El asesinato de Charlie Kirk y los acontecimientos que le suceden son una extraordinaria ventana para observar la política interna norteamericana y sobre todo las tendencias actuales de la ultraderecha estadunidense para imbricar la religión con la política.
El mismo miércoles, día del atentado, por la noche, en el Congreso, al minuto de silencio por Kirk le siguió una discusión que terminó a gritos entre legisladores, otro indicador de que las tensiones partidistas siguen siendo altas. Muchos analistas advierten un país partido.
El homicidio del activista ultraconservador Charlie Kirk, durante un debate al aire libre, cometido en Orem, Utah, enfureció al presidente Donald Trump y altos mandos del actual gobierno. En un mensaje en video desde el Despacho Oval, calificó la muerte de Kirk como un “momento oscuro para Estados Unidos”. En seguida arremetió y culpó a la “izquierda radical” del atentado. Advirtió que su gobierno encontraría a “todos y cada uno de los que contribuyeron a esta atrocidad y a otros actos de violencia política”.
Trump declara una batalla cultural no sólo ante la izquierda norteamericana, sino contra todo movimiento secular que se aparte de su postura ultraconservadora, llamada “nacionalismo cristiano”. Este es un conglomerado ideológico de extrema derecha religiosa que sostiene la primacía de Dios y del cristianismo en la vida política, social y cultural de Estados Unidos. Por ello, se opone a la separación Iglesia-Estado y ampara al país fundado por cristianos y sobre principios cristianos.
Según esta ideología sociorreligiosa, Norteamérica está perdiendo la fe y alejándose de las iglesias, por ello se está desnorteamericanizando. Por tanto, Estados Unidos fue y debe volver a ser una nación cristiana. De esta manera, niegan las raíces ilustradas de la democracia estadunidense. Sin la fe ni iglesias, el país se pierde. Por ello, hay que hacer frente al secularismo, ideologías de izquierda arropadas en el wokismo, la lógica demográfica y al laicismo.
En el homenaje luctuoso a Kirk, ante más de 100 mil personas, en los estadios de Phoenix, Arizona, Trump lo llamó “mártir de las libertades estadunidenses”, con lo que subrayó esa doble vertiente político-religiosa. El acto subrayó esa doble vertiente político-religiosa de un homenaje que siguieron millones de personas por televisión o por Internet. Compararon a Kirk con San Esteban, primer mártir cristiano, y citaron la Biblia; parecía más una ceremonia con tintes religiosos.
Charlie Kirk, exitoso activista en círculos juveniles de ultraderecha, fundó a los 18 años un movimiento de jóvenes ultraconservadores llamado Turning Point, algo así como Momento Crucial. Fue líder y movilizó millones de votos juveniles en las campañas a favor de Trump. Kirk era cristiano evangélico. La congregación cristiana a la que pertenecía era la Calvary Chapel Association (Asociación Capilla del Calvario), una red de iglesias evangélicas. Su nacionalismo cristiano sostiene el imperio absoluto de la ley de Dios sobre la sociedad. Ésta debe ordenarse según las leyes divinas y la voluntad de las leyes bíblicas. El movimiento nacional cristiano es autoritario e impositivo; es fundamentalista, sostiene la supremacía blanca, el dominionismo. Esta es la Teología del Dominio que supone la penetración y supremacía de Dios en a) la política y el poder, b) la educación, c) la familia, d) los medios de comunicación y f) la cultura. En seguida del asesinato, el gobierno de Trump desata una cacería de brujas contra periodistas, disidentes y ciudadanos que en las redes ofrecían una opinión diferente de los hechos. La presión del gobierno, digna del viejo macartismo, para suspender el programa de Jimmy Kimmel. Brendan Carr, presidente del regulador de las comunicaciones, sugirió a ABC que debía despedir al presentador y que, si no, el gobierno tomaría cartas en el asunto. “Podemos hacer esto por las buenas o por las malas”, declaró acechante.
El pensamiento ultraconservador político religioso es más diverso de lo que imaginamos. Basta el ejemplo de la postura de la viuda de Charlie Kirk; fue perdonar al asesino de su esposo: “Lo perdono porque es lo que hizo Cristo. La respuesta al odio es no odiar”. El perdón es una enseñanza central del cristianismo que abre la reconciliación. Sin embargo, Donald Trump se deslindó de esta postura, expresando que odia a sus enemigos y no les desea los mejor.
El presidente estadunidense despide a Kirk como un mártir de la democracia. El movimiento táctico de Donald Trump es claro: aprovechar esta desgracia para sacar raja en su proyecto. No va sólo por el izquierdismo, pretende imbricar religión y política como basamento ideológico que tutele su administración.
La Teología del Dominio, más que una ideología conspirativa, es una fusión de varias teologías políticas cristianas conservadoras muy diferentes.
Trump necesita aliados fuertes y poderosos. Trump pretende acuerparse de vigorosos movimientos evangélicos que acompañen y legitimen su gestión.