JUDITH LEÓN / CONECTA ARIZONA
La pandemia de Covid-19, que se decretó en el año 2020, cambió muchas prácticas y vidas para bien y para mal, como no salir de casa, limitar la convivencia social y las actividades laborales -que inicialmente se detuvieron- por mencionar algunos ejemplos.
Mientras algunas economías y sistemas de salud colapsaron, la vida cotidiana también se modificó al tener que estar pendientes de síntomas y reacciones del cuerpo, aplicar medidas estrictas de limpieza de nuestro espacio, con algo básico como el lavado de las manos, la desinfección de los productos que entraban a las casas y limitar los aforos en comercios y servicios.
En esa época, el influencer Favián Lameda trabajaba en California, Estados Unidos, y debió regresar a su pueblo, San Pedro de la Cueva, en Sonora; lugar en el que se reencontró con su familia y con el ir y venir de su infancia.
Su gusto por la fotografía lo había llevado a compartir, en Internet, imágenes de cómo es el lugar: la cueva que le da el nombre al pueblo, la cercanía con la presa y el trabajo de los pescadores que ahí se desarrollan; los cultivos de hortalizas, cómo son los frutos que se cultivan, cómo están organizadas las casas, cómo son las plazas públicas, la iglesia y las festividades, entre otros aspectos.
¿Dónde está San Pedro de la Cueva?
Esta población se encuentra a 265 millas de la frontera entre Sonora y Estados Unidos, tomando como punto de partida Nogales, Arizona. Son alrededor de 5 horas y 27 minutos de recorrido terrestre, iniciando por la Carretera México 15, posteriormente el libramiento de Hermosillo hasta llegar al entronque para seguir por la Carretera 20 estatal.
Se ubica a pocos kilómetros de la hidroeléctrica Plutarco Elías Calles, mejor conocida como presa El Novillo, donde se encontraban los pueblos “desaparecidos” Suaqui, Batuc y Tepupa, inundados para la construcción de esta magna obra hidráulica, y, a dos horas de Hermosillo, capital de Sonora.
La población es pequeña, la mayoría de sus moradores se conocen; en sus calles, las personas orientan al visitante dónde venden obleas, tortillas de harina y de maíz, empanadas y coyotas, que son algunos de los productos de la región; las calles están pavimentadas y algunas suben y bajan para cruzar el pueblo. La mayor actividad y circulación de las personas se registra los sábados y domingos. Durante la semana, el ritmo del pueblo es tranquilo y silencioso.
De regreso al pueblo, Lameda comenzó a compartir imágenes de los vecinos, quienes hacían su esfuerzo por sobrevivir a la crisis mundial; fue así como -poco a poco- surgieron sus caras, nombres y sus emprendimientos: todos tradicionales, como venta de tortillas, pipitorias, costuras y bordados de servilletas, sobrecamas y comales de barro, por mencionar algunos.
Varias de las personas cuya vida hemos conocido a través de las redes sociales de Yo amo San Pedro de la Cueva, pertenecen al grupo de la tercera edad; ellos siguen con sus labores para ganarse la vida y también como una forma de mantenerse activos como preparación de alimentos y conservas, trabajos manuales y de artículos de uso doméstico como bateas (bandejas hechas con troncos de árboles).
La mayoría de estas personas de San Pedro de la Cueva y de comunidades aledañas, quienes vivían en condiciones precarias que se agravaron por la crisis de la pandemia, llamaron la atención de usuarios de redes sociales, quienes se manifestaron con la intención de apoyarlos de manera económica y material, mejorando así su calidad de vida.
El interés y los apoyos comenzaron a llegar y esto dio pie a un programa de beneficiarios, quienes han sido identificados en el pueblo por un colibrí pintado en el exterior de sus casitas blancas.
Algunos de los personajes que dan vida a las transmisiones en vivo y diversos tipos de publicaciones son doña Beba y don Pancho; Ramoncita y su esposo don Nacho, don Benny, El Pinto y doña Coyo, quien ya murió, pero aún es recordada por los cibernautas que han conocido, de manera física o virtual, el pueblo.
