DOMINGA.– Rudyard Kipling acuñó uno de los grandes clichés literarios en uno de sus cuentos más famosos, “En la muralla”, en el que describe así a una de sus protagonistas, una cortesana que recibía en su alcoba a políticos y poetas: “Lalun es miembro del oficio más antiguo del mundo”. Desde entonces, se usa la frase para hablar de la prostitución.
Quienes estamos obsesionados con el crimen organizado creemos que hay un oficio aún más viejo: el del criminal, ese que le quitaba una parte de las ganancias a mujeres como Lalun para poder prostituirse. En la antigua Roma operaban, por ejemplo, los guardias nocturnos, los vigiles, quienes extorsionaban con un impuesto ilegal a los burdeles; en la antigua Grecia estaban los sicofantes que exigían una cuota a personas honradas para no manchar su imagen.

El mayor y más prolongado sistema de “derecho de piso” de la historia ocurrió en la era medieval: los vikingos hacían incursiones ilegales en las Islas Británicas y desde el siglo X y hasta finales del XI obligaron a los reyes a pagarles un tributo anual en plata y monedas a cambio de no saquear sus tierras. Ese sistema se recuerda hoy como danegeld, que en nórdico antiguo significa “oro danés”.
Desde entonces, en el agua aparecieron bandidos flotantes en el Estrecho de Malaca, el Golfo de Adén, el Mar de la China Meridional, el Caribe y las aguas frente a lo que hoy conocemos como Somalia. A esos ladrones de altamar se les vio también en el Golfo de México cerca de 1550, en las costas de Veracruz y Campeche, ansiosos por robar a las embarcaciones españolas que despojaban a los pueblos originarios de América.
La historia del crimen es la historia de la humanidad, pero no necesariamente del crimen organizado. En los tiempos de los imperios, las monarquías y las colonias, los delincuentes eran caóticos, anárquicos y desestructurados. El mejor ejemplo son los piratas que atacaban las costas hoy mexicanas, cuya palabra viene del griego peirates, que significa “intentar” o “probar suerte”. Robaban al azar, sin planeación ni jerarquía en sus embarcaciones. A veces, lograban un gran botín; en otras, sólo pescaban la muerte. Dependían del azar –el viento, el oleaje, la tempestad– porque eran hombres sin instrucción marina, incluso estigmatizados como estúpidos por su torpeza.
Eran los tiempos del crimen desorganizado. Con la organización, cambiaría el mundo.

Los puntos calientes y los narcóticos: la mota es reina, el opio el rey
La primera ola global del crimen organizado inicia con el pasado cambio de siglo, según Wesley Posvar, director del Centro Matthew B. Ridgway de Estudios de Seguridad Internacional en la Universidad de Pittsburgh.
En ese periodo, aparecen “puntos calientes” en el mapa internacional con dos características: el crimen se asienta en países independientes y trabaja con un sistema parecido a un organigrama, como las primeras empresas. La asignación de tareas específicas para cada miembro de un grupo criminal modifica al mundo.“En Italia, particularmente en Sicilia, la ausencia de los terratenientes y un Estado débil y lejano proporcionaron un terreno fértil para el crecimiento de redes de extorsión. Muchos sicilianos emigraron posteriormente a Estados Unidos, y al menos algunos llevaron consigo su criminalidad, la cual se vio impulsada por la prohibición del alcohol.“En China, las tríadas derivaron en actividades criminales. En Japón, comenzó a cristalizarse en un conjunto más cohesionado de organizaciones criminales […]. La Yakuza fue capaz de proporcionar bienes del mercado negro que escaseaban, al mismo tiempo que actuaba como un baluarte adicional contra el comunismo”, describe Posvar, quien escribió La Quinta Ola: el crimen organizado en 2040, un informe para la organización no gubernamental Iniciativa Global contra el Crimen Organizado Transnacional.

