Judith León / Conecta Arizona
La casa donde vivió Juan Navarrete y Guerrero, primer arzobispo de Hermosillo, fue de madera con techo de lámina. Se ubica en la calle Presbítero Pedro Villegas de la colona San Juan en la capital sonorense. La colonia se llama así en honor a monseñor, como le llamaban y mucha gente de esta ciudad lo recuerda. Recorrer este espacio es acercarte a la personalidad de un religioso que es recordado y ha sido muy querido por la comunidad hermosillense, de quien se tiene la esperanza de que un día sea santo.
El sitio que ha sido convertido en museo o casa del recuerdo, alberga libros, muebles, fotos, reconocimientos y artículos personales del líder de la iglesia católica que llegó a Sonora cuando tenía 32 años, entidad donde vivió la persecución religiosa en tiempos del gobernador Rodolfo Elías Calles. Nació en Oaxaca el 12 de agosto de 1886.
Actualmente, dicha casa está construida “de material”, como le llaman al ladrillo, al bloc y al concreto. Ramón Chávez, quien fue su chofer, asistente y ahora es quien se hace cargo de recibir a los visitantes en este sitio lugar, señala que, durante un viaje que Navarrete hizo a Roma, se derribó la casa de madera y se construyó de un material más resistente, con la misma distribución, sólo se hizo un poco más grande la sala-comedor, que es la parte posterior, junto al patio.
De Juan Navarrete y Guerrero hay el testimonio general de que era una persona muy sencilla, que rechazaba los lujos; era desprendido para apoyar a sus feligreses y la sorpresa que quisieron darle (quienes rehicieron su casa) no le gustó. Al llegar -recuerda Ramón- vio la casa y pidió que lo llevaran a Catedral, donde se instaló en la sacristía. Tiempo después lo convencieron y regresó a su renovado hogar.
¿Quién era Juan Navarrete y Guerrero?
Ramón, la persona que lo acompañó en su ejercicio pastoral y en su vida personal, lo describe como uno de los obispos a quien le tocó una época muy difícil. “Llegó a Sonora en 1919 y vivió en tiempos de persecución”.
Agregó: Muchos sacerdotes tuvieron que huir a la sierra para cuidarse porque les hacían daño. Él (Navarrete y Guerrero) se fue a la sierra, para el lado de Bacadéhuachi, a un lugar que se llamaba Rincón de Guadalupe y luego a Los Ciriales, allá en la mera sierra.
Bacadéhuachi es uno de los 72 municipios sonorenses, ubicado en la zona alta de la Sierra Madre Occidental, y a 183 millas de Douglas, Arizona.
Se llevó a sus seminaristas y auxiliares parroquiales, allá seguían predicando en los pueblos, en los ranchos y también ordenó sacerdotes. Cuando los soldados los andaban buscando, a él le llegaban los avisos de la gente y tenían que esconderse.
El colaborador de Don Juan recordó una de las anécdotas del grupo que se ocultaba y protegía en la sierra sonorense: En una ocasión tuvieron que meterse en una cueva, ellos escuchaban el ruido ahí y entonces decían ‘ya nos descubrieron’. Estaban ahí, no asustados, simplemente haciendo sus oraciones; entonces se le ocurrió asomarse, salir un poquito a ver, y era una vaca que estaba en la pura entrada de la cueva.
“Eran poquitos sacerdotes y la arquidiócesis era bastante grande para él; por ejemplo, atendía a Sonora, Sinaloa, Baja California Sur y parte de Arizona”.
Mientras estuvo huyendo de la persecución religiosa, Juan Navarrete y Guerrero ordenó tres sacerdotes. Para mantenerse a salvo usaba una identidad no religiosa, haciéndose llamar Fortino Guerrero.
Al regresar impulsó obras de beneficio social como leprosarios, hospitales y escuelas. La obra educativa y social más grande ideada por monseñor continúa en operación: el Instituto Kino (en Hermosillo), donde se recibe y educa a niños de escasos recursos en el formato de internado. En su gestión religiosa en el noroeste de México también fue el creador del Seminario Mayor, de donde se ordenaron más de 100 sacerdotes, mientras él estuvo al frente.
En su familia, no fue el único en elegir el camino de la vida religiosa. La misma opción tomaron su hermana Julia Navarrete y su hermano Francisco Navarrete y Guerrero.
