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El feminicidio de Susana, una mujer de 31 años, estremeció a Hermosillo la noche en que tres hombres irrumpieron en su hogar y le arrebataron la vida frente a sus hijos. Era poco después de las 21:19 horas cuando el eco de los disparos se mezcló con el ruido cotidiano de la colonia Solidaridad, un barrio donde la precariedad y la violencia han aprendido a convivir desde hace años.
Pero esa noche no fue una más. Esa noche, el crimen volvió a recordarle a Sonora que la violencia contra las mujeres no es una estadística: es una realidad brutal que atraviesa casas, familias y generaciones completas.
Según vecinos, los agresores descendieron de un vehículo, avanzaron con absoluta certeza hacia la vivienda que también funcionaba como punto de compra y venta de chatarra, y dispararon sin mediar palabra. No hubo amenazas, no hubo gritos: solo un ataque directo, calculado, y que llevaba un mensaje implícito. La impunidad sigue siendo un arma más.
Feminicidio y miedo: así se vive la violencia en el norte del país
A la mitad de esta historia vuelve a aparecer la palabra que se ha convertido en un grito social: feminicidio. No solo por el asesinato de Susana, sino porque Sonora vive una ola de violencia específica contra mujeres que rompe hogares enteros.
Cuando los paramédicos de la Cruz Roja llegaron al domicilio, solo pudieron confirmar que la joven madre ya no tenía signos vitales. Dentro del inmueble, sus siete hijos —menores todos ellos— quedaron enfrentando un dolor que ninguna niñez debería conocer: ver la muerte llegar a su casa y no poder detenerla.
La escena quedó bajo resguardo, mientras la Fiscalía de Sonora comenzó a recopilar testimonios. Las primeras declaraciones coincidieron: los agresores sabían exactamente a quién buscaban. Ingresaron directo al cuarto donde estaba Susana, dispararon a corta distancia y huyeron sin mirar atrás.
Un crimen que no es aislado: Sonora acumula casos recientes
Este ataque no ocurrió en el vacío.
El 17 de noviembre, en Huatabampo, otra mujer —de 65 años— fue asesinada dentro de su casa, presuntamente por su pareja, quien fue detenido mientras intentaba huir con un cuchillo ensangrentado.
Y a principios del mes, el 5 de noviembre, Guadalupe, una joven de 27 años originaria de Bacobampo, fue encontrada muerta a la orilla del río Mayo tras una discusión con su expareja. Dejó tres hijos huérfanos, incluido un bebé de ocho meses. El agresor fue detenido el mismo día.
Sonora, como tantos otros estados del país, vive bajo un patrón claro: agresiones dirigidas, crímenes cometidos dentro del entorno familiar y la normalización de la violencia como primera reacción en conflictos personales o vinculados al crimen organizado.
El entorno: pobreza, abandono y territorios vulnerables
La colonia Solidaridad es una zona donde múltiples factores convergen: pocas oportunidades económicas, presencia de grupos locales y una normalización del miedo. La vivienda de Susana funcionaba también como negocio de chatarra, actividad común en sectores marginados, pero que también los expone a dinámicas peligrosas: cobros, extorsiones, disputas territoriales y conflictos interpersonales que escalan con facilidad.
Los testigos hablaron de múltiples detonaciones, de sombras corriendo hacia un vehículo y de un silencio posterior que, para muchos, dijo más que los disparos.
¿Por qué estos casos siguen ocurriendo?
La respuesta no es simple: porque existe impunidad, porque no hay prevención real, porque la violencia contra las mujeres no se atiende desde la raíz y porque las instituciones —policía, fiscalías, redes sociales— no logran frenar la repetición del patrón.
La Fiscalía abrió una carpeta bajo el protocolo de feminicidio, pero quienes viven en estas comunidades saben que el proceso legal es solo un tramo de un camino mucho más largo.
Feminicidio: la palabra que marca el inicio y el final de esta historia
El feminicidio, esa palabra que encabeza titulares y protestas, es la misma que cierra esta historia. La única capaz de nombrar la magnitud del dolor que dejó la muerte de Susana y de tantas otras mujeres en Sonora.
Al final, queda una colonia llena de miedo, siete menores sin madre, una familia rota y un estado obligado a responder.
Pero, sobre todo, queda la urgencia de que esta palabra —feminicidio— deje de escribirse con sangre y comience a escribirse con justicia.
ENLACE: Feminicidio: crimen en Hermosillo revela terror que viven las mujeres – La Verdad Noticias










