar exacto donde fue encontrada la persona fallecida.
A pocos metros de donde colocó la primera cruz, el desierto volvió a hablar —cerca de unos matorrales había restos óseos que luego se confirmaron como humanos. Fueron entregados a la Oficina del médico forense del condado de Pinal. Los restos estaban esparcidos y cerca de ellos había un teléfono móvil de la marca Alcatel, desbaratado. Es un recordatorio brutal de lo que ocurre con frecuencia en el desierto.
Según un estudio financiado por la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), al menos 7,800 migrantes murieron intentando cruzar desde México a Estados Unidos entre 1998 y 2019. Según la organización Fronteras Compasivas, cuyas operaciones incluyen rastrear muertes en la frontera entre México y Estados Unidos, más de 1,000 de esos cuerpos fueron encontrados en Arizona entre 2020 y junio de 2025.
Ese mismo día, también en el condado de Pinal, Enciso acudió a un lugar donde, en el año 2014, fue encontrado sin vida un joven de 21 años, de nombre Miguel Ángel García. Ese día, reemplazó la cruz que hace 10 años le colocó.
En los alrededores de este último punto parecía un museo de abandono: mochilas rotas, gorras, ropa desgarrada y deteriorada por el paso del tiempo. También había garrafones de color negro vacíos, algunos con una cuerda para cargarlos al hombro. Todo dejado atrás por personas que navegaron por esa zona. Parecía un cementerio de desechos perdidos en medio de la nada.
Enciso también acudió al lugar donde fue encontrado sin vida José Valentín González Hernández, de 19 años, el 3 de mayo de 2013, según indica un mapa de Fronteras Compasivas. González Hernández murió por exposición al medio ambiente.
A González Hernández le han colocado dos cruces en fechas diferentes y las dos las ha dañado la polilla.
El joven migrante falleció a unos 30 metros de un camino de terracería que conduce a Red Rock Road, un camino que conecta con la carretera Interestatal 10.
Historias que se vuelven arte y cine
De los cientos de casos que Enciso ha conocido, hay uno diferente: el de Jovita García, de 35 años, una mujer originaria de Hidalgo, México, que murió en el desierto en 2020 cerca de Three Points, Arizona.
Maite Zubiaurre, profesora de literatura de la UCLA, conoció la historia y, junto con otras personas, actualmente realiza un documental que incluye también la historia de un migrante fallecido, de nombre Valentín, originario de Puebla.
“Lo trágico es que Jovita murió como a una milla de una carretera; se podía haber salvado”, dijo la profesora a CALÓ News.
Esperan terminar el cortometraje a principios de 2026 para enviarlo a los festivales, dijo la profesora.
Enciso, quien viajó a Hidalgo para las grabaciones del cortometraje, contó que la familia mató un borrego y lo cocinó debajo de la tierra con hojas de maguey para invitarles.
“Cada persona tiene su historia, cada cruce tiene una historia que contar, y la historia puede ser con un desenlace bueno, un desenlace trágico, un desenlace que no funcionó porque lo agarró la Patrulla Fronteriza, pero siempre hay historia, por qué venía esta persona para dónde iba, porque todo el que viene en camino tiene un destino —reunirse con una familia o buscar un trabajo”, dijo.
Esto que realiza es su proyecto y será su legado, explicó. Planea publicar un libro de fotografías de las cruces que ha colocado, acompañadas de historias que se pierden en el desierto si alguien no las publica.
No todos los que mueren en el desierto llegan a tener nombre, pero cada cruz que coloca Enciso indica que existieron.
Recientemente cumplió 80 años y piensa seguir hasta que el cuerpo aguante, dijo, con la serenidad de quien ya tomó una decisión inquebrantable.
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