El presupuesto federal de 2025 me ha hecho recordar aquel mal chiste sobre tres expertos que naufragan y van a dar a una isla desierta. Son un físico, un químico y un economista.
Del naufragio recalan unas latas de conservas a la playa y se les plantea a los expertos el problema de cómo abrirlas.
El físico sugiere poner las latas empotradas en unas ásperas rocas donde rompen con violencia las olas. Tarde o temprano, dice, las latas se abrirán con el golpe de las olas.
“Serás pendejo”, le dice el economista. “Cuando se abran, las latas se llenarán de agua salada y serán incomibles”.
El químico da entonces su solución. Ha visto en la maleza junto a la playa unas hierbas ácidas cuyo jugo puede ser corrosivo y perforar las latas.
“Serás pendejo”, dice el economista. “Cuando se corroan las latas, los jugos caerán adentro y envenenarán las conservas”.
“¿Pues qué sugieres tú?”, le preguntan entonces al economista.
El economista responde:
“Es muy fácil: supongamos que tenemos un abrelatas…”.
Un poco así está el presupuesto federal de 2025: “Supongamos que tenemos un crecimiento de entre 2% y 3 %”.
Puestos a supongar, la verdad se vieron poco audaces. Les hubiera salido mejor supongar un crecimiento de 4%. Les hubiera alcanzado para más, en vez de ponerse a repartir golpes de austeridad republicana.
Ya no digamos si hubieran supongado un crecimiento de 5%.
El presupuesto de 2025 presentado el viernes es el más abrelatero que recuerdo. Es, en gran medida, puro supuesto previo.
Un presupuesto de inspiración discrecional. Como de quien dice: “Pónganle ahí unas cifras y al final ajustamos como queramos”.
Más o menos así es siempre, pero como que ahora se pasaron de abrelatas.
La economía mexicana está a la baja, no al alza. Y las expectativas son que crecerá, si bien le va, un 1%.
El gobierno sabe que en el frente interno no habrá quien pueda oponerse a sus cifras de abrelatas, ni quien les exija cuentas.
Pero a ver afuera cuántas latas les creen que van a rescatar del naufragio.