En mi vida ciudadana y profesional escuché que jamás vería perder al PRI ni ganar a la izquierda ni gozar de libertades para hacer mi trabajo. Por eso no suscribo el estereotipo de que la nueva composición de jueces, magistrados y ministros consolidará fatalmente la instauración de un régimen tiránico en México. ¿Murió ya cualquier resistencia en los juzgados y tribunales? ¿Los buenos abogados, y en el país hay muchos, desaparecerán porque sí con la implantación de la reforma judicial? ¿La inmensa mayoría de los juzgadores elegidos ayer son corruptos y se someterán a las órdenes de una voz? ¿Quién conoce con profundidad a los más de 800 juzgadores que triunfaron ayer para rotularlos anticipadamente de sumisos? No soy un entusiasta de esta reforma, pero lamento el discurso reaccionario de que lo que venga sólo podrá ser peor de lo malo que teníamos. ¿Cuántas veces en realidad los juzgados y tribunales fueron contrapeso de los abusos y corruptelas de los poderosos y los poderes fácticos? ¿Qué ciudadano le ganaba un pleito a un poderoso resuelto a no perderlo? ¿Qué Poder Judicial lloramos este lunes? Comienza una era. Vamos a registrarla, a contarla, a ver de qué se trata.