La joven dirigente detalla sus planes con miras a que la formación fundada por López Obrador gobierne México por décadas sin convertirse en partido de Estado
Zedrik Raziel
Luisa María Alcalde se ha convertido, a sus 37 años, en la dirigente de uno de los partidos políticos más importantes de América Latina. Hace 13 años, Andrés Manuel López Obrador le encargó a Alcalde fungir como enlace con los jóvenes universitarios desde su naciente formación, Morena, acrónimo de Movimiento de Regeneración Nacional. Era una época en que López Obrador y sus colaboradores nadaban a contracorriente,…
abriendo brecha entre el PRI, el PAN y el PRD. Más de una década después, Alcalde, que ya ha sido diputada y secretaria de Gobernación, ha tomado las riendas de la formación en un momento delicado, tras la retirada de la política del expresidente y fundador omnipresente del partido. A su lado, en la secretaría de Organización, tiene a Andrés Manuel López Beltrán, Andy, el segundo de los hijos de López Obrador.
La nueva dirigencia se ha impuesto la quijotesca meta de que Morena tenga al menos 10 millones de militantes afiliados al cabo de un año. Actualmente, la formación cuenta 2,5 millones. El objetivo parece razonable, tomando en cuenta que 36 millones de mexicanos votaron por Claudia Sheinbaum en la pasada elección. La afiliación masiva tiene como horizonte los comicios legislativos intermedios, que suelen ser un referéndum de la gestión del presidente en turno. Alcalde recibe a EL PAÍS en la Biblioteca de Carlos Monsiváis, donde sostiene que Morena acompañará las políticas de Sheinbaum cuidando no convertirse en un nuevo PRI, un partido de Estado.
Pregunta. ¿Cuáles son los retos de dirigir Morena sin la figura de López Obrador?
Respuesta. El reto es mantener este partido como un movimiento, para que no sea una alternativa coyuntural, del presente o para la próxima elección, sino realmente una opción para las siguientes generaciones, la única alternativa que tiene este país para salir adelante. Haber acompañado a López Obrador desde la fundación de este movimiento me permite conocer no solo sobre qué bases se inició, cuáles fueron las dificultades que enfrentamos, sino también el para qué hicimos este partido, cuáles fueron los objetivos. Este es un momento clave para Morena. Hay un periodo de aquí a la elección de 2027 donde tenemos la responsabilidad de regresar al método original y reorganizarnos. Y también es un momento histórico, de la mano de la primera presidenta de México, que también es nuestro referente.
P. ¿Qué aprendizajes toman de la elección intermedia de 2021, cuando Morena perdió la mayoría en el Congreso y gran parte del territorio que gobernaba en Ciudad de México?
R. Siendo objetivos, hemos crecido de manera vertiginosa desde que creamos Morena. Yo no diría que se perdió en 2021. Ha habido triunfos fundamentales. Ganamos la presidencia nuevamente, gobernamos 23 Estados de la República y tenemos mayoría calificada en el Congreso, y todo se debe al arraigo con el pueblo y con las necesidades de la gente. La gente ve en Morena una posibilidad para seguir mejorando sus salarios, sus condiciones de vida, a través de los programas sociales, pero también de las políticas económicas radicalmente opuestas a las del pasado.
Sin duda, hay aprendizajes. El primero es no perder la metodología organizativa original y recuperar nuestros comités seccionales. Se trata de hacer asambleas públicas en cada una de las 70.000 secciones electorales. Es llamar a los vecinos, a todos aquellos que sean afines, y ahí se constituye el comité y se establecen responsabilidades, por ejemplo, repartir el periódico Regeneración, nuestro método de difusión para poder contrarrestar las campañas que nuestro movimiento siempre ha enfrentado. También tenemos un plan para afiliar a 10 millones de mexicanos y credencializarlos. Y vamos a fortalecer nuestros métodos de selección de candidatos: la tómbola [un sorteo al azar] y la encuesta, donde preguntamos a la ciudadanía quiénes considera que son los mejores perfiles para un cargo. Este método ayuda a que se conozcan las reglas del juego y que no haya divisiones. Es evidente que la oposición está moralmente derrotada y que nosotros tenemos que ser muy responsables en mantener la unidad.
P. ¿Cómo es su relación con Andy López Beltrán?
R. Muy buena. Nos conocemos desde hace mucho. Él es más o menos de mi generación y, al igual que a mí, le tocó la construcción de este movimiento. Entonces compartimos principios y el deseo de fortalecer a Morena, de cuidar mucho los orígenes, el legado. Hemos hecho un equipo muy bueno.
P. ¿Cree que Andy se parece a su padre?
R. Yo creo que sí tiene, por supuesto, varios parecidos a su padre. Pero, como en todo, son dos personas distintas.
P. ¿Cómo será la relación del partido con el Ejecutivo?
R. En nuestro último congreso, la presidenta le planteó a todo Morena algunas recomendaciones. Una muy específica —que yo también he planteado en nuestra gira por el país— es que no podemos, ni debemos ni queremos, apostar a ser un partido de Estado, que debe haber independencia entre el partido y el Gobierno. El partido tiene que hacer su trabajo organizativo y de flujo de información. Tiene que estar a la altura de respaldar a la presidenta Sheinbaum y las políticas que vienen. Porque no es sencillo. Porque, cuando se transforma, es obvio que se afectan intereses creados, si no, no estás cambiando nada. Si el estatus quo está idéntico, entonces no se ha movido ni una hoja. Claro que hay resistencias, lo estamos viviendo actualmente. El partido tiene que ser esa herramienta, esa organización social que permita estar informando, que permita movilizarse cuando sea necesario, precisamente para que la transformación avance.
P. Aunque es muy tentador convertirse en partido de Estado, después de mucho tiempo en el poder.
R. Lo que resulta obvio, y eso no lo hace de ninguna manera un partido de Estado, es que Morena es un proyecto de país. No son unas siglas de un partido, es un proyecto de nación y de gobierno. Morena es un proyecto que consiste en eliminar la corrupción y los privilegios, y apostar a que, eliminando esas dos cosas, sin la necesidad de pedir deuda y ni de hacer grandes reformas fiscales, se pueda reorientar el presupuesto público hacia el bienestar. Y esto en dos sentidos. Que haya derechos sociales para todos, universales para ciertos grupos, a través de programas sociales sin intermediarios. Y también destinar recursos para garantizar salud, educación y desarrollo productivo. Apostar a la economía, pero no como antes se pensaba, de que lleguen las inversiones del extranjero y se paguen salarios bajos para que haya empleo. Ahora la apuesta es que haya mucho presupuesto público que impulse la llegada de la inversión a donde no llegaba, como es el caso del sureste del país. Morena representa todo eso.
P. ¿Aspiran a gobernar durante décadas como el PRI?
R. Por supuesto que queremos ser un partido de generaciones. La apuesta no es ganar por ganar. Si se tratara solo de ganar y seguir gobernando, no valdría la pena seguir avanzando. Morena busca mantenerse como una alternativa para sacar a la gente de la pobreza, reducir la desigualdad, generar mejores condiciones de vida y que la gente pueda ser feliz en su patria. En tanto Morena siga representando eso, tiene muchísimo futuro en nuestro país. Porque la otra opción no es una alternativa. El PRI y el PAN no son una alternativa para los jóvenes o para los adultos mayores. Y, al contrario, Morena y su proyecto son una alternativa que ha dado resultados.
P. El Estatuto de Morena prohíbe las facciones internas, pero, ¿es posible evitarlas? ¿Cómo conjurar el divisionismo que aqueja a las izquierdas?
R. Yo creo que la mejor forma es teniendo procesos claros, transparentes, abiertos e institucionalizados sobre las reglas del juego al participar en Morena. Aclarando las reglas desde un inicio [y poniendo] piso parejo de participación política, garantizas que haya unidad. Tenemos el ejemplo del PRI. ¿Cuánta gente no salió de ahí? Porque no había procesos democráticos, porque desde arriba se determinaba quiénes iban a ser los liderazgos o los candidatos. Y eso es lo que nosotros no hacemos y no vamos a hacer. Lo vimos ahora con la candidatura presidencial. Había varias personas con legítimas aspiraciones que querían contender para la presidencia, finalmente se hizo la encuesta y se respetó.
P. Marcelo Ebrard tenía conciencia de cuáles eran las reglas, las aceptó, pero hizo un amago de ruptura ante el resultado.
R. Pero las aceptó.
P. Terminó aceptándolas.
R. Él determinó que algunas cosas no debieron suceder y tenía los mecanismos para hacer ese planteamiento de manera formal ante las instancias de Morena. Pero finalmente salimos unidos. La oposición apostó a la división, pero no lo logró. Porque había reglas claras y se apostó por un método que no fue el tradicional, que era que el presidente decidiera quién sería su sucesor.