Ayer trataba de responder a la pregunta de qué tan ideológica y qué tan pragmática sería Claudia como Presidenta, en caso de ganar. Resumo mi primera respuesta: veo a Sheinbaum pragmática en lo económico, malabarista en lo de Pemex e ideológica en los temas sociales (programas asistenciales, educación y salud).
Otro tema donde creo que habrá más malabarismo que ideología será en la generación de electricidad.
De entrada, Claudia comparte la misma ideología del nacionalismo revolucionario de López Obrador. Cree que el Estado, a través de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), debe producir la mayoría del flujo eléctrico del país. No sé de dónde sacaron este sexenio que tiene que ser el 54%, dejándoles a los privados el 46% restante.
Sheinbaum quiere mantener esta proporción que parece más ideológica que pragmática. Sin embargo, para conseguir el 54% su gobierno tendría que invertir miles de millones de pesos en plantas generadoras, sobre todo de fuentes limpias que satisfagan la creciente demanda por el nearshoring de empresas que tienen prohibido utilizar energías fósiles.
Y, como no hay dinero, pues ahí vendrá el malabarismo. Tal y como ha ocurrido este sexenio, en que el gobierno de AMLO le compró 13 plantas de energía eléctrica a Iberdrola por seis mil 270 millones de dólares. Esto con el objetivo de llegar al 54 por ciento. Sin embargo, la adquisición de las plantas no la hizo la CFE, sino un fideicomiso (México Infrastructure Partners) que fungió como un vehículo con dinero público, pero también de financiamiento privado. Además, por mandato de la Comisión Federal de Competencia Económica, el Estado no podrá operar dichas plantas.
Creo que el sexenio que viene veremos este tipo de malabarismos para resolver un problema tan acucioso como el de la energía eléctrica.
Paso, ahora, al tema político.
¿Qué tanto hará Claudia para concentrar el poder en México, tal y como pretende López Obrador?
En el papel, Sheinbaum apoya todas las propuestas de AMLO, punto por punto.
Quiere que los consejeros del Instituto Nacional Electoral y los magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación sean elegidos. Esto, que suena muy democrático, en realidad politizaría y partidarizaría más a estas dos instituciones. Los aspirantes a dirigir estos órganos, obligados a conseguir el voto popular, quedarían a merced de los partidos que son los que tienen el poder de la movilización electoral. Y hoy, el partido más fuerte de todos es Morena, que fácilmente se quedaría con una mayoría de consejeros y magistrados controlando, así, los órganos electorales. Adiós, entonces, a su independencia.
Claudia, al igual que AMLO, propone que los jueces, magistrados y ministros del Poder Judicial sean también elegidos en votación directa. Otra vez, suena muy democrático. No lo es. Dejar que los votantes elijan a los jueces hace que éstos sentencien más por sus intereses y los caprichos de las mayorías. Siendo Morena el partido hegemónico, su maquinaria se encargaría de apoyar a sus candidatos judiciales, lo cual terminaría por dinamitar la autonomía del Poder Judicial.
Como AMLO, Claudia quiere desaparecer los órganos autónomos del Estado. La Cofece pasaría a la Secretaría de Economía. Las funciones del IFT pasarían a la Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes. El Inai desaparecería y la transparencia pasaría a la Secretaría de la Función Pública. La Comisión Nacional de Hidrocarburos y la Comisión de Regulación Energética se irían a la Secretaría de Energía.
Claudia quiere eliminar 200 diputados federales plurinominales y 64 senadores. Con un Congreso plenamente uninominal, Morena tendría una sobrerrepresentación tan amplia que fácilmente podría reformar la Constitución.
En suma, quiere todo el poder. Nada de contrapesos.
Yo creo que, en este rubro, Claudia tratará de seguir los dictados de AMLO. Le conviene. Ella es la que saldría fortalecida en caso de tener éxito.
Dependerá mucho de cómo quede conformado el Congreso. Si Morena y aliados obtienen la mayoría calificada de dos terceras partes en ambas cámaras para reformar la Constitución, cosa que podrían conseguir a posteriori de la elección, “comprando” diputados y senadores de la oposición.
La concentración del poder es compatible con un pragmatismo económico. Nuestra economía podría tener un muy buen desempeño el próximo sexenio mientras la democracia liberal se va desmantelando para dar paso a un régimen autoritario. Históricamente se ha demostrado que una dictadura puede tener excelentes resultados económicos. Ahí están los casos actuales de Emiratos Árabes o China, por ejemplo.