Distinguidos ciudadanos, mujeres y hombres libres de Sonora:
Hoy quiero hablarles de una generación que no mira hacia atrás, sino hacia adelante con una claridad sin precedentes. La Generación Z sonorense observa la política con la mirada limpia de quien ha visto la información sin maquillaje. No tolera la mentira ni el disfraz del poder. Entiende que el progreso no se decreta, se diseña. Que la política no debe ser un teatro de intereses, sino un laboratorio de inteligencia colectiva. Desde su lenguaje digital, los jóvenes reclaman un gobierno que piense como ellos: rápido, transparente, conectado y ético. En este contexto, nace el primer eje de mi visión: la Ingeniería Social, que propone rediseñar el tejido de la comunidad sonorense desde los cimientos de la confianza, la equidad y la participación real. Sonora necesita una ingeniería del alma social, capaz de unir generaciones, rescatar valores y transformar la cultura política en una obra de conciencia compartida.
Pero la transformación no se logra sin un nuevo sentido de humanidad y ley. Por eso, el segundo y el cuarto ejes —la Ingeniería Humano-Constitucional y la Ingeniería Constitucional— son la columna vertebral del nuevo pacto sonorense. Hablo de un Estado que vea en cada joven no un número, sino una mente creadora; en cada ciudadano, no un votante, sino un socio del bien común. La Constitución debe ser revisada no solo con juristas, sino con visionarios; no solo con normas, sino con principios vivos. La juventud pide que el marco legal del estado se actualice con su voz, con su energía, con su mirada tecnológica y humana. Ellos no quieren que la ley los persiga, quieren que la ley los inspire. Y en ese nuevo orden jurídico, el respeto a la dignidad humana será el motor que redefina la justicia, la educación, la salud y la libertad sonorense.
El tercer eje, la Ingeniería Política, nos exige rediseñar el ejercicio del poder como una ciencia del servicio y no de la manipulación. Gobernar Sonora en el siglo XXI no debe ser administrar inercias, sino programar soluciones. Los jóvenes lo saben: la política sin ética es ruido; la política con inteligencia es evolución. Quieren ver gobiernos que funcionen como sistemas eficientes, donde la verdad sea el código fuente y la rendición de cuentas, la actualización constante. A su lado, la Ingeniería Financiera actúa como el sistema circulatorio de este nuevo modelo. La riqueza no puede medirse solo por la acumulación, sino por la circulación del bienestar. Debemos enseñar que el dinero público es energía moral: su destino correcto fortalece la nación, su mal uso la corrompe. Sonora requiere una economía con rostro humano, donde la productividad se vincule al conocimiento, la tecnología y la ética.
Y en este siglo de la inteligencia artificial y los datos infinitos, emerge el sexto eje: la Ingeniería Biométrica, la frontera donde la identidad humana y la tecnología se encuentran para proteger, no para controlar. Nuestros jóvenes sonorenses ya viven en ese cruce: reconocen el poder de la información, pero exigen privacidad, seguridad y soberanía digital. Esta ingeniería representa la evolución del Estado hacia una gobernanza inteligente, donde cada ciudadano pueda participar, decidir y validar procesos mediante sistemas biométricos éticos y transparentes. No se trata de sustituir al ser humano, sino de elevarlo. Porque el futuro de Sonora no está en las máquinas, sino en el alma que las guía.
Hoy afirmo con convicción: la política sonorense no está perdida, está en transición. Y esa transición tiene nombre: juventud. Los jóvenes no piden ser dirigidos, piden ser escuchados. No quieren discursos, quieren proyectos. No buscan líderes perfectos, buscan líderes verdaderos. Este es el tiempo de unir la sabiduría adulta con la energía juvenil, de pasar de la queja a la creación, de la promesa al resultado. Sonora puede convertirse en el modelo de ingeniería política más avanzado de México si nos atrevemos a reprogramar el sistema desde el corazón y la inteligencia. Esa es mi invitación: construir juntos el nuevo código de la política sonorense, donde el poder no se imponga, sino se sirva; donde el futuro no se imagine, sino se diseñe.








