Horacio de la Cueva
El 1o de octubre cambiamos la presidencia; por primera vez en nuestra historia será ejecutada por una mujer. Primera vez en México, pero no en Norteamérica o el mundo. En Canadá Kim Campbell como primera ministra y con el mismo cargo Margaret Thatcher ministra en el Reino Unido, Indira Gandhi en la India y Golda Meir en Israel. Michelle Batschelet ya presidió Chile y Dilma Rousseff el Brasil,
En el presidencialismo mexicano, los cambios han sido rompimientos en la “manera personal” de gobernar. La presidenta Claudia Sheinbaum Pardo parece tener las manos amarradas por los cambios constitucionales al poder jurídico y otras leyes impulsadas por el presidente saliente, Andrés Manuel López Obrador. Se trata o de continuismo forzado o un temor a perder el poder. A cuatro días del cambio de presidencia, el saliente no le da agencia a la entrante. No sabemos cuál será la combinación de continuismo y ruptura. Sheinbaum tiene suficiente experiencia política y educación como para crear propuestas o mejorar las actuales.
En la diferencia entre continuismo y ruptura está el destino de la vaquita, cetáceo endémico del alto golfo de California— no vive en otro lugar en el mundo—y el cetáceo más pequeño y cercano a la extinción. Este verano, un crucero dedicado a su estudio contó ocho vaquitas en la reserva dedicada a su conservación y, dentro de esta, en la zona de tolerancia cero, donde no debiera haber actividades pesqueras que la amenacen.
Mueren más vaquitas de las que nacen, esta diferencia es causa de extinción en cualquier especie. Sabemos que la causa principal de muerte de la vaquita es por ahogamiento en redes agalleras, principalmente en las de totoaba; especie pescada ilegalmente, también considerada en peligro de extinción. Su pesca para la obtención de su buche es parte del mercado negro inernacional de armas, drogas, humanos y otras especies.
La extinción de la vaquita no la van a resolver las comunidades pesqueras del alto golfo de California, tampoco las autoridades de pesca, conservación y seguridad de México solas. La extinción de la vaquita es un problema biológico-social internacional complejo. Veamos.
Bajo el Marnie Mammals Act de los Estados Unidos, ese país puede boicotear los productos pesqueros del golfo de California y de todo México, si considera que no se han hecho suficientes esfuerzos para salvar a la vaquita.
CITES, la convención internacional sobre tráfico de especies amenazadas, ha pedido acciones que detengan la extinción de la vaquita. Si no se demuestra su efectividad, sacará de la lista de especies comerciables a unas 3,800 especies mexicanas.El conflicto social que crearía es impensable. Esta medida fue impedida por la retórica de Marcelo Ebrard y la acción de la Armada para capturar redes a la deriva dentro de la zona de tolerancia cero, una medida provisional que no dejó del todo satisfecha a la CITES.
La Comisión Ballenera Internacional ha manifestado su inquietud por la falta de acción de autoridades mexicanas para proteger a la vaquita.
La Armada de México no ha estado sola en el cuidado de la vaquita, la asociación Sea Shepherd, patrocinada por donantes, auxilia en la captura de redes y ha sido confrontada por pescadores totoaberos.
El Comité Internacional para la Recuperación de la vaquita (CIRVA) consulta expertos en mamíferos marinos y pesquerías para dar recomendaciones al gobierno mexicano, aparentemente cayendo en oídos sordos.
Han existido esfuerzos infructuosos, el intento de cautiverio para reproducción y liberación fracasó y artes de pesca alternativas no han sido implementadas.
Debieran existir políticas que diversifiquen las economías pesqueras de San Felipe, Baja California y Santa Clara del Golfo, Sonora, pero sus poblaciones no proveen un número significativo de votos.
La encrucijada de la vaquita y Claudia Sheinbaum. A Sheinbaum le han dejado una bomba internacional con una mecha de ocho vaquitas. Le queda la ruptura con las políticas de hacer poco o nada que a través de los sexenios han acompañado la disminución de la población de la vaquita. No es sólo un problema biológico, es principalmente social. No se puede descuidar ninguna de las dos partes y se tiene que actuar en varios frentes. Los mecanismos ya existen. Falta la voluntad política y el presupuesto. Hay que cuestionar con datos la NOM-059 Semarnat sobre la viabilidad de la totoaba. Fallar en salvar a la vaquita es condenarnos a pasar de héroes de la conservación a parias de conservación y sustentabilidad.