En el mar de Cortés, Santomar desarrolla un modelo de acuacultura regenerativa que permite el cultivo controlado de totoaba, huachinango y ostiones, garantizando trazabilidad y promoviendo la recuperación de los ecosistemas marinos
El mar de Cortés, una de las reservas marinas más ricas del mundo, ha sido fuente de abundancia y conflicto durante décadas. Su biodiversidad ha atraído tanto a científicos fascinados por su riqueza ecológica como a pescadores que han extraído sus recursos sin medida. Entre las especies más afectadas, la totoaba se convirtió en símbolo de una crisis ambiental que parecía no tener solución. Su pesca descontrolada la llevó al borde de la extinción, motivada por la alta demanda de su vejiga natatoria en mercados asiáticos.
Hoy, sin embargo, la historia está tomando otro rumbo. En un esfuerzo por revertir el daño, Santomar, una empresa mexicana con sede en La Paz, Baja California Sur, ha apostado por un modelo de acuacultura regenerativa, una alternativa que busca abastecer el mercado sin comprometer el futuro de los ecosistemas marinos. Con 350 hectáreas de concesión marina, sus viveros sumergibles en mar abierto han sido diseñados para criar especies clave como la totoaba, el huachinango y el ostión, con una trazabilidad certificada que garantiza su origen.
Uno de los proyectos más ambiciosos de Santomar para 2025 es lograr la Denominación de Origen de la totoaba, un reconocimiento que protegería su producción legal y sustentable, asegurando que el pescado provenga exclusivamente de acuacultura certificada. “El mar de Cortés es su único hábitat, y con esta denominación buscamos establecer un estándar de trazabilidad y calidad, además de proteger su comercialización ante el mercado ilegal”, explica Pablo Konietzko, director ejecutivo de Santomar y biólogo marino con experiencia en proyectos de cultivo sustentable en México, Colombia, España y Estados Unidos.
Obtener la denominación no será un proceso sencillo. La totoaba habita en aguas que abarcan cinco estados costeros de México, lo que implica la coordinación de distintos actores gubernamentales y del sector productivo. Sin embargo, Santomar ve esta certificación como un paso crucial para garantizar la continuidad del proyecto y establecer un modelo regulado que beneficie tanto a la industria como al ecosistema.
Totoaba: la apuesta por la repoblación
Desde 2015, Santomar ha trabajado en un programa de repoblamiento, liberando miles de juveniles cada verano en el mar de Cortés, en coordinación con la Dirección General de Vida Silvestre de la SEMARNAT y otras organizaciones.
“Cada totoaba que producimos proviene exclusivamente de la acuacultura”, señala Konietzko. “No solo aseguramos su disponibilidad para el mercado, sino que contribuimos activamente a la recuperación de la especie en su entorno natural”.
Para garantizar esta trazabilidad, cada totoaba cuenta con un código QR que permite conocer detalles sobre su origen y proceso de cultivo. A su vez, la empresa ha desarrollado 21 marcadores genéticos que permiten rastrear la progenitura de cada ejemplar, un avance sin precedentes en la acuacultura en México.
Huachinango: sostenible a la pesca extractiva
El huachinango es un pescado fundamental en la gastronomía mexicana, pero su disponibilidad ha sido siempre un problema: depende de temporadas de pesca y fluctuaciones en los stocks marinos.
Santomar ha logrado una solución. Luego de siete años de investigación, la empresa se convirtió en la primera en México en cultivar huachinango, garantizando su disponibilidad sin afectar las poblaciones silvestres.
“Nos tomó años desarrollar la alimentación adecuada para los juveniles”, comenta Konietzko. “Tuvimos que producir no solo el pez, sino también su alimento base: zooplancton y microalgas diseñadas para su crecimiento”.
Gracias a este modelo, Santomar puede ofrecer huachinango fresco todo el año, con un sabor y textura homogéneos, eliminando la dependencia de las vedas y reduciendo la presión sobre la pesca en mar abierto.
Ostiones: el papel de la biotecnología en su cultivo
Si hay una especie que ayuda naturalmente a mantener el equilibrio de los ecosistemas marinos, es el ostión. Actúa como filtro natural, mejorando la calidad del agua y promoviendo la biodiversidad en su entorno.
Santomar lleva casi 30 años cultivando ostiones en mar abierto, operando en zonas protegidas como la biosfera del Vizcaíno. En su más reciente proyecto, la empresa ha adquirido una granja en San Quintín, donde implementará innovaciones tecnológicas en su producción.
Además, trabaja en el desarrollo del ostión cortisiense, una especie endémica del mar de Cortés, con el objetivo de diversificar la oferta de moluscos en México.
Viveros sumergibles: sistema para el mar abierto
Ubicados en el mar de Cortés, lejos de la costa, los viveros marinos de Santomar han sido diseñados para integrarse al entorno sin generar alteraciones.
Se encuentran en aguas profundas y de fuertes corrientes, lo que evita la acumulación de residuos.
Son sumergibles hasta 15 metros, permitiendo que los peces estén protegidos durante tormentas y huracanes.
Funcionan como refugios temporales, atrayendo otras especies marinas y fortaleciendo la biodiversidad.
“No basta con producir de manera sostenible, hay que asegurarse de que el entorno también se beneficie”, señala Konietzko.
Certificaciones y aliados estratégicos
Para consolidar su modelo de acuacultura regenerativa, Santomar ha establecido alianzas clave y ha obtenido certificaciones que avalan sus procesos:
Certificación Kosher, que valida la pureza de su producción.
Colaboraciones con líderes en biotecnología, lo que ha permitido mejorar la eficiencia de los cultivos en mar abierto.
Participación en Pesca con Futuro y Comepesca, iniciativas que promueven el consumo responsable de productos acuícolas en México.
Del mar a la mesa: trazabilidad certificada
Santomar distribuye sus productos en restaurantes, mercados y cadenas de retail en todo México, garantizando que los consumidores tengan acceso a pescados y mariscos con trazabilidad certificada.
“El ostión llega vivo, y el huachinango y la totoaba se entregan frescos en un plazo de tres días tras su cosecha”, explica Konietzko. La empresa también ofrece información detallada en su página web, donde los consumidores pueden consultar los puntos de venta y opciones de entrega a domicilio.
“El mar de Cortés nos ha dado mucho”, concluye Konietzko. “Es momento de devolverle algo”.