Desatar la guerra les resulta, desgraciadamente, muy fácil a tiranos, megalómanos, demagogos y cobardes.
Lanzarse contra un enemigo real o imaginario sin detenerse a pensar en las vidas que habrán de perderse y exacerbar el odio y el miedo —los instintos más primitivos de los seres humanos— les permite a esos infames hacerse del poder y mantenerse en él.
Ellos, total, nunca se arriesgan; es la sangre de otras y otros la que corre a raudales. Eso precisamente hizo Felipe Calderón después de robarse la Presidencia: mandar a los jóvenes a matar y a morir.
Advertí entonces que las heridas que esa guerra inútil abriría tardarían generaciones en sanar.
Insistí en que cebados con sangre —provistos de armas de guerra y dólares llegados de EU— a los narcos, que no tienen más patria que el dinero, sería imposible vencerlos por la fuerza.
En apoyo a esa “santa cruzada” se volcaron los medios de comunicación y en ellos los más influyentes líderes de opinión que hicieron de Genaro García Luna el estratega y conductor de la misma, prácticamente un héroe.
Tuvo el pueblo, con sus votos, que poner alto a esta locura. Por la paz, que es fruto de la justicia, se pronunció dos veces seguidas; en 2018 y este 2 de junio de 2024.
No es heroico ordenar masacres, lo heroico es detenerlas sin caer en la tentación, tan rentable propagandísticamente, de la “mano dura”, atendiendo las causas que originan la violencia y no sus efectos.
Gritarán histéricos aquellos que callaron ante los crímenes de Calderón y del mismo Enrique Peña Nieto —capos y gobernantes corruptos eran, en el régimen neoliberal, dos caras de la misma moneda— exigiendo la paz de los sepulcros.
Explotará la oposición conservadora, de manera repugnante y escandalosa, la violencia demencial del narco.
Claudia Sheinbaum no se dejará presionar ni por unos ni por otros. Ya probó, cuando gobernó Ciudad de México, que sabe y puede, manteniéndose fiel a sus principios, con firmeza, sensibilidad e inteligencia reducir los índices delictivos.
Es tiempo, éste de mujeres que vivimos, de repetir la hazaña a nivel nacional y apostar, porque de eso se trata la Cuarta Transformación, por la vida, la justicia y la paz.