Qué House of Cards ni qué nada. Dramatismo puro y duro. La realidad superando la ficción. Y lo que viene. Porque, hoy, esa elección no está empatada, sino empatadísima.
Vaya telenovela está resultando la elección presidencial en Estados Unidos.
¡Qué historia!
Primero, el dramatismo del debate del 27 de junio, donde el presidente Joe Biden se vio fatal. Los que sospechábamos que ya no tenía ni la salud física ni mental para continuar en la Casa Blanca, lo comprobamos. Inseguro, confuso y desorientado, el candidato demócrata que pretendía reelegirse hizo el ridículo. Si no le fue peor es porque Donald Trump, el candidato republicano, extrañamente no lo humilló más.
Las alarmas se prendieron entre los demócratas quienes, pública y privadamente, comenzaron a presionar para que Biden se retirara de la contienda presidencial. De quedarse, Trump lo apabullaría en noviembre.
Luego, en vísperas de la convención del Partido Republicano, en un acto de campaña, el 13 de julio en Pensilvania, un francotirador de 20 años de edad intentó asesinar a Trump. Milagrosamente se salvó. La bala le pasó rosando la oreja gracias a que en ese momento se volteó para explicar una gráfica que acompañaba su discurso. De inmediato, el Servicio Secreto lo rodeó y retiró del estrado. Con un olfato político extraordinario, Trump salió con un puño en alto gritando en inglés “luchen”. Un reportero gráfico captó esa imagen con una bandera estadunidense ondeando al fondo. La fotografía se hizo viral; le dio la vuelta al mundo.
Trump resultó prácticamente ileso. Su popularidad aumentó. Mientras el presidente se hundía en las encuestas, el expresidente galopaba a toda velocidad a su regreso a la Casa Blanca. En la convención nacional de su partido apareció como una figura religiosa que Dios había mandado a la Tierra para salvar a Estados Unidos de su decadencia. Trump estaba en la gloria.
Sin embargo, unos días después, el 21 de julio, Biden renunció a la reelección, una bomba noticiosa.
La Casa Blanca y la vicepresidenta se movilizaron rápida y eficazmente para unir al Partido Demócrata y lograr que la candidatura presidencial se la quedara Kamala Harris. Apareció, así, una mujer que había estado en las catacumbas de la política de Washington. De pronto, Kamala, que tenía una popularidad baja, se convirtió en una estrella política.
Los demócratas procedieron a su convención nacional que les salió impecable. Si Trump fue la figura central de la republicana, el partido de enfrente sacó a todos sus mariscales para apoyar a Harris: Bill y Hillary Clinton, Michelle y Barack Obama, Oprah Winfrey y el propio presidente Biden.
Qué House of Cards ni qué nada. Dramatismo puro y duro. La realidad superando la ficción.
Y lo que viene.
Porque, hoy, esa elección no está empatada, sino empatadísima.
En el promedio de las encuestas del sitio de RealClearPolitics, Harris aventaja a Trump por tan sólo 1.7 puntos porcentuales, es decir, en el margen de error de las encuestas.
Pero ya sabemos que el resultado nacional en Estados Unidos no es el que importa, sino el número de delegados que obtiene cada candidato en el Colegio Electoral. En este sentido, la elección se juega en los llamados “estados columpio”, que se pueden ir para un lado o para el otro definiendo el resultado final.
Son siete: Wisconsin, Arizona, Georgia, Michigan, Pensilvania, Carolina del Norte y Nevada. De acuerdo a RealClearPolitics, el promedio de las encuestas en esos estados está empatado en 47.5% para cada uno de ellos. En este momento, la diferencia entre Harris y Trump en los siete está en el margen de error de las encuestas. Too close to call, como dicen allá.
Finalmente están las apuestas, es decir, lo que predice la gente dispuesta a arriesgar su dinero para pronosticar el futuro. Al autor de esta columna le gusta mucho este indicador, que suele ser muy confiable. Bueno, pues con base en el promedio de los momios de las distintas casas apostadoras del mundo que realiza RealClearPolitics, hoy le están dando una probabilidad de ganar la elección a Harris del 49.5% y de 49.0% a Trump. Un volado.
Todavía falta mucho para el martes 5 de noviembre en que se llevarán a cabo las elecciones. Por lo pronto, el 10 de septiembre se verán las caras los dos candidatos en el primer debate presidencial. Trump no ha encontrado la forma de atacar a Harris porque toda su estrategia estaba diseñada para una contienda en contra de Biden. Harris, por su parte, tiene que demostrar que cuenta con más atributos positivos que negativos, de tal suerte que trasmita la idea de que sí puede gobernar Estados Unidos.
La telenovela continúa.