Un ejemplar nacido en libertad confirma la reproducción natural del lobo mexicano fuera de las zonas núcleo protegidas
Ernesto Méndez
El primer registro de un lobo mexicano (Canis lupus baileyi) nacido en libertad se logró en el Área de Protección de Flora y Fauna Campo Verde, ubicada al noroeste del estado de Chihuahua.
Las imágenes del ejemplar fueron obtenidas por Abel Guerrero Tello, integrante del Comité de Vigilancia y Monitoreo Comunitario del Área Natural Protegida. Al revisar los videos de una de sus cámaras trampa, notó la presencia de “un coyote extraño bebiendo agua”, que al ser analizado por César Hernández, jefe del Departamento de la Reserva, se identificó como un lobo mexicano.
Al observar que el ejemplar no portaba un collar GPS satelital, el experto concluyó que se trata de un lobo mexicano nacido en libertad.
La Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp) destacó que este registro se obtuvo en las cercanías de localidades donde se han liberado ejemplares como parte del programa binacional México-Estados Unidos para la reintroducción de la especie.
Indicó que esto confirma que el ejemplar forma parte de las camadas nacidas en vida libre registradas en la región desde 2014, lo que representa un gran avance en la conservación del lobo mexicano, al poder hablar ya de las primeras poblaciones silvestres después de más de cinco décadas.
“Con labores de vigilancia y monitoreo biológico constante, brindando alternativas a los ganaderos ante eventos de depredación —como el asesoramiento para la aplicación del Fondo de Aseguramiento—, la prevención y el combate de incendios forestales, así como educación ambiental, la Conanp contribuye al cuidado y protección de la biodiversidad en beneficio de las comunidades y ecosistemas de la región, y mantiene el compromiso asumido desde 2012 con las primeras liberaciones dentro del estado de Chihuahua”, manifestó la dependencia.
La Conanp señaló que el lobo mexicano es el cánido silvestre más grande de México, con una talla de entre 130 y 180 centímetros del hocico a la cola.
Los adultos pesan en promedio 33 kilogramos. Presentan una cabeza ancha, hocico corto y grueso, ojos separados y pequeños, orejas cortas, redondeadas y erectas; el cuello y las patas delanteras son anchos y más largos que los traseros.
El pelaje es largo, de color café grisáceo en el dorso y más claro en el vientre y las patas, aunque puede presentar variaciones que van del blanco al negro.
Es un depredador tope con una avanzada estructura social: se agrupa en manadas de hasta 30 individuos o en grupos familiares de tres a cinco ejemplares. Originalmente se alimentaba de mamíferos como venados cola blanca y bura, berrendos, pecaríes de collar, borregos cimarrones y conejos.
Se distribuía en bosques templados y pastizales de Chihuahua, Sonora, Coahuila, Nuevo León, Durango, Zacatecas, Aguascalientes, San Luis Potosí, el Bajío y la meseta central, llegando incluso hasta Oaxaca. Habitaba entre las dos Sierras Madre —Oriental y Occidental—, y alcanzaba regiones al sur del Eje Neovolcánico Transversal, en altitudes superiores a mil 500 metros sobre el nivel del mar.
La Conanp agregó que, gracias a las acciones de conservación, el lobo mexicano pasó de la categoría de extinto en vida libre (E) a en peligro de extinción (P), según la Norma Oficial Mexicana 059. Actualmente, se estima que existen entre 30 y 35 ejemplares silvestres, y su futuro ya no luce tan sombrío como en el pasado, dejando de ser “el malo del cuento”.
Lobo mexicano en actividad matutina registrado por cámara trampa en Chihuahua. Fotografía: Fundación Tonkawa Acres / Monitoreo 2025
El nacimiento documentado de un lobo mexicano (Canis lupus baileyi) en libertad dentro del Área de Protección de Flora y Fauna Campo Verde representa un hito significativo dentro de las estrategias de reintroducción y conservación de esta subespecie, considerada la más amenazada del continente. El programa binacional de recuperación del lobo mexicano entre México y Estados Unidos se inició formalmente en 1997, y ha permitido que a la fecha existan más de 200 ejemplares en cautiverio y alrededor de 45 individuos en vida silvestre en México, cifra ligeramente superior a la estimada por la Conanp en el comunicado citado.
Según el censo binacional de 2024, realizado por la U.S. Fish and Wildlife Service y la Conanp, existen al menos 257 lobos mexicanos en estado silvestre en el suroeste de Estados Unidos (principalmente en Arizona y Nuevo México), mientras que en México se han confirmado entre 45 y 50 individuos en libertad, principalmente en zonas como la Reserva de la Biósfera Janos, el Rancho La Mesa y áreas adyacentes del estado de Chihuahua. Este monitoreo anual incluye revisiones con helicóptero, collarines GPS y cámaras trampa.
El hecho de que el ejemplar registrado en Campo Verde no portara collar satelital permite inferir que es producto de reproducción natural en libertad, lo cual es una meta clave en el proceso de consolidación de poblaciones viables, ya que demuestra la adaptación de los ejemplares liberados y la formación de manadas estables. Este es uno de los primeros registros confirmados de reproducción silvestre fuera de las zonas núcleo tradicionales.
Par de lobos mexicanos desplazándose juntos en zona silvestre de Chihuahua. Fotografía: Fundación Tonkawa Acres / Monitoreo 2025
Por otro lado, aunque el lobo mexicano fue declarado extinto en libertad en 1980, su recuperación ha sido posible gracias a un núcleo genético fundado por solo siete ejemplares rescatados de zoológicos y colecciones privadas. Esta base tan reducida conlleva importantes desafíos de variabilidad genética, lo que ha hecho indispensable el manejo cuidadoso de emparejamientos, tanto en cautiverio como al liberar individuos, para evitar la endogamia.
Asimismo, desde 2011 el Fondo de Aseguramiento para la Ganadería ha indemnizado a ganaderos por pérdidas causadas por depredadores silvestres como el lobo y el jaguar, con el fin de reducir conflictos y fomentar la coexistencia. Tan solo en Chihuahua, Conanp y Semarnat reportaron más de 1,500 acciones de prevención de conflictos con ganaderos entre 2019 y 2024.
Este hallazgo refuerza la importancia de los esfuerzos comunitarios en el monitoreo de especies clave, así como la necesidad de mantener y ampliar los corredores biológicos que conectan las zonas protegidas para permitir el flujo genético entre manadas silvestres.
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