La segunda ola del crimen organizado se centra en los narcóticos. Su auge ocurre después de la Segunda Guerra Mundial y se extiende hasta 1990.
Arranca con el tráfico de heroína desde el Triángulo Dorado del sudeste asiático y se alarga hasta la producción de cocaína a escala industrial, particularmente en Colombia. Ingresan al crimen organizado las pandillas carcelarias en América Central y Brasil, también los traficantes de heroína en Afganistán.“Posteriormente, México asumió el liderazgo en el contrabando de cocaína hacia Estados Unidos, al tiempo que diversificaba su producción hacia la metanfetamina y la heroína”, escribe Posvar.
Son los años de esplendor del Cártel del Golfo en Tamaulipas y el Cártel de Guadalajara en el Pacífico mexicano. Aparecen las leyendas del narcotráfico en México: Ernesto Fonseca Carrillo, Don Neto; Miguel Ángel Félix Gallardo, El Jefe de Jefes; Rafael Caro Quintero, El Narco de Narcos. La mota es reina, el opio el rey.
El crimen organizado de la segunda ola hace un gran descubrimiento: ¿para qué operar como contrarios de las naciones, si pueden trabajar como sus socios?

La cooperación de grupos criminales en el mundo
La tercera ola del crimen organizado es impulsada por la globalización. El libre comercio crea un entorno en el que los bienes ilícitos pueden ocultarse fácilmente dentro de cargamentos legales que cruzan el mundo.“La rapidez del comercio global, el uso generalizado de contenedores intermodales y las zonas francas cada vez más ubicuas ofrecieron nuevas oportunidades para el contrabando y el tráfico de todo tipo de mercancías.“El Tratado de Libre Comercio de América del Norte permitió que las organizaciones mexicanas de tráfico de drogas desarrollaran una presencia extendida en Estados Unidos. Aunque el crimen transfronterizo no era nuevo, la aparición de organizaciones criminales transnacionales fue una consecuencia directa de la globalización”, asegura Wesley Posvar.
Es el tiempo de la cooperación entre grupos criminales en el mundo. Por ejemplo, organizaciones criminales vietnamitas en República Checa, criminales albaneses en Ecuador y organizaciones criminales marroquíes en Países Bajos.
En México, el Cártel de Guadalajara se hace añicos y aparece, por ejemplo, el Cártel de Sinaloa bajo el liderazgo de Joaquín Guzmán Loera, el capo que mejor personifica la globalización: El Chapo abre rutas desde Colombia hacia Estados Unidos, contrata pilotos entrenados en España, abre laboratorios clandestinos en Malasia, negocia con los brokers en Turquía.

Los Zetas tienen lazos con la mafia italiana, mientras que el Cártel del Golfo hace socios en Canadá y el Cártel del Milenio busca clientes en Bolivia. Y en la capital mexicana, comerciantes del Barrio Bravo de Tepito se integran al clan de los Beltrán Leyva –y crearán después de La Unión Tepito– y ofrecen sus servicios globales: viajar tres o cuatro veces a China para traer a México los productos de moda que se venden como pan caliente en el mercado negro que no paga impuestos. Se hacen llamar a sí mismos Los Marcopolos, porque son viajeros que atraviesan el mundo comprando piratería para venderla a unos kilómetros de Palacio Nacional.
El crimen organizado comienza a abandonar las drogas como sus principales productos y amplían su catálogo: medicinas, electrónicos, bienes que imitan a marcas de lujo. Y hacen negocios en estos rubros sin importar husos horarios ni fronteras. El mundo es suyo.
El crimen organizado y el internet: fraudes en línea y más
La cuarta oleada del crimen organizado surge con la masificación del internet. El ciberespacio ofrece a los delincuentes una comunicación barata y sencilla, el acceso global a productos y la reducción de los costos de transacción. Y un gran valor: el anonimato, la capacidad de esconderse detrás de un perfil sin nombre ni fotografía real.

Los criminales a escala mundial operan fraudes en línea, usurpación de identidades, así como ataques de ransomware –software malicioso– dirigidos a empresas, gobiernos e individuos de interés, como periodistas, jueces o políticos.
Organizaciones clandestinas como Black Axe en Nigeria, la mafia 14K en China o el Cártel Jalisco Nueva Generación en México operan a sus anchas gracias a comunicaciones cifradas, venden drogas y bienes ilícitos en la “deep web” e, incluso, utilizan códigos QR en ofertas laborales falsas que cuelgan en redes sociales para acelerar el reclutamiento forzado. Su presencia es común en el internet: operan en videojuegos, en redes sociales, en teléfonos inteligentes.
En la pandemia, por ejemplo, cuando los casinos cerraron, las mafias asiáticas crearon aplicaciones apócrifas que