El músico mexicano falleció a los 80 años, dejando un amplio legado en el rock mexicano.
Redacción AN / HG
El rock mexicano no sería el mismo sin Javier Bátiz. Guitarrista fuera de serie y con una voz de lija, “El brujo” fue maestro de artistas hoy legendarios. “Fito de la Parra de Canned Heat aún me dice maestro y es multimillonario. Alex Lora es como mi hermano chico. Santana es buen amigo, él está en su lugar y yo en el mío. Con que reconozcan que yo les di el empujón hacia el abismo del rock and roll me conformo”, me comentó en una entrevista hace años que hoy recuperamos para Aristegui Noticias.
Nativo de Tijuana, con menos de quince años creó su primera banda Los TJ’s. Abrevó del blues de Muddy Waters, del rock de Chuck Berry y del soul de James Brown. “La primera vez que me pagaron por tocar el piano y cantar fue el día de mi graduación”.
Tuvo un incipiente paso por Los Rebeldes del Rock, pero la incompatibilidad de estilos, Bátiz era bastante más áspero, complicaron la química entre ambos proyectos. “Cuanto tocaba en el Convoy, una vez me vieron Los Boopers y quedaron tan sorprendidos que les hablaron de mi a los Rebeldes, de modo que cuando fueron a Tijuana fueron a uno de mis conciertos. Me invitaron a México y en 1963 me trajeron, solo que no pase la prueba porque no tenía la voz ni el carisma de Johnny Laboriel”.
Durante su carrera grabó más de una veinte de discos, siempre destacando por estilo propio de tocar la guitarra. Quedan para la posteridad interpretaciones como “El vuelo del Ángel”. “Quizá podría tener más dinero o fama, pero lo que más me interesa es la música. Al público hay que darle melodías hermosas bien interpretadas, eso es lo que he hecho toda mi vida por eso también doy clases”, reconoció durante aquella plática ocurrida hace poco menos de diez años.

Leavme alone, les digo
Bátiz era un coleccionista obsesivo, guardaba desde tazos, carros de juguete, legos y desde luego discos. “Imagínate, compro música desde 1954, mi colección es bastante decente”, me dijo no sin dejar de repartir elogios a Ray Charles, T- Bone Walker o Etta James. “Esa es mi música”.
Vivió y conoció de primera mano, los años gloriosos de la escena roquera en Tijuana. “Las historias legendarias de Tijuana tuvieron lugar entre 1957 y 1963. Bajaba West Montgomery, el saxofonista de Ray Charles. Después del 63 los músicos importantes, es decir Los Dug Dugs, Peace & Love, Love Army y yo viajamos al D.F. Quienes se quedaron inventaron que Jim Morrison o Paul McCartney fueron a tocar, pero es falso. Después Avenida Revolución cambió las tabernas por discotecas. Fui amigo de Jim Morrison, lo conocí en el 67 en Los Ángeles. Fue a vernos a La Terraza, una vez se encueró y rodó por la pista de baile. Al día siguiente regresó a pedir disculpas, se puso otra vez borracho, pero ya no se quitó la ropa”.
Sin ínfulas, Bátiz sabía el lugar en el que estaba parado. En Tijuana son conocidas las fiestas en su casa y en las cuales podía entrar casi cualquiera. Consciente de su lugar en el rock mexicano nunca dejó de enseñar, pero tampoco de aprender. “Mucha gente piensa que por ser rockero y feo tengo algunos vicios. Pero la realidad es que al terminar el concierto me voy a casa, me preparo a unos frijoles con salchicha y arroz rojo, pongo la tele y armo los legos. No niego que tengo una buena barra de tequilas y ron, pero puedo amanecer armando un lego”.
¿Siente que le ha faltado reconocimiento en México?, le pregunté. Su respuesta fue concluyente. “No me siento profeta en ningún lado. Mi filosofía consiste en pensar en la historia de Jesús, da igual si existió o no, la cosa son respetar sus reglas e intentar hacer bien las cosas. Me gusta la paz total. ‘Leave me alone’ les digo”.
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