Ramón llamaba “Tata” a Navarrete, lo vio por primera vez cuando tenía 16 años, el día que pusieron la primera piedra de la capilla de Fátima, en la colonia San Benito de Hermosillo. Ramón es uno de los beneficiarios del Instituto Kino, donde fue alumno de educación básica, luego lo invitaron a trabajar ahí y después se convirtió en el chofer de su tata. Entonces tenía 22 años.
Recordó que la gente le regalaba carros a Don Juan y él los vendía y repartía el dinero a los pobres; había personas que se dedicaban a manejarle, yo fui uno de ellos como de 1966 hasta que falleció en 1982. Tenía 95 años.
Su fallecimiento fue por causas naturales, murió la madrugada del 21 de febrero, alrededor de las 2:00 de la mañana, en la casa donde hoy se le recuerda. Sus restos mortales fueron sepultados a un lado del altar de la Catedral de Nuestra Señora de la Asunción, en Hermosillo, la tarde del 23 de febrero; lugar donde fue velado por dos días.
Después de su muerte, todo lo que hay en la casa se guardó en una bodega del Instituto Kino y la casa se prestó a una familia de tres personas para que no se deteriorara ni estuviera sola; la hija del matrimonio que la habitó se ordenó como religiosa. En la misma casa vivieron monjas franciscanas, hasta que al padre Arturo Torres se le ocurrió hacer el museo en memoria de Juan Navarrete.
Al principio de este proyecto estuvo la auxiliar Rosa Bertha Félix, quien acompañó a monseñor en sus últimos años, al retirarse ella de este servicio, llamaron de nuevo a Ramón Chávez, quien llegó a la casa por segunda vez en el año 2012. Llegó como guía y también para cuidar la casa.
Comenta que la casa es visitada por alrededor de siete u ocho personas en una semana; está abierta de martes a domingo y no hay un costo para entrar. Los visitantes son de Hermosillo o gente que va de paso por la ciudad y se entera de la existencia del lugar. La promoción que se hace por Facebook ayuda a que se conozca, porque tiene más de veinte años abierta al público. La han visitado personas que conocieron a monseñor Navarrete, y también turistas norteamericanos y japoneses.
La casa consta de una biblioteca, la recámara que era de don Juan Navarrete, la recámara para el auxiliar, un pequeño oratorio, la cocina, la sala-comedor y el baño. En cada pieza hay fotografías e imágenes relacionadas con su servicio religioso y de su familia, además de objetos como libros, algunos reconocimientos y la silla que usaba cuando estuvo en la sierra. Cada habitación cuenta con una ventana, por lo que está iluminada con luz natural todo el día.
En el oratorio y su recámara hay reclinatorios, sotanas y los instrumentos propios para la misa; también conservan sus zapatos, un par de sombreros que usó en la sierra, una marimba y una guitarra que tocaba porque su mamá fue maestra de música y él tenía ese talento, también tocaba mandolina. En el comedor hay una pequeña vitrina con algunos de los platos en los que comía. En su recámara hay un sillón ‘reposet’ con una foto tamaño natural de Don Juan, está sentado, sonriendo y está vestido con su indumentaria eclesiástica.
Su auxiliar recuerda que le gustaba comer semillitas, nueces, cacahuates y que sus comidas favoritas eran las enchiladas y los chilaquiles. Bebía agua y muy poco café. Media tacita: café negro con poquita azúcar.
Juan Navarrete y Guerrero en camino a la santidad
Quien fue el primer arzobispo de Hermosillo tiene un proceso abierto en El Vaticano para la causa de beatificación y canonización, actualmente es considerado Siervo de Dios. Para ello, se han presentado informes sobre la vida y virtudes de Juan Navarrete y Guerrero ante la Santa Sede.
La Congregación para las Causas de los Santos dictaminó que puede iniciarse esta causa y en la Arquidiócesis de Hermosillo se reciben testimonios de intercesiones de Don Juan para recibir milagros. En la casa donde vivió hay tarjetas con su imagen -que se regalan a los visitantes-, donde viene una oración y la dirección de Bulevar Luis Encinas # 384, colonia Valle Verde, así como el correo electrónico [email protected] para quienes puedan contribuir con vivencias que puedan comprobarse e integrarse a la investigación para santificarlo.
Como parte de este proceso de investigación para su canonización, en el año 2009 se exhumaron sus restos mortales después de una misa en su memoria.
En la biblioteca de la que fue su hogar está el ataúd de madera de pino, en el que pidió que los sepultaran; esa fue su última voluntad. No imaginó que sería candidato a la santidad.