Teuchitlán, Jalisco. En un hecho inédito, la Fiscalía General de Justicia de Jalisco permitió el acceso al rancho Izaguirre a colectivos de madres, padres y familiares buscadores, así como a representantes de la prensa, por el alto interés público que ha causado la noticia de su hallazgo. El predio es una escena del crimen, pues se asocia a actividades delictivas del Cártel Jalisco Nueva Generación, incluidos presuntos asesinatos y desapariciones de personas, y ha permanecido como una de las temáticas con mayor relevancia nacional e internacional, pues se le ha intentado equiparar con los “campos de exterminio” de la Alemania nazi.
Pese a esta apertura sin precedentes, este día en el lugar se vivieron horas de desconcierto y tensión, por la desorganización de las autoridades que en un primer momento impidieron el paso de los camiones en los que viajaban los familiares de personas desaparecidas. Entre la frustración, desesperación, ansiedad, calor y cansancio, los buscadores y buscadoras rompieron el cerco, y acusaron la insensibilidad e indolencia de la Fiscalía local y los elementos de la policía que resguardaban la zona.
Ya dentro del rancho, un sembradío de pequeñas banderas invadía lo que parecía un patio enorme. Como si fueran parte de la vegetación, parecían brotar de la tierra seca y escarbada. Amarillas, rojas y algunas verdes advertían: “evidencia. No tocar”.
FOTO: DARREN GARCÍA
Desértico. Así es, por dentro y por fuera el inmueble. Caña de azúcar apenas en retoños y tierra sin fin rodean el sitio, flanqueado por una barda de bloc color gris, de unos dos metros de altura que cubre las contadas construcciones que, hasta hace unos meses, usaron presuntamente miembros del crimen organizado como campo de entrenamiento.
A la entrada, un portón negro de herrería recibe con la desgastada leyenda en letras color dorado: “Izaguirre Rancho”, adornada con siluetas de caballos y herraduras. Atrás de éste, un enorme patio se deja ver hacia el fondo, pisado por decenas de familiares, reporteros y autoridades.
A la derecha de la entrada se alzaba una pequeña construcción de un anaranjado oscuro, o rojo percudido. No es posible acceder –está sellado con cinta amarilla que recuerda que ésta es la escena de un crimen–, aunque por el espacio de la puerta y ventanas se aprecia vacío. Pocos metros adelante se aglomera la gente. Aparecen representantes de la CNDH y otras organizaciones de derechos humanos para escuchar los múltiples reclamos que las y los familiares de víctimas, impotentes, les comentan.
En esa galera, la construcción más alta del rancho y también la menos terminada, colectivos de búsqueda aún se mantienen activos. Ingresaron horas antes que la mayoría de representantes de la prensa. Reclaman sentirse ignorados por las autoridades locales que aseguraron el lugar, y ahora, pasadas las dos de la tarde, bajo la sombra del techo de lámina, remueven adoquines y cavan en la tierra.
Una mochila azul y un calcetín blanco con pequeños dibujos son exhibidos por un padre de familia. En su playera y el cartel que lleva en las manos se ve la imagen del rostro de su hija, a quien busca y la razón por la cual se encuentra en el lugar. Critica a las fiscalías: quieren hacer trabajo de campo desde sus escritorios.
FOTO: DARREN GARCÍA
Esas evidencias son las únicas que, hoy en día, se encuentran en el rancho Izaguirre. Los zapatos, las prendas de vestir, cobijas y mochilas –que se conocieron a través de fotografías circuladas en la prensa y en redes sociales– fueron trasladados al Servicio Médico Forense para su análisis científico. Debido a ello, las autoridades de Jalisco invitaron a las familias a acudir al Semefo y verificar si corresponde a un pariente suyo.
Ello causó enojo y llanto a María de la Luz Vázquez. Busca a su esposo Juan José Ramos, desaparecido hace 6 años. Esta tarde acudió al sitio con la esperanza de ver una prenda característica de su marido, y evidencia su desesperación y furia al salir, gritando y aprisa, que en lugar ya no hay nada, por lo que también, dice, deja de creer en la palabra de las autoridades.
La madre de Carlos Donaldo, de quien no se sabe nada desde 2018, critica también el actuar de los responsables de las diligencias en el rancho. Se dice decepcionada, pues esperaba llegar y ver cómo trabajaba la Fiscalía, cosa que no ocurre en ese momento, ante los ojos de todas las personas.
Ella, al contrario, considera que desde un inicio tenían la idea de que al acudir ya no habría la evidencia que en algún momento puso alerta a los colectivos, pues se tienen que trasladar para hacer diferentes pruebas en ellas. No obstante, señala que, por la actitud de las y los agentes, se siente observada como objeto de pasarela.
FOTO: DARREN GARCÍA
Aunque la escena del crimen sigue estando bajo custodia de la Fiscalía de Jalisco, pues la Fiscalía General de la República recién atrajo la investigación, en el rancho Izaguirre también hay integrantes de la FGR, elementos de la Guardia Nacional, Ejército, Comisión Nacional de Búsqueda, que, junto al personal de la Policía estatal y Fiscalía jalisciense, permanecen sólo como observadores del vaivén de las personas que se dieron cita este jueves 20 de marzo. Intervienen solo cuando piden no pasar a un lugar acordonado o cuando llaman, alrededor de las 3:45 de la tarde, a que periodistas y colectivos se retiren del lugar.
Se ubican a lo largo del pasillo que forman los cordones amarillos, los cuales indican “prohibido el paso”. Al seguirlos, se encuentran otras habitaciones más, una de ellas con adecuaciones similares a una cocina y la otra sólo con un recipiente de plástico y una bolsa de uvas verdes echadas a perder.
En esa misma construcción, recargada en una pared del exterior están amontonadas diversos vasos de vidrio, con estampas como las que usan las veladoras, junto con recipientes de refresco y demás basura barrida con una escoba junto a ella. Es gris, como obra negra, y se ubica casi en la barda de la derecha, casi en medio del extenso patio lleno de plantas secas, amarillentas y algunas palmeras; junto a ellas, se ve una pila de llantas pintadas de blanco, clavadas en el suelo.
FOTO: DARREN GARCÍA
En el lugar no se observan hornos crematorios ni cámaras de gases similares a los de los campos de exterminio de la Alemania nazi. Lo que sí hay es un circuito que aparenta a los entrenamientos de campamento. Comienza con un pasamanos de metal pintado de negro, le siguen las llantas y, para terminar, alambres de púas a una altura muy poco despegada de la tierra, que se amarran a pequeños troncos encontrados. Una persona lo observa y exclama: “mira, ahí es donde los entrenaban”.
Todo ahí es ambiguo, menos el intenso sol que provoca una sensación térmica de 40 grados, según Protección Civil. Nadie explica qué trabajos realizan los peritos o qué significa cada bandera en el suelo, área excavada u objetos del lugar, continúa una madre buscadora desde la galera que proyecta una sombra protectora.
Contralínea solicitó al personal de la Fiscalía de Jalisco y de la FGR –que se encontraban en el rancho– una explicación de las diligencias y averiguaciones que se llevan a cabo o se han hecho previamente, pero ambas partes comentaron no poder dar información.
En ese desierto de desolación, donde la mancha urbana de la metropolitana Guadalajara se pierde con el andar de los kilómetros y una hora de carretera en auto, un padre de familia muestra documentos, uno de los cuales es la denuncia de desaparición de su hijo, a quien tenía la esperanza de encontrar, aunque fuera su ropa, en el rancho Izaguirre. Cabizbajo, comenta que ahora acudirá al Semefo, con la esperanza de ubicar a su ser querido.
