Soy de los que piensa que México sí transitó hacia la democracia y llegamos ahí en 2000 cuando Fox ganó la elección.
Para muchos mexicanos, nuestro país comenzó a ser una democracia liberal en 1997-2000 cuando el PRI finalmente perdió el monopolio de los Poderes Legislativo y Ejecutivo. Este grupo está preocupado porque piensa que, hoy, la democracia corre peligro de desaparecer y tener una regresión autoritaria producto del triunfo arrollador del movimiento de López Obrador que, desde 2018, controla ampliamente estos dos Poderes.
Del otro lado, hay quienes creen que en México nunca hubo una democracia de verdad. Que había una simulación y la democracia sólo llegó en 2018 cuando López Obrador ganó la Presidencia. Desde entonces, finalmente estamos en el camino a la tan esperada democratización del país.
Como puede observarse, son dos puntos de vista muy diferentes. En la primera estábamos en una democracia liberal y ahora vamos de regreso al autoritarismo. En la segunda, seguíamos en un régimen autoritario y ahora estamos en camino hacia la democracia.
¿Quién tiene la razón?
Soy de los que piensa que México sí transitó hacia la democracia y llegamos ahí en 2000 cuando Fox ganó la elección.
A partir de entonces, tuvimos los requerimientos institucionales que definen a una democracia liberal. Son ocho, de acuerdo con el libro Poliarquía de Robert Dahl: 1) libertad a formar e integrarse a organizaciones; 2) libertad de expresión; 3) derecho al voto; 4) elegibilidad para ocupar cargos públicos; 5) derecho de los líderes políticos a competir por el apoyo popular; 6) fuentes alternativas de información; 7) elecciones libres y justas; 8) las instituciones que deciden e implementan las políticas gubernamentales dependen del voto u otras expresiones de la preferencia popular.
De alguna manera, en México teníamos estos ocho elementos. No eran perfectos, estaban en proceso de construcción, pero existían. Por eso, me pongo en el bando de los que creen que sí teníamos un régimen democrático liberal en México.
Vayamos, ahora, al otro tema: ¿peligra o no esta democracia con la concentración que está haciendo Morena del poder?
Porque es indudable que, primero López Obrador, y ahora también, se ha reconcentrado el poder en el Ejecutivo federal.
¿Significa esto un regreso al régimen autoritario?
El asunto genera controversia. Lo que puede ser un punto de quiebre para algunos, puede no serlo para otros. De acuerdo con sus particulares definiciones y preferencias, cada quien puede delimitar líneas rojas que el presente gobierno no puede cruzar porque, si así lo hace, acabará con la democracia.
Muchos piensan, por ejemplo, que la captura que ha hecho este gobierno de varios órganos autónomos ya fue una primera línea roja indicativa de la regresión autoritaria.
Está también el control que ya tiene de una mayoría de tres de cinco magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación que sentencia, sin pudor alguno, a favor de los intereses del gobierno morenista.
Y está el caso de la defenestración del Poder Judicial y la consiguiente elección de ministros, magistrados y jueces a partir de “acordeones” que repartió Morena el día de los comicios. Si Morena ya controlaba el Ejecutivo y Legislativo, ahora también ya tiene en su buchaca al Judicial.
La trifecta completa que demuestra que vamos directito de regreso hacia el autoritarismo.
Sin embargo, creo que todavía hay cuatro líneas rojas que cruzar para no dejar dudas de que hacia allá nos dirigimos:
El gobierno de Sheinbaum ya domina una mayoría de seis de los 11 consejeros del Instituto Nacional Electoral, incluyendo a su presidenta. La jefa del Ejecutivo federal ya anunció que va por una reforma electoral en la que definitivamente podría acabar con la autonomía de esta institución toral para la democracia. No sólo dominando por completo su Consejo General, sino minando el Servicio Profesional de Carrera, que es el que organiza tan eficazmente las elecciones en México.
Seguir limitando la representatividad de las minorías en el Congreso. Si ya de por sí Morena y sus aliados están sobrerrepresentados, la eliminación de los legisladores plurinominales podría acrecentar dicha sobrerrepresentación dejando muy disminuidos a los partidos opositores.
El gobierno pasado y el actual han sido respetuosos de la autonomía del manejo de la política monetaria del Banco de México. Otra línea roja sería si decide también meterle mano a esta institución.
Finalmente, está la posibilidad de que el gobierno presione para que se cierren los espacios mediáticos donde se critican sus decisiones, de tal suerte que sólo quede una sola fuente de información en los medios tradicionales: la que trasmita propaganda gubernamental.