La frase es de Jesús Reyes Heroles, acaso el ideólogo más relevante del PRI-gobierno del siglo pasado, y alude a la promoción, desde el poder, de una oposición domesticada que con la misma fiereza que cuestiona, suscribe.
La escandalera mediática que ha suscitado el zafarrancho legislativo que protagonizaron los senadores Alejandro Moreno y Gerardo Fernández Noroña hace que se pierdan de vista algunos detalles que no aparecen a la primera ojeada.
En la toma de posesión de Claudia Sheinbaum como presidenta de la República, Alito Moreno expuso lo siguiente: “Si bien el gobierno que hoy culmina goza de popularidad, esta proviene de un dispositivo discrecional, opaco y poco transparente (sic); esta observación crítica no nos impide, sin embargo, tender puentes de diálogo con la nueva administración”.
Y la nueva administración, en su primer año de ejercicio camina por una brecha llena de abrojos, representados no por la oposición a la que tiene arrinconada en las urnas, sino por dos frentes más complicados: el gobierno de EEUU por un lado, y por el otro los grupos de poder que engolosinados con las mieles de un proyecto que aparece viable en el largo plazo buscan posicionarse desde dentro.
Claudia Sheinbaum, presidenta de México y comandanta suprema de las fuerzas armadas está viviendo en este su primer año de gobierno las marejadas tribales de quienes encabezan corrientes importantes dentro de Morena y entre sus aliados, que parecen haberle agarrado el gusto a eso de viajar en el carro de la transformación, descubriendo en ese viaje que finalmente aquello que los viejos priistas hacían -nepotismo, derroche y ostentación de riquezas; abusos y mayoriteos- no estaba del todo mal y hasta tiene su encanto.
Es una verdad de Perogrullo que a la presidenta, su antecesor le dejó varias herencias malditas, comenzando con cargos clave en el gabinete y sobre todo, los personajes del reparto que protagonizó una sucesión presidencial más arreglada que una pelea de ‘El Canelo’.
En este caso, la pelea se arregló en el restaurante El Mayor, donde el 5 de junio de 2023 -un año antes de la elección- AMLO se reunió con Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard, Ricardo Monreal y Adán Augusto López. Ahí acordaron que quien ganara la encuesta sería el candidato (o la candidata) y los otros ocuparían la presidencia de la Cámara de Diputados, la de los senadores y una secretaría de Estado. Noroña no estuvo allí porque era externo, según la versión oficial, aunque es de sobra conocido que Noroña, por diversas razones, nunca estuvo en el ánimo del entonces presidente.
El punto es que, excepción hecha de Marcelo Ebrard, los otros precandidatos se han convertido en una piedra en la zapatilla de la presidenta. Por si fuera poco, AMLO le dejó a Sheinbaum en un cargo clave del partido, a su hijo Andrés Manuel López Beltrán.
Hoy, Monreal, Adán Augusto y Andy, también por diferentes razones, estorban en las naturales intenciones de la presidenta por ejercer su mandato con su propio sello y no es casual que los tres estén siendo blanco del escarnio público más despiadado, justificadamente, hay que decirlo.
Marcelo, más institucional, nada de muertito.
Pero faltaba Noroña.
¿Y quién más para ayudar a deshacerse de él, que Alito Moreno, un hampón bajo amenaza de desafuero, que resiste, pero apoya?
El zafarrancho que es hoy la comidilla de la comentocracia parece un episodio más de la teatralidad política con que se visten las verdaderas intenciones de la presidenta para la toma de distancia respecto a las herencias de su antecesor. No se malinterprete: Claudia no va a romper con AMLO, pues aunque tienen orígenes y formaciones distintas, son parte de un mismo proyecto.
Pero al parecer ha llegado el momento de tomar distancia de la manera en que solo se puede hacer desde el poder: Adán Augusto involucrado en asuntos de narcotráfico y delincuencia organizada, Monreal por el estilo, pero más zorro, ya anticipó su retiro, y a Noroña solo le faltaba un empujoncito para sacarlo del juego.
Todo lo que se está haciendo público, como su casa de 12 millones de pesos, su historia personal de fanfarronerías y abusos -hasta familiares- y los excesos a los que es afecto son parte de las balconeadas de Andy en Japón, Adán Augusto con ‘La Barredora’ y Monreal acorralado en su propia historia de cacicazgo priista en Zacatecas.
Lo único que faltaba es que Alito Moreno le pegara unas cachetadas guajoloteras a Noroña para afianzar la idea de que con esos bueyes no hay que arar.
Y Alito, la oposición que resiste pero apoya, era el indicado para hacerlo porque bien vale el no ser desaforado.
Nomás como dato y para justificar la foto que ilustra esta columna, los tres personajes que citamos como herencia de AMLO, protagonizaron aquel episodio en que la presidenta convocó a las masas al zócalo capitalino para fijar una posición respecto al injerencismo norteamericano, pero Monreal y Adán Augusto estaban demasiado embebidos rindiéndole culto a Andy, como para darse cuenta de que la presidenta iba pasando por ahí.
Ese desaire, con cierto tufillo de desprecio, en la ritualidad de la política mexicana es imperdonable, como se está viendo.
II
Poco a poco, en el sector salud las cosas comienzan a tomar su ritmo y a recomponer un andar más bien maltrecho, sobre todo en los últimos seis años cuando el gobierno federal fue bastante errático al tratar de recomponer lo que desde su perspectiva estaba de cabeza y sumido en un mar de corrupción.
De un plumazo, Andrés Manuel López Obrador borró el Seguro Popular que, con las endémicas fallas del sistema a lo largo de varias décadas, funcionaba. Creó el Insabi que no solamente no resolvió las cosas, sino que agravó algunas de ellas, sobre todo en el rubro de abasto de medicamentos. El propio gobierno federal se dio cuenta de que aquello no funcionaba y luego de un par de años lo sustituyó por el sistema IMSS-Bienestar que en el sexenio pasado avanzó a trompicones, con muchas fallas.
Pero al menos dejó sentadas las bases para la construcción de nuevas clínicas y hospitales, aunque debe decirse que todavía no resuelve del todo el tema del abasto de medicinas.
En Sonora se han venido dando pasos firmes para recomponer el rumbo. Hay seis nuevos hospitales y clínicas, algunos que ya están funcionando y otros se encuentran en proceso; el gobierno del estado ha destinado presupuesto para la adquisición de medicamentos y también ha invertido en infraestructura y equipo.
Ayer mismo hubo un acto relevante. El gobernador Alfonso Durazo entregó 231 vehículos entre los que se cuentan 10 ambulancias para el sistema de salud, con una inversión superior a los 162 millones de pesos (la semana pasada entregó tres más y varios vehículos para relanzar el programa Médico en Casa, del Isssteson en coordinación con la sección 54 del SNTE).
Con estos vehículos, se refuerza la presencia médica y operativa en las 10 regiones del estado, facilitando el traslado de pacientes, jornadas extramuros y atención directa en comunidades urbanas y rurales de San Luis Río Colorado, Caborca, Nogales, Moctezuma, Ures, Hermosillo, Guaymas, Cajeme, Navojoa y Huatabampo.
En total fueron 71 camionetas 4X$, 57 camionetas 4X2, 54 Vans, 39 sedanes y 10 ambulancias adquiridas a partir de las gestiones del gobernador con el gobierno federal en el camino de consolidar una estructura de más de 60 profesionales que coordinarán la operación en todo el estado.
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