Atracción de turismo y beneficio para todos
La iniciativa de recibir apoyos y distribuirlos ha mejorado las vidas de las personas al tener comida segura, atención médica, acompañamiento, la presencia de alguien que ve por ellos, atiende y da seguimiento a sus necesidades.
También ha beneficiado al pueblo, ya que son miles de turistas los que se cuentan principalmente los fines de semana, llegan en sus autos, en autobuses y en tours (de promotores turísticos) para conocer el sitio y a los señores y señoras que han alcanzado la fama en la red, a quienes compran sus productos, al mismo tiempo que hacen consumo en casas, tiendas y negocios de alimentos.
El beneficio y la atracción turística también se registra en la ocupación del único hotel del pueblo, y en la demanda de habitaciones o casas que algunos pobladores han habilitado para su renta a los visitantes y cubrir la demanda de hospedaje que se incrementó con el auge tomado por San Pedro de la Cueva y su gente.
Además de la vecindad con las ruinas de los pueblos inundados, una de las historias más fuertes de San Pedro de la Cueva es que Pancho Villa, uno de los líderes de la Revolución Mexicana, pasó por este pueblo dejando una huella de oscuridad.
Los registros del lugar mantienen viva la herida de la matanza de 85 hombres del pueblo, de todas las edades, quienes fueron ajusticiados en la plaza principal el 2 de diciembre de 1915. En este sitio hay un monumento con sus nombres, y se les recuerda cada año con una representación de ese hecho; como héroe también se destaca el nombre del sacerdote Andrés Avelino Flores, quien abogó por ellos, pero no libró el poder de las balas de Villa.
Este acontecimiento se recuerda con ‘La procesión de las viudas’, conformada por las nietas, bisnietas y demás descendientes de las familias que fueron desintegradas por la furia de Villa.
La historia de este suceso tiene un espacio en el Museo Costumbrista, desde donde salen las dolientes cada mes de diciembre a recorrer el pueblo, el lugar donde fueron asesinados los sampedrenses, y el panteón donde fueron sepultados.
El sol sale para todos en San Pedro de la Cueva
Si bien, el pueblo recibía visitas turísticas antes de la pandemia, o posterior a esta, con la proyección que recibió en redes sociales, los turistas llegan de Sonora y México; también de Estados Unidos, y los apoyos económicos ni se diga; estos también han llegado desde Europa.
Con los recursos que se destinan a este pueblo se atienden necesidades de alimentación por medio de despensas, y con ellos también se aporta a la compra de medicinas, pagos de servicios y a cubrir las necesidades de los beneficiarios, quienes siguen trabajando motivados de ver la aceptación de los productos que cocinan o fabrican de manera artesanal.
Favián Lameda señala que no dimensionó el alcance que llegaría a tener la iniciativa de promocionar el trabajo de la gente del pueblo, presentando a las personas, cómo son, dónde y con quién viven, cómo es el espacio donde trabajan (generalmente es desde sus casas y patios) y cómo venden sus productos.
Al recibir pesos, dólares y euros, el influencer evidencia en Facebook, YouTube e Instagram, cómo se entregan los apoyos, algunas veces físicamente, otras con regalos que les envían y también llevándolos a comprar alimentos, según las indicaciones de los patrocinadores.
Lameda ha sido un migrante, un hombre que ha buscado mejorar su vida en Estados Unidos a donde regresa, como lo hace en estas fechas para promover lo que hacen los sampedrenses y también el lugar donde transcurre su vida y la de su nueva familia.
La labor que inició en 2020 le ha valido su popularidad como influencer con un mensaje positivo y solidario. En Facebook tiene 586 mil seguidores; 12 mil en Instagram y tiene 274 mil suscriptores en YouTube. También se ha ganado un colibrí pintado en el exterior de su casa, como lo tienen otros personajes del pueblo,
pintados por la artista María Tarazón. Asimismo, tiene un corrido compuesto por Valentín Romero e interpretado por Sergio Lucero. Escúchelo, a continuación.
¿Cómo fue tu niñez en San Pedro de la Cueva?
Fue muy bonita, porque no había tanta tecnología. Tengo 39 años; no había celulares, no había Internet; los juegos eran bonitos; por ejemplo, me acuerdo que jugábamos al bote robado, que también le dicen las escondidas.
