Sonora nos tocó el alma. En Hermosillo, el calor no sólo fue climático: fue político y humano. Aquí hablamos de gobernabilidad, de certeza, de federalismo
“El acuario del mundo”, así llamó Jacques Cousteau al Mar de Cortés. Y teniendo en el horizonte esa riqueza viva, el Nuevo Éxodo por la Democracia, en su sexta semana de campaña, siguió su marcha. Tocamos tierra en Sinaloa, Baja California Sur, Baja California y Sonora. No fue sólo un recorrido por el noroeste mexicano, fue una travesía de contrastes, de voces profundas, de causas firmes. Fue, también, un abrazo al territorio que respira entre el desierto y el mar.
En Culiacán, Sinaloa, tierra de campos fértiles y memorias insurgentes, caminamos entre historia personal y colectiva. Fue aquí donde cayó el general Gustavo Garmendia en la toma de la ciudad, defendiendo el legado de Madero. Y fue aquí donde recordé a mi tío abuelo, Juan de Dios Bátiz, fundador del Politécnico, cuya memoria también florece en estas calles. “La justicia debe sembrarse con esa misma convicción”, dijimos entre sembradores y sembradoras de esperanza y desarrollo.
En La Paz, Baja California Sur, respiramos el equilibrio. Esta tierra, donde el desierto conversa con el mar, nos enseñó que firmeza y sensibilidad no se oponen. Se complementan. Aquí, la justicia debe parecerse a su geografía: clara, profunda, pacífica. La elección judicial no es sólo técnica, es emocional. Y debe conectarnos, como lo hace el mar, con algo más grande que nosotros: con la comunidad.
En Tijuana y Tecate, Baja California, hablamos de arraigo y tránsito. Aquí nace la patria para muchos, y renace para otros. Las comunidades kumiai nos recordaron que sin raíces no hay rumbo. “Si Baja California conecta al mundo con México, la justicia debe conectar al poder con la ciudadanía, debe tirar muros, romper barreras”, así lo planteamos ante el Club de Empresarios. Hacer campaña con menos dispendio y más sustancia no sólo es posible, es urgente y necesario. Y este proceso judicial es prueba de ello.
Y en Sonora… Sonora nos tocó el alma.
En Hermosillo, el calor no sólo fue climático: fue político y humano. Aquí hablamos de gobernabilidad, de certeza, de federalismo. Y en el Desemboque de los Seris, vivimos una de las jornadas más conmovedoras de este éxodo. Los ancianos nos pintaron el rostro con simbolismo, nos cantaron, nos equilibraron la energía. No hubo discurso. Sólo respeto. No hubo promesas. Sólo buenos deseos. Porque la justicia que buscamos debe parecerse a eso: a un círculo de armonía bajo la claridad del Sol, a un gesto de confianza entre pueblos que quieren ser escuchados.
Con 40 días de haber partido del sur, de Chiapas, habíamos visitado 25 estados. Y aunque no llevamos montajes, ni espectaculares, ni mítines (no lo haríamos aunque las reglas lo permitieran), llevamos la convicción de que esta elección debe ser distinta: austera, pedagógica, legítima.
Lo he dicho antes: no hago campaña sólo por el número 07 en la boleta azul. Hago campaña por toda la elección judicial. Porque lo que se vote debe defenderse. Y debe definirse con plena conciencia.
Desde el Mar de Cortés, donde el agua y el fuego coexisten, reafirmamos la causa: más justicia, más confianza, más federalismo… y menos simulación. Hagamos justicia a la justicia. Hagamos más con menos.
POR GILBERTO BÁTIZ GARCÍA
CANDIDATO A MAGISTRADO DE LA SALA SUPERIOR DEL TRIBUNAL ELECTORAL DEL PODER JUDICIAL DE LA FEDERACIÓN
@GILBERTO_BATIZ