La nueva serie documental de HBO elabora un detallado relato del mayor crimen de Estado de la historia mexicana reciente con algunas entrevistas exclusivas, entre ellas las de Yazareth Abarca, Tomás Zerón y Miguel Ángel Osorio Chong
Elena San José / El País
Desaparecieron hace casi una década y todavía se desconoce el paradero de la gran mayoría de ellos. Eran 43 muchachos, hijos de campesinos, estudiantes de la escuela normal de Ayotzinapa, a los que las fuerzas de seguridad, en connivencia con los grupos criminales, detuvieron y asesinaron una noche de finales de septiembre de 2014, dejando desde entonces un reguero de crímenes que se superponen al original y que suman cientos de incógnitas que continúan sin resolverse. Es el caso más traumático de la historia reciente de México y posiblemente el que genera más dudas a su alrededor. Quizá por eso persiste la necesidad de reconstruirlo, de seguir persiguiendo las preguntas adecuadas. A esa tarea, ni sencilla ni nueva, se ha dedicado durante dos años el equipo de la productora PAR media, que presenta este mes, coincidiendo con el décimo aniversario del suceso, Los 43 de Ayotzinapa: un crimen de Estado, una miniserie documental de cinco episodios que estarán disponibles en HBO semanalmente a partir del día 5 de septiembre.
“Lo que buscamos, con la cantidad de voces que accedieron a participar en el documental desde todos los frentes —el Gobierno, los sobrevivientes, las víctimas, los periodistas vinculados a la investigación—, es tratar de mostrar el panorama más abierto y transversal posible para que el espectador pueda sacar la conclusión más informada hasta el momento”, explica Esteban Vidal, productor ejecutivo de la serie. Dentro de ese amalgama de testimonios, los más difíciles de conseguir y los que más tiempo y trabajo conllevaron, agrega José Ortiz, director del proyecto, fueron los de “los funcionarios que llevaron a cabo la investigación en ese momento”. Entre ellos destacan el de Miguel Ángel Osorio Chong, secretario de Gobernación con Enrique Peña Nieto, y el de Tomás Zerón, entonces jefe de la Agencia de Investigación de la Fiscalía, y hoy prófugo de la Justicia en Israel, acusado de tortura y desaparición forzada, entre otros cargos.
Una de las claves para conseguir sus contribuciones, junto con la de Yazareth Abarca, hija del entonces alcalde de Iguala, José Luis Abarca —condenado y luego absuelto por la desaparición de los 43 jóvenes—, que no había hablado con la prensa hasta ahora, fue asegurarles que podrían “hablar libremente y contar lo que quisieran”. Eso sí, asegura Ortiz, también les avisaron de que “les preguntarían por todo”. Así, en el documental se pueden ver las controvertidas imágenes en las que Zerón aparece interrogando a un detenido, seguidas de las declaraciones del propio exfuncionario, que sigue alegando que, aunque se excedió, nunca fue más allá de la mera amenaza.
Entre un corte y otro no hay ninguna voz en off o narrador “que pueda apostillar o interpretar” lo que la persona ha dicho, son las propias imágenes las que refuerzan o desmienten, en cada caso, el testimonio de cada entrevistado. Una “garantía bastante grande”, dice Ortiz, de que ninguna conversación está manipulada: “Los testimonios salen limpios”. No hay, sin embargo, equidistancia: la conocida como “verdad histórica” queda confrontada con la hemeroteca, con el registro visual y oral de los hechos reales y con el resto de los testimonios, entre los que se encuentran los de los peritos independientes que formaron parte del GIEI, el equipo de investigación promovido por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que trabajó durante el primer año y medio posterior a los hechos y que fue recuperado por López Obrador al comienzo de su mandato.
Para guiar toda la estructura, los creadores han elaborado una línea del tiempo que ayuda al espectador a entender el orden de los sucesos, a pesar de los saltos temporales o espaciales de un caso que sigue sumando nuevos episodios casi cada semana. Hace apenas unos días del último: el grueso de las familias de los 43 se ha levantado de la mesa de diálogo con López Obrador, un final agrio para un sexenio que en su inicio levantó muchas expectativas tras el hallazgo de los restos de dos de los desaparecidos, un hito que impulsó hacia delante una investigación que ha vuelto a encallar. “Es un caso que va a seguir vivo”, concede Vidal, “y esta nueva información que va saliendo obliga a que este tipo de documentales exista, porque nos permite entender por qué está sucediendo lo que está sucediendo ahora”.
El caso Ayotzinapa mostró al mundo la peor versión del Estado mexicano en un país asediado por la violencia. Pero es un episodio que resuena en todo el continente. “Aunque es fundamentalmente mexicana, la historia, la búsqueda de los padres, las desapariciones, lamentablemente, son temas que tocan a toda la región”, sostiene Vidal. Es a toda la región a quien interpela esta serie, para seguir preguntando, hasta obtener respuesta, qué pasó aquella noche de septiembre, por qué pasó y, sobre todo, 10 años después, dónde están.