Se trata de una oscura desviación del exitoso libro de 2006 de Elizabeth Gilbert “Comer, rezar, amar”, que relataba sus viajes al extranjero en busca de aventuras desenfadadas, romance y curación tras un divorcio doloroso.
Christina Caron
En sus terceras memorias, All the Way to the River, Elizabeth Gilbert se presenta a sí misma como una , divulgando con todo lujo de detalle su relación con su mejor amiga, Rayya Elias, peluquera y ex drogadicta, y su eventual descenso a la codependencia y al amor romántico obsesivo.
Su romance comienza poco después de que a Elias le diagnosticaran cáncer. Gilbert asume rápidamente el papel de cuidadora y, más tarde, el de facilitadora, comprando cocaína para Elias y amarrándole los brazos o las piernas para que se inyectara.
Lo que detalla en su libro más reciente es que esta voraz búsqueda de intimidad ha sido un patrón de larga data. En una entrevista del año pasado, Gilbert admitió haber tenido más de 40 “relaciones profundamente íntimas” antes de abrazar la sobriedad y optar por la abstinencia tanto del sexo como de las aventuras románticas.”En cierto modo te prostituyes para tener esa conexión amorosa —dijo entonces—. No es bonito, pero es lo que he hecho”.
Pero, la pregunta es en qué momento tener sexo u obsesionarse por las relaciones románticas se convierte en una adicción.
¿La palabra adecuada es “adicción”?
Aunque hay toda una industria de tratamiento dedicada a la adicción al sexo y al amor, así como numerosos grupos de 12 pasos, no existe tal diagnóstico en la psiquiatría o la psicología.
La versión actual del DSM, el manual de diagnóstico que usan los profesionales de la salud mental, deja fuera las compulsiones sexuales en el capítulo sobre adicciones, alegando la escasez de pruebas científicas. La compulsión sexual entraría dentro de lo que el manual denomina “disfunción sexual no especificada”.”Hay una enorme controversia sobre el término”, afirmó Anna Randall, terapeuta sexual y trabajadora social clínica que dirige la Alianza para la Investigación de la Salud de las Sexualidades Alternativas.
En su lugar, los expertos usan a veces el término “conducta sexual fuera de control” o el diagnóstico “trastorno de conducta sexual compulsiva”, citado por la Organización Mundial de la Salud.
Pero ha habido muchas discusiones sobre la inclusión de la adicción al sexo en la siguiente versión del DSM, dijo Petros Levounis, experto en adicciones y ex presidente de la Asociación Psiquiátrica Americana.
Se llame o no adicción al sexo, los síntomas son reales y a menudo debilitantes. Según la OMS, el trastorno de conducta sexual compulsiva se caracteriza por la “incapacidad de controlar impulsos o impulsos sexuales intensos y repetitivos” quepueden incluir el coito, la masturbación o ver pornografía.
La adicción al amor, como la adicción al sexo, no es un diagnóstico clínico, pero el término en ocasiones se usa para describir una pauta de preocupación o dependencia intensa de las relaciones románticas.
Además, tiende a expresarse de dos formas predominantes. En la fase de atracción, las personas están excesivamente preocupadas por parecer atractivas y que la gente las quiera, dijo Levounis.
Y en la fase de apego, las personas sienten como si tuvieran que estar siempre en una relación romántica, añadió. Pueden acabar con parejas que no son buenas para ellos, pero están tan adictos a una relación romántica que “tienen que estar con alguien, pase lo que pase, expresó Levounis—. Es posible experimentar ambas fases al mismo tiempo”.
En el libro, Gilbert relata cómo destruyó matrimonios —el suyo y el de otras personas— en pos de sus compulsiones.”Sin importar cuán costosas fueran las consecuencias, seguí actuando —escribió. Y cuando se trataba de Elias—: Llegué a creer, literalmente, que no podía vivir sin Rayya, que un mundo sin la atención y sus infinitamente tranquilizadoras ministraciones era un mundo que no merecía la pena soportar”.
Hay muy poca investigación sobre la adicción al amor y hasta qué punto puede darse junto con las compulsiones sexuales.
Normalmente, las personas que se identifican como adictas al amor, como Gilbert, tienen fijación por una persona concreta y fantasean con que su interés amoroso será su “todo” y satisfará sus necesidades insatisfechas, dijo Randall.
Compulsiones sexuales o románticas
Aunque las compulsiones sexuales parezcan incontrolables, una fijación por el sexo, la pornografía o el amor quizá no sea el único problema que haya que abordar, explicó Randall.
Más bien, estos impulsos a veces son la forma que tiene una persona de manejar un conflicto interpersonal, un trauma pasado, el aburrimiento o un dolor emocional que parece abrumador.
También pueden indicar la presencia de problemas psiquiátricos, como trastornos obsesivo-compulsivos o de déficit de atención con hiperactividad, que provocan la aparición de pensamientos intrusivos o dificultad para controlar los impulsos.
Silva Neves, psicoterapeuta londinense especializada en el tratamiento de conductas sexuales compulsivas, cree que quienes se identifican como adictos al amor a lo mejor experimentaron lo que los psicólogos denominan lesión del apego durante la infancia.
En otras palabras, cuando la relación de un niño con un cuidador se ve comprometida a causa de un trauma como el maltrato, el abandono o la separación, ese niño puede desarrollar relaciones problemáticas más adelante en su vida.
¿Cuáles son los conflictos que puede causar?
Una persona diagnosticada con trastorno de conducta sexual compulsiva sufre “angustia significativa” y tiene problemas para desenvolverse, aseguró Beata Bothe, experta en compulsiones sexuales y profesora adjunta del departamento de psicología de la Universidad de Montreal.
Pueden tener conflictos con amigos o familiares, o dificultades en la escuela o el trabajo.
La frecuencia del comportamiento sexual por sí sola no sugiere que una persona tenga una compulsión sexual, aclara Bothe. Además, las personas también llegan a descubrir que sus actividades sexuales son cada vez menos satisfactorias con el tiempo.
Los que se identifican como adictos al amor manifiestan problemas similares, así como una necesidad constante de reafirmación y un historial de relaciones difíciles.
El mejor tratamiento
Normalmente, los pacientes abordan las compulsiones sexuales o amorosas con terapia de grupo o individual, así como con programas de 12 pasos.
En All the Way to the River, Gilbert atribuye su sobriedad al proceso de los 12 pasos, explicando lo que sintió al entregarse a un poder superior, hacer enmiendas y aceptar que era impotente ante sus adicciones.Al principio, compartió, odiaba ir a las reuniones, pues les parecía “confusas y conflictivas”. Pero ahora atribuye al programa el haberle enseñado “que volcarme en alguien no es necesariamente romántico, y quizá sea tóxico para todas las partes implicadas”.
Neves dijo que, dado que los programas de 12 pasos se basan en la moral, no son para todo el mundo. Ha asesorado a clientes que se sentían “perjudicados” por los programas de 12 pasos, añadió, porque estos insistían en la abstinencia o la monogamia.”Eso no da a la gente una verdadera capacidad de decisión sobre su vida sexual y su relación”, dijo Neves.
El tipo de tratamiento necesario depende de los síntomas de la persona y de su acceso a los recursos. También es importante diagnosticar y tratar cualquier trastorno, como el TDAH, que pueda presentarse junto con las compulsiones, dijeron los expertos.
Con apoyo, la mayoría de las personas con compulsiones sexuales pueden mejorar. Tal vez no haya una “cura universal”, dijo Bothe, pero “la recuperación y la mejora del bienestar son posibles”.
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