
Pese a indicadores micro y macro económicos sobre los que parecen soplar vientos a favor del gobierno de Claudia Sheinbaum, en el escenario nacional aparecen algunos nubarrones que en lo político están complicando este, su segundo año de ejercicio.
De por sí no fue un arranque glorioso el del así llamado segundo piso de la cuarta transformación lo que, se debe apuntar, obedeció más a las presiones externas -fundamentalmente del gobierno de Donald Trump- que a las acciones políticas internas de una oposición que se creyó su propio mito de que en 2024 echarían a la 4T de Palacio Nacional, cuando en realidad recibieron una paliza corregida y aumentada respecto a la de 2018.
No me queda ninguna duda de que el gobierno federal tiene la capacidad, las herramientas políticas, la legitimidad de las urnas y un acceso prácticamente infinito a los recursos públicos para hacer frente a las adversidades, pero a veces la presidenta luce muy sola y quienes deberían ayudarle eventualmente aparecen poniéndole piedras en el camino.
No hay imagen más simbólica de esa soledad, que la estampa del martes de la semana pasada cuando en las calles aledañas al zócalo capitalino Claudia Sheinbaum fue acosada sexualmente, literalmente manoseada por un lumpen solitario que logró llegar hasta ella, abrazarla por detrás y depositar un beso en su cuello ante la inacción de su equipo de seguridad.
Pero eso no comenzó allí. El verano de este año fue particularmente complicado. Frente al endurecimiento de las políticas norteamericanas que no solo comprenden las imposiciones arancelarias, las deportaciones y las amenazas intervencionistas so pretexto de que el gobierno mexicano no está haciendo lo suficiente para combatir al crimen organizado, sino también el retiro de visas a funcionarios públicos presuntamente involucrados en actividades ilícitas, a varios de sus colaboradores y gente cercana se les ocurrió que era buena idea despreciar los destinos turísticos del imperialismo yanqui y optar mejor por algunos remotos lugares, paradisiacos y/o cosmopolitas de Europa y Asia.
La prédica de la austeridad republicana fue abofeteada salvajemente por aquellos que -ya todos saben sus nombres- aparecieron de pronto prodigando solvencia económica lo mismo en Japón que en la Riviera Francesa y otros países del viejo continente.
Parecería cosa menor, pero la conversación pública se pobló de críticas en todos los tonos hacia lo que a todas luces aparecía como una incongruencia. Luego vinieron temas como el de los señalamientos al coordinador de la bancada morenista en el Senado, Adán Augusto López sobre presuntos vínculos con una célula del Cártel Jalisco Nueva Generación llamada ‘La Barredora’, liderada por un viejo amigo suyo y quien fuera su secretario de Seguridad durante el tiempo que firmó como gobernador de Tabasco, Hernán Bermúdez Requena. Le siguió el caso del entonces presidente del Senado, Gerardo Fernández Noroña y su despreocupada vida de sibarita global con una residencia de doce millones de pesos en Tepoztlán.
La lista de predicadores de la austeridad republicana es realmente larga y la presidenta inicialmente tuvo que salir una y otra vez a dar la cara con ellas, hasta que ya no aguantó y dejó a ellos mismos las respuestas a las preguntas sobre sus excesos que, hay que decirlo también, posiblemente paguen con ingresos legales. Pero puede ser que no.
Y mientras la presidenta celebraba que en los últimos seis años 13 millones de mexicanos abandonaron la franja de la pobreza extrema -o sea, ya nomás son pobres, pero no al extremo de no tener para comer- un puñado de sus coequiperos en el proyecto de la 4T se daban vida de reyes, lo cual no está tan mal, si en el país no estuvieran pasando cosas muy serias.
Allá los ganaderos afectado por el cierre de las fronteras al mercado norteamericano tras descubrirse casos de gusano barrenador, que llegó a México entre otras cosas por la falta de filtros y controles en la frontera con Centroamérica; más acá los productores de maíz y sus economías de subsistencia mínima, más allá los damnificados por las torrenciales lluvias en Veracruz y la Huasteca Potosina y para remachar el clavo, la violencia criminal que, pese a los números que muestran una tendencia a la baja, hizo volar en pedazos las percepciones sobre seguridad con el asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, al que le antecedieron un para de homicidios señeros, porque se trataba de líderes de productores agrícolas que habían osado denunciar la impunidad con la que operan los cárteles en el cobro de piso.
La sumatoria de todos estos casos, más otros que no cabrían en este espacio fueron generando un caldo de cultivo especial para la indignación ciudadana y la protesta pública, de tal manera que para el próximo fin de semana están convocadas manifestaciones en al menos 24 estados del país, a saber: una del llamado ‘Movimiento del Sombrero’, alegoría con la que se alude al alcalde de Uruapan asesinado en una plaza pública; otra de lo que se ha dado a conocer como la Generación Z, que se supone son jóvenes que militan en un movimiento global que en otros países ha metido en verdaderos predicamentos a los gobiernos, y como cereza en el pastel se anuncia una movilización de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, la CNTE, quizá la organización que más experiencia e historia tiene en eso de la lucha callejera.
Sobre el movimiento de la Generación Z hay muchas reservas. Al menos en México, varios de sus liderazgos han sido identificados en las filas de personeros del PRI y del PAN, o de Ricardo Salinas Pliego, uno de los empresarios más ricos del país cuya fortuna se disparó escandalosamente gracias a sus relaciones con el poder político en el gobierno de Carlos Salinas de Gortari.
Este movimiento ha despertado muchas expectativas en la oposición, que pretende montarse en él para sacar adelante sus propias agendas, pero por lo mismo, es posible que resulte un parto de los montes, algo similar a lo que ocurrió con la llamada ‘Marea Rosa’.
El ‘Movimiento del Sombrero’ parece más legítimo. Recoge una demanda tan sentida como es la seguridad pública y ya tiene símbolos que trascienden el fundo legal de Uruapan o los límites geográficos de Michoacán. No se puede ocultar que ambos movimientos preocupan seriamente en Palacio Nacional y por ello no es gratuito la intensa campaña para desacreditarlos en una lógica que le funcionó muy bien a López Obrador: la estigmatización de la protesta como lanzadas de la ultraderecha para desestabilizar al gobierno con movilizaciones que encajan en el llamado ‘lawfare’, un término compuesto por los anglicismos ‘Ley’ y ‘Guerra’ que alude a las intenciones de golpe de Estado por métodos no tradicionales.
A la CNTE, bueno, a la CNTE los personeros del gobierno federal la conocen muy bien porque convivieron durante muchos años en distintas movilizaciones. Saben cómo negociar con ellos.
Lo cierto es que desde ayer martes, el Palacio Nacional se encuentra resguardado por un valladar de acero en previsión de las movilizaciones del próximo fin de semana.
El gobierno está preocupado, y la oposición más, digamos tradicional, del PRI, PAN y PRD se relamen los bigotes por convocatorias que no son suyas, pero en las que se montarán descaradamente para desahogar sus propias agendas, muy bien vistas, por cierto, allende la frontera norte donde también se frotan las manos esperando el debilitamiento del gobierno mexicano, para llegar en una posición aún más ventajosa a la negociación del Tratado de Libre Comercio, que previsiblemente será un latigazo de colonización a la más vieja usanza de los vecinos del norte.
¿Cómo va a abordar esta coyuntura la presidenta Claudia Sheinbaum? Eso es lo que está por verse.
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