Negarte a que CBP revise tu celular no es igual si eres ciudadano, residente o visitante con visa
Alberto de la Hoya / TRIBUNA DE SAN LUIS
Al cruzar la frontera hacia Estados Unidos, los agentes de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) tienen la facultad de inspeccionar dispositivos electrónicos como teléfonos, tablets o laptops, sin necesidad de una orden judicial. Esta autoridad, conocida como la “excepción fronteriza”, permite a los agentes revisar información privada en el momento de la entrada, pero las consecuencias de negarse a entregar un dispositivo dependen directamente del estatus migratorio del viajero.
Para los ciudadanos estadounidenses, la negativa a desbloquear o entregar el teléfono no implica riesgo de entrada. Sin embargo, negarse puede traducirse en horas de espera, inspecciones exhaustivas y, en algunos casos, la retención temporal del dispositivo. Casos reales evidencian esta tensión: Sidd Bikkannavar, ingeniero de la NASA, fue retenido en Houston durante varias horas porque su teléfono contenía información sensible de su trabajo y los agentes insistían en revisarlo.
De manera similar, el académico Pascal Abidor vio confiscada su laptop por semanas luego de que CBP revisara sus archivos personales en la frontera con Canadá. Aunque ambos pudieron ingresar al país sin problema, la experiencia demuestra que la ciudadanía protege el derecho a entrar, pero no evita demoras ni presiones.
Los residentes permanentes se encuentran en una posición intermedia. También tienen derecho a ingresar, pero una negativa puede provocar inspecciones más prolongadas, retención temporal de los dispositivos y la posibilidad de quedar marcados para revisiones futuras. No se les niega la entrada, pero la resistencia puede complicar significativamente el proceso.
Para los turistas o visitantes con visa, la situación es más delicada. Negarse a entregar o desbloquear un dispositivo puede ser suficiente para que CBP les niegue la entrada o incluso cancele su visa, incluso si no existe evidencia de actividad ilegal.
La información a la que los agentes pueden acceder incluye los datos proporcionados al tramitar la visa, historial de entradas y salidas, información familiar y laboral, así como perfiles de riesgo migratorio. Además, durante la verificación de un dispositivo, los agentes pueden tener acceso a información que no está en sus bases, como fotos, conversaciones privadas o aplicaciones personales, lo que aumenta el nivel de presión sobre los visitantes.
En todos los casos, la decisión de cooperar o no implica sopesar la privacidad frente a la practicidad. Para ciudadanos y residentes, el derecho a negarse está respaldado por la Constitución, aunque la presión en la frontera puede ser intensa. Para turistas, la balanza se inclina hacia la cooperación si quieren evitar complicaciones o la negación de entrada.