La elección como papa de un colaborador de Francisco en el Vaticano lanza un mensaje de continuidad respecto a las reformas en la Iglesia
Editorial
Con la elección del estadounidense Robert Francis Prevost Martínez, de 69 años, como nuevo papa con el nombre de León XIV, los cardenales reunidos en el cónclave han optado por un candidato de consenso de cuyas primeras palabras se desprende que seguirá el legado social de Francisco y en cuyos gestos formales se vio un guiño a los sectores conservadores de la Iglesia. Revestido de los atributos papales, a los que renunció Bergoglio, para saludar por primera vez a la multitud congregada en la plaza de San Pedro y con un discurso que comenzó con un tono cristológico y catequizador, Prevost ha elegido el mismo nombre que León XIII, creador de la Doctrina Social de la Iglesia, recordó a Francisco, insistió en la necesidad de “construir puentes” y pronunció en numerosas ocasiones las palabras “todos” y “paz”. Es decir, el primer papa estadounidense de la historia se mostró conciliador en un momento de importantes tensiones en la institución que encabeza desde este jueves.
El legado de Francisco no ha dejado a nadie indiferente y, a pesar del entusiasmo habitual en el mundo católico ante la elección de un nuevo sucesor de san Pedro, Prevost hereda una serie de cuestiones que no van a resultar de fácil gestión. El papa fallecido marcó un antes y un después en la historia reciente de la Iglesia, y León XIV hereda no solo su mensaje, sino también los conflictos que se revelaron o suscitaron durante su pontificado.
Junto al papel de la Iglesia católica como mediadora de conflictos, habrá que ver cómo aborda el nuevo papa la defensa de los migrantes y la crítica frontal al nacionalismo excluyente realizada por Francisco y que ha puesto a Roma en rumbo de colisión tanto con la Administración de Donald Trump como con las políticas xenófobas que se están imponiendo en algunos países de Europa. Como cardenal, Prevost no ha escondido sus críticas a la política punitiva a la migración y para ello ha utilizado sus redes sociales, de cuyo buen manejo dan muestra los 100.000 seguidores que antes de su elección tenía en X. También resulta particularmente significativo que empleara el español —fue durante años misionero en Perú— y no el inglés como segunda lengua, tras el italiano, en sus primeras palabras desde el balcón de San Pedro.
El acercamiento del Vaticano a la comunidad LGTBIQ+ y a diversas minorías durante los últimos años ha generado en el interior de la Iglesia una polémica que en ocasiones ha rozado el enfrentamiento abierto. Así sucedió cuando los obispos africanos rechazaron la posibilidad de bendecir a las parejas homosexuales tal y como se les sugería desde Roma. No fueron pocos los sectores conservadores que vieron en esta apertura una amenaza a la tradición, por lo que este cónclave representaba para ellos la ocasión de corregir el rumbo. No parece que la elección de Prevost vaya a satisfacer sus expectativas, pero el nuevo pontífice deberá abordar una cuestión que, lejos de estar resuelta, ha evidenciado importantes divisiones en la Iglesia. Lo mismo que el papel de la mujer en la jerarquía eclesiástica, un ámbito que parece vivir ajeno a los cambios de la sociedad en el camino hacia la igualdad.
No menos delicadas son otras dos cuestiones urgentes: la lucha contra los abusos sexuales y el manejo de las finanzas vaticanas. En el primer caso, lo deseable es que se confirme y amplifique la firme voluntad de transparencia mostrada por el papa argentino, algo que tiene como detractores dentro del mismo aparato eclesiástico a quienes consideran que el reconocimiento público del escándalo daña gravemente la imagen de la institución. La continuidad de esa política será una de las primeras pruebas del nuevo papa. En paralelo, León XIV deberá culminar el proceso iniciado por Francisco para borrar toda sombra de sospecha sobre el dinero que mueve el Vaticano, al tiempo que afronta una delicada situación financiera.
En su primera homilía desde la plaza de San Pedro, cuya fecha se determinará probablemente hoy, Prevost marcará las líneas iniciales de su pontificado. Mientras el mundo observa, la Iglesia se halla en un cruce de caminos. Ahora le toca a León XIV elegir una dirección.
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