Un nuevo estudio revela que los bisontes que deambulan libremente por Yellowstone no agotan los pastos, sino que los regeneran. Su pastoreo acelera el ciclo del nitrógeno, haciendo que las plantas sean más nutritivas y promoviendo la biodiversidad y la productividad del ecosistema.
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Los bisontes libres para moverse entre las praderas de Yellowstone son verdaderos motores ecológicos capaces de dar forma y “cuidar” todo el ecosistema
Durante gran parte del siglo XX, el bisonte americano fue una sombra de lo que fue. De los millones de personas que poblaron las Grandes Llanuras, a principios del siglo pasado solo quedaban 23 dentro de los límites de Yellowstone. Hoy, después de más de un siglo de protección, la población del parque asciende a unos 5,000 animales. Pero su importancia no solo se mide en términos de conservación y recuperación de la especie: cuando los bisontes pueden moverse libremente, todo el ecosistema cambia de faz.
Un nuevo estudio publicado recientemente en la prestigiosa revista Science por un grupo de investigadores del Servicio de Parques Nacionales, la Universidad de Washington y Lee y la Universidad de Wyoming muestra que los bisontes que se mueven entre las llanuras americanas no son simples “usuarios” del paisaje, sino verdaderos motores ecológicos capaces de dar forma y “cuidar” a todo el ecosistema.
Bisonte como ingenieros paisajistas
Cada año, los bisontes de Yellowstone viajan unos 1.600 kilómetros de ida y vuelta a lo largo de un corredor migratorio de 80 kilómetros. En primavera, se concentran en los valles de los ríos, donde brota hierba joven después del deshielo. Aquí pastan intensamente, tanto que para el ojo inexperto los prados pueden parecer sobrepastoreados, incluso dañados por la actividad de estos grandes herbívoros. En realidad, sucede exactamente lo contrario: su paso acelera los ciclos ecológicos y hace que los pastizales sean más productivos y nutritivos.
Según los investigadores, los bisontes estimulan el ciclo del nitrógeno. Las plantas pastoreadas vuelven a crecer con el mismo vigor, pero se vuelven hasta un 150% más ricas en nutrientes. Esto sucede porque el pastoreo favorece la proliferación de microorganismos en el suelo, que transforman la materia orgánica en formas de nitrógeno que son fácilmente asimilables y reutilizadas por las plantas. Es el mismo principio detrás de los fertilizantes naturales, pero desencadenado por los movimientos y actividades de los grandes herbívoros.
Un efecto en cascada en toda la cadena alimentaria
El impacto de una sola especie se extiende a lo largo de la red alimentaria, mejorando la disponibilidad de alimentos y apoyando una mayor biodiversidad
Los pastizales mantenidos más bajos y densos por los bisontes ofrecen hierba de alta calidad no solo para ellos, sino también para otros herbívoros, como los ciervos. De esta manera, el impacto de una sola especie se extiende por toda la red alimentaria, mejorando la disponibilidad de alimentos y apoyando una mayor biodiversidad. Los estudiosos comparan lo que sucede en Yellowstone con lo que sucede en el Serengeti, en África, donde la reaparición de las grandes manadas de ñus ha transformado el paisaje africano y su productividad.
Gran parte de los programas de conservación de bisontes en América del Norte se centran en pequeñas manadas encerradas en áreas cercadas, donde la población se maneja de acuerdo con criterios de pastoreo controlado. En Yellowstone, sin embargo, la clave no era el control, sino la libertad de movimiento. Como señalan los autores del estudio, los grandes herbívoros solo renacen realmente cuando pueden moverse a gran escala, siguiendo los ritmos naturales de la migración. Es esta movilidad la que garantiza no solo su supervivencia, sino la propia salud del paisaje que los acoge.
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