Una ceremonia con confeti y muchos políticos sonrientes ha revivido uno de los viejos sueños de Estados Unidos: una línea de trenes de alta velocidad. Las obras han iniciado este lunes para conectar Las Vegas (Nevada) con Rancho Cucamonga (California), una ciudad a 82 kilómetros al este de Los Ángeles. La línea de 351 kilómetros estará en funcionamiento para los Juegos de 2028, asegura Brightline Holdings, la compañía encargada del proyecto, de 12.000 millones de dólares. La mitad de esta inversión será cubierta por el Gobierno federal. Pete Buttigieg, el ministro de Transportes de la Administración de Joe Biden, ha asegurado que el tren creará “miles de empleos sindicalizados, nuevas conexiones a mejores oportunidades económicas, menos tráfico y más aire limpio”.
El proyecto pretende cortar a la mitad el viaje de cuatro horas que se hace ahora entre los puntos a través del desierto de Mojave. Los trenes eléctricos darán servicio a unas once millones de personas o unos 30.000 pasajeros diarios, de acuerdo a los pronósticos compartidos por Brightline, quien logró la concesión de la obra en 2019. La empresa calcula que se hacen unos 50 millones de viajes entre Las Vegas y el sur de California anualmente. La gran mayoría, unos 40 millones, se hacen por la vía terrestre a través de la carretera I-15, que se congestiona en varios puntos de la zona metropolitana de Los Ángeles. La vía ha sido trazada por ir a la mitad de esta autopista.
Wes Edens, el presidente de Brightline, aseguró en una entrevista con Los Angeles Times que el precio del billete por un viaje redondo tendrá un costo aproximado a los 400 dólares. La empresa opera una línea similar en Florida, donde conecta desde septiembre las ciudades de Orlando y Miami (cerca de 400 kilómetros) en un viaje de tres horas y media. Los vagones del tren ofrecen, por 149 dólares (precio del viaje sencillo), acceso a una sala de conferencias, WiFi y un bufé que incluye vino y cerveza.
Los encargados del proyecto de Brightline viajaron a Reino Unido, Francia, España y Japón a investigar sobre la red ferroviaria de alta velocidad que hay en esos países. El tren de Florida tiene una velocidad máxima de 200 kilómetros por hora, mientras que el que conectará Nevada y California alcanzará los 300 kilómetros por hora, convirtiéndolo en el único en todo el país comparable con los trenes bala japoneses, los Tokaido Shinkansen.
Este tren es una de las obras estrella del paquete de grandes infraestructuras de Joe Biden. El Gobierno federal anunció en diciembre pasado la apuesta por inyectar oxígeno a la red ferroviaria estadounidense, que cayó en el olvido después de la Segunda Guerra Mundial, cuando Dwight Eisenhower presentó varios decretos para favorecer a las industrias automotriz y aeronáutica.
Biden, en cambio, anunció el invierno pasado una inversión de 8.200 millones de dólares en 10 líneas de tren de pasajeros. Es el mayor gasto desde que se fundó hace medio siglo Amtrak, la empresa de trenes de pasajeros del país. De esa bolsa de recursos públicos, unos 3.000 millones serán destinados al proyecto de Las Vegas-Rancho Cucamonga. Brightline también ha recibido la aprobación federal para vender bonos por 3.500 millones de dólares que serán utilizados para la construcción.
La Administración, que también ha incrementado su apuesta en las energías limpias, afirma que el tren ayudará a eliminar cientos de miles de viajes entre los dos Estados, lo que se traduce en una reducción de 400.000 toneladas de emisiones contaminantes. Las proyecciones del Ejecutivo aseguran también que la obra creará unos 35.000 empleos temporales durante la construcción y unos 1.000 permanentes una vez que inicie la operación.
El objetivo de Brightline es unir ciudades que están demasiado cerca para volar entre ellas, pero demasiado lejos para conducir. Está aún por verse si los estadounidenses muestran apetito por esta nueva oferta de transporte. Sobre todo en el Oeste del país, donde las distancias son mucho más largas que en la otra costa.
En Florida, Brightline presentó el año pasado pérdidas por 190 millones de dólares en los primeros nueve meses de operación (en los que solo funcionaba la conexión entre Miami y Fort Lauderdale y Palm Beach). La propuesta occidental también pierde atractivo porque el recorrido desde Rancho Cucamonga al centro de Los Ángeles puede tomar hasta dos horas en la hora punta.
Las Vegas necesita más y mejores opciones de movilidad. La ciudad se acerca a los tres millones de habitantes y está consolidando su rol como el mayor atractivo turístico del oeste del país. Además de sus casinos y hoteles, la ciudad roba protagonismo a zonas de California con la llegada de un nuevo equipo de béisbol, una carrera de la Fórmula 1 y con el potencial aterrizaje de una franquicia de la NBA. El año pasado, su aeropuerto registró un récord de 57,6 millones de pasajeros.
La última vez que esta ciudad vio entrar a su territorio un tren de pasajeros, el Desert Wind, fue en 1997. Al menos desde 2005 se escucha la idea de un tren bala con dirección a la zona metropolitana de Los Ángeles. La apuesta de Biden por los trenes de pasajeros ha dado nuevos aires a proyectos que quieren conectar Dallas con Houston en Texas; Atlanta (Georgia) con Charlotte (Carolina del Norte) y Chicago con San Luis, Misuri.
El Acela Express, el tren más rápido de Amtrak, se encuentra hoy sin prestar servicio en un almacén de Filadelfia. Pensado para comenzar su recorrido en 2021 entre Boston y Washington, los vagones guardan polvo porque las pruebas con el tren fueron deficientes, pese a que se invirtieron 2.300 millones de dólares en su adquisición. El fabricante, Alstom, aseguró que el desperfecto era culpa del deterioro de las vías, que provocaban fugas de líquidos y hasta ventanas rotas por la vibración. Muchos consideran que el fiasco del Acela ilustra el divorcio de Estados Unidos con los trenes de alta velocidad. Un matrimonio que Brightline pretende volver a unir.