Jugábamos al trompo, a ‘la roña’, que le llamaban; al 18, que más que nada era de los hombres; también íbamos a bañarnos al río, donde hacíamos unos resbaladeros ahí en los paredones, para caer al agua.
Recuerdo que no había ‘cable’ (servicio de televisión de paga), era muy poca la gente que tenía cable y solamente había dos canales: el de Las Estrellas y a veces llegaban a poner el Canal 5, donde había caricaturas. Todos los niños nos volvíamos locos cuando llegaban a poner ese canal porque era poco común.
¿Cuánto ha cambiado tu pueblo?
Ha cambiado muchísimo, para bien. Para empezar, tenía un camino de terracería. Se hacían como cinco horas para viajar a Hermosillo. Después, como en el año 1993 o 1994 creo que fue cuando hicieron el camino que está actualmente.
Y ya son dos horas para llegar a Hermosillo, tres horas menos. Ya después lo pavimentaron. Ha cambiado mucho: tiene banco, tiene Internet, hay señal para teléfono celular desde 2009 o 2010. En general, el pueblo ha cambiado mucho, ha estado modernizándose.
Antes del boom de Yo Amo a San Pedro de la Cueva, ¿a quiénes conocías de los personajes que ahora identificamos en tus publicaciones?
Conocía a la mayoría, a don Gringo, a doña Beba y a don Pancho no me tocó porque cuando yo estaba en la escuela -estuve en San Pedro hasta la secundaria-, ellos vivían en Empalme.
En la casita de doña Beba vivía doña Amada, que, como doña Beba platica, fue a cuidarla hasta que falleció y se quedó con la casita. Entonces cuando yo me fui a Hermosillo a estudiar la preparatoria fue cuando llegó doña Beba.
Conocía también a don Gringo y a doña Ramona; a los que no conocía son don Benny porque es de otro pueblito, y El Pinto también. Los que no conocía son los que viven fuera, de otros pueblos, pero ahí, en San Pedro todos nos conocemos.
¿Quiénes son algunos de los pobladores de San Pedro de la Cueva?
Doña Beba y don Panchito son una pareja muy buscada por los turistas que llegan al pueblo, han compartido la mayor parte de su vida, pero su boda se celebró el 6 de mayo de 2023 y es, quizás, la más famosa en la historia del pueblo.
Doña Ramoncita es otro de los personajes de San Pedro de la Cueva, ella y su esposo son adultos mayores, fueron los padrinos de lazo en la boda religiosa de doña Beba y don Pancho. Ramoncita borda servilletas que le compran también en Estados Unidos, y prepara tortillas de harina y de maíz en la cocina de su casa, donde hay un colibrí pintado en la fachada. Al entrar están las hornillas y comales; ahí recibe a los clientes que la buscan para conocerla, conversar y degustar sus preparaciones.
Don Benny es otro adulto mayor que vive en San Pedro, aunque no es originario del lugar, pero sí del sector; cuando coincide con Favián y otros amigos, comparte historias de quienes vivieron de los pueblos inundados; con don Gringo han recorrido las ruinas que quedan al descubierto cuando la presa no tiene agua, como la iglesia, algunas casas y el panteón.
¿Qué piensas o sientes del impacto que tiene tu labor en otros lugares fuera de Sonora?
Es muy bonito que identifiquen la labor que gracias a Dios se me dio, porque como siempre lo he dicho, si yo lo hubiera planeado no se me hubiera dado.
Me están apareciendo en estos días los recuerdos de mi Facebook. Han pasado cuatro años y sí, es muy bonito el impacto que ha tenido, estoy muy contento también porque en Estados Unidos hay mucha gente que me sigue, me saluda y me envía apoyos.
Favián Lameda viajó de Arizona a California, en el trayecto, en Tucson, hizo entrega de chúcatas (una especie de miel gomosa que se obtiene de los árboles de mezquite, antes de las lluvias y que para las personas ‘de antaño’ era una golosina; aunque también sirve para hacer pegamento, todo depende de lo dura o blanda que sea); también entregó un paquete de café que fue tostado por doña Ramoncita, y en Phoenix entregó tortillas de harina y otros alimentos que preparan las nietas de doña Coyo.