El número aumenta hasta los 650 millones si se incluyen los abusos verbales o en internet, según una nueva estimación de Unicef. El riesgo aumenta en entornos frágiles o en conflicto. Entre 240 y 310 millones de varones menores de edad han sido víctimas de violencia sexual con contacto
Cecilia Jan / El País
Más de 370 millones de niñas y mujeres en todo el mundo (una de cada ocho) han sufrido algún tipo de agresión sexual antes de cumplir los 18 años, cifra que aumenta hasta los 650 millones si se incluyen las formas de violencia sexual sin contacto, como los abusos verbales o a través de internet, según estimaciones de Unicef publicadas este jueves. En cuanto a los varones, la organización reconoce que existe menos información, pero estima que entre 240 y 310 millones (1 de cada 11) han sufrido agresiones sexuales durante la infancia o adolescencia, cálculo que se eleva a entre 410 y 530 millones al incluir las formas sin contacto.
“Lamentablemente, estos datos esconden muchísimos casos, porque en muchas ocasiones no se detectan ni se denuncian, por múltiples factores”, afirma Esther Ruiz, especialista en violencia contra la niñez de Unicef para África Central y Occidental. Y más en países como los de su zona, “porque no hay una respuesta, o a veces no hay capacidad de responder, y hay un estigma muy fuerte con la violencia sexual. Entonces no se denuncia, no se cuenta, no pasa nada”, explica, en una entrevista por videollamada desde Dakar (Senegal).
Los datos muestran, según el informe, que “la violencia sexual contra los menores es generalizada y traspasa las fronteras geográficas, culturales y económicas”. El mayor número de afectadas está en África subsahariana, con 79 millones (el 22% de las niñas y mujeres han sufrido agresiones sexuales antes de los 18), seguido por Asia oriental y sudoriental, con 75 millones (8%), Asia central y meridional, con 73 millones (9%), Europa y América del Norte, con 68 millones (14%), América Latina y el Caribe, con 45 millones (18%), África septentrional y Asia occidental, con 29 millones (15%), y Oceanía, con 6 millones, pero el porcentaje más alto, una de cada tres (34%), en las primeras estimaciones a nivel mundial y regional de esta violencia sexual, según Unicef. El anterior cálculo del organismo, de 2014, era que cerca de 120 millones de chicas por debajo de 20 años en todo el mundo habían vivido relaciones sexuales de algún tipo forzadas.
Entornos frágiles
El trabajo destaca que en entornos frágiles, las niñas corren un riesgo de sufrir agresiones sexuales más de dos veces mayor que la media mundial, del 27% frente al 12%, entendiendo como tales aquellos países con instituciones débiles, presencia de fuerzas de paz de la ONU (al reflejar la necesidad de mantener la paz o la estabilidad) o alto número de refugiados. En países afectados por conflictos el porcentaje es del 21%. También, explica Ruiz, las niñas y mujeres que intentan migrar tienen más riesgo de ser víctimas de violencia sexual en su camino.
Los cálculos de violencia sexual con contacto contra las niñas se derivan de encuestas representativas a nivel nacional realizadas entre 2010 y 2022 en 120 países y zonas, que abarcan el 81% de la población femenina mundial. Las estimaciones de violencia sexual sin contacto y violencia sexual contra niños se limitan a cifras globales, y no regionales, por la falta de datos y la calidad variable de la información, que obligó a usar una cantidad mayor de fuentes y algunos métodos indirectos.
La mayor parte de la violencia sexual se produce durante la adolescencia, con un pico significativo entre los 14 y los 17 años. Las consecuencias son devastadoras: “Son más propensos a contraer enfermedades de transmisión sexual, incluido el VIH”, explica Ruiz. “También genera traumas psicosociales y mentales, en muchos casos ansiedad y depresión, y lleva a algunos niños, niñas y adolescentes a autolesionarse. A veces puede llevar a que haya más abuso de drogas y alcohol”, detalla. La experta de Unicef también incide en la vergüenza y el miedo que tienen (a hacer daño a la familia, a no casarse, etcétera), “lo que contribuye a que muchos supervivientes de violencia sexual sigan manteniendo durante muchos años en silencio el abuso que han sufrido, con mucho dolor, y no busquen la ayuda que necesitan”.
Impacto en el capital humano
Pero las consecuencias no son solo individuales. “Cualquier tipo de violencia sexual tiene un impacto directo en el capital humano de los países, porque tienes una población adolescente que tiene consecuencias físicas y mentales, y esto tiene un impacto directo en el desarrollo de los países”, subraya Ruiz. La experta insiste en la importancia de que la respuesta a la violencia sexual contra la infancia tenga un enfoque multisectorial. “Hay que implicar a todos los actores de gobierno y también de la sociedad civil, por ejemplo, en esta región [África Central y Occidental] la implicación de líderes religiosos es muy importante, porque tienen una influencia muy fuerte en ciertos sectores de la sociedad”, asegura.
Ruiz considera que hay que seguir invirtiendo en prevención y respuesta ante la violencia sexual contra niños y niñas. “Si sigue habiendo tantos casos, significa que todavía queda mucho por hacer y que no lo estamos haciendo lo suficientemente bien”. Pero considera positivo que, a principios de noviembre, “por primera vez en la historia, va a haber una conferencia mundial a nivel ministerial sobre violencia contra la infancia”, que se celebrará en Bogotá (Colombia), en la que la violencia sexual va a ser uno de los temas a tratar. “Desde la región hemos estado intentando movilizar mucho, que África esté presente, porque normalmente en estos espacios no lo está tanto, y hemos conseguido que 19 de los 24 países en esta región [África Central y Occidental] participen”, adelanta.
Con este enfoque multisectorial, la experta detalla las estrategias con las que trabajan Unicef y otros organismos de Naciones Unidas desde hace años para combatir la violencia contra los niños, aplicable también a la violencia sexual, como procurar un entorno seguro, educación y unos medios económicos a los niños y sus familias, favorecer una relación positiva con los padres que anime a los menores a contarles una posible agresión, o que haya unos servicios de atención y apoyo que funcionen cuando se denuncie un caso.
Otra estrategia, que cobra importancia con el crecimiento de la violencia en internet en los últimos años, es adaptar la legislación de cada país, ampliando los códigos penales o haciendo leyes específicas para perseguir estos delitos, en los que los agresores van por delante. “Es sumamente importante para poder perseguir a los perpetradores. Muchos países están avanzando mucho, por ejemplo, en esta región, Ghana o Nigeria”. Las estimaciones del informe incluyen formas de explotación sexual online de menores como la distribución de fotos o las grabaciones de abusos, y también el llamado grooming, cuando un adulto se hace pasar por un menor para ganarse la confianza de otros con fines sexuales.
Ruiz destaca también el trabajo para “cambiar las normas que están tan incorporadas en ciertas sociedades de cómo se ve a las niñas”. Pone como ejemplo la mutilación genital femenina o el matrimonio infantil. “Puede verse como algo normal que una niña esté casada con 15 años”. O que a partir de cierta edad, no se considere importante que las niñas vayan a la escuela. Aquí es importante el trabajo con líderes religiosos antes mencionado, o en las propias comunidades, intentando “cambiar esas normas sociales y de género, que perpetúan muchas veces la violencia”.