The Wire transcurre en la ciudad de Baltimore, Maryland.
Antes de irme de vacaciones quisiera recomendar la serie The Wire, en la plataforma Max. Aunque la primera temporada salió en 2002, está más vigente que nunca. A sugerencia de mi amigo Javier Tello volví a verla y me gustó todavía más que la primera vez que la vi.
Es una joya.
The Wire transcurre en la ciudad de Baltimore, Maryland, una de las tantas metrópolis estadunidenses en decadencia. Los problemas urbanos se apilan y resultan abrumadores para la comunidad afroamericana que ahí es mayoría. A lo largo de sus cinco temporadas se tratan diversos temas, pero la serie se centra en el delicadísimo asunto del tráfico de drogas.
La realidad es abrumadora.
No hay manera de detener la maquinaria de lo que a menudo se considera como “el juego”, la trituradora de un negocio ilegal que deja ganancias multimillonarias a unos cuantos, que involucra a cientos de personas y, desde luego, pudre a comunidades enteras.
En The Wire vemos la interacción de todos los actores del “juego” del narcotráfico urbano en Estados Unidos: la policía local, los federales, la clase política, los fiscales, los jueces, los altos mandos del crimen organizado, la fuerza de venta del narcomenudeo, los sicarios y los adictos.
Imposible resolver el problema de las drogas en el deteriorado puerto de Baltimore.
Por un lado, están las fuerzas del orden representadas por personajes icónicos como el detective rebelde Jimmy McNulty, interpretado extraordinariamente bien por Dominic West. Lo acompaña su excompañero que trabaja en homicidios, el carismático y borrachín Bunk Moreland. Uno de los jefes, el teniente Cedric Daniels, que se debate entre hacer lo correcto o hacer política para seguir subiendo en la jerarquía policiaca.
No tienen desperdicio los personajes del comisionado de la policía y su mano derecha. Impresionante cómo manejan la maquinaria burocrática policiaca y sus relaciones políticas con el alcalde, el consejo de la ciudad y los medios de comunicación.
Agréguese a la sexy y solitaria fiscal Rhonda Pearlman y el juez Daniel Phelan.
Las fuerzas del Estado resultan caóticas por el choque de diferentes intereses, lo cual hace que el combate al crimen se convierta en un teatro del absurdo donde no hay incentivos para resolver la delincuencia. Existe mucha simulación. Todo acaba por ser una fiesta política y tremendamente burocrática. Si acaso, el crimen se administra lo mejor posible para que los habitantes de la ciudad no se irriten y salgan corriendo.
Del otro lado están los maleantes.
Resalta el contraste de dos de los jefazos de la mafia local. Son dos amigos entrañables que vienen de los barrios pobres de Baltimore.
El mero mero es Avon Barksdale, interpretado por Wood Harris. Su papel es fundamental para entender la dinámica del crimen organizado y sus interacciones con la policía, la comunidad y otros actores del mundo del narcotráfico. Representa el papel del mafioso que mantiene un control férreo sobre su territorio y su organización.
Su segundo de abordo es Russell Stringer Bell, interpretado por Idris Elba. Se trata de un personaje inteligente y ambicioso. Estudia administración de empresas y trata de aplicar sus principios a la operación criminal. Con los millones que tiene, cree que llegó el momento de expandirse en el mundo empresarial lícito. Ahí se encuentra con otro tipo de murallas muy difíciles de superar.
Los dos capos lideran una vasta organización. En lo más bajo de la pirámide criminal están los chavitos vendedores, que son los que menos ganan y más sufren por estar metidos en el negocio del narcomenudeo. Sus historias son espeluznantes.
Uno de los mejores personajes de la serie es Omar Little, interpretado por Michael K. Williams. Se trata de una especie de Robin Hood del crimen. En un aire justiciero, se dedica a robarle dinero y droga a los narcotraficantes. Tiene un sentido de lealtad hacia sus amigos y su comunidad. Es un homosexual despiadado, violento e implacable. Un adversario formidable en el inframundo de la criminalidad.
Mi temporada favorita de The Wire es la tercera. Frustrado por los fútiles resultados, a punto de retirarse, el comandante policiaco del Distrito Oeste de Baltimore decide legalizar la compra/venta de drogas en tres zonas especiales de su jurisdicción. Los resultados son fascinantes. No voy a espoliar la serie, pero aquí es donde mejor se retrata la gran hipocresía que existe en Estados Unidos con el tema de la prohibición de las drogas. La estupidez de una guerra que ni es guerra ni puede ganarse.
VACACIONES
Este columnista tomará unas vacaciones de verano por lo que Juegos de poder volverá a publicarse el martes 5 de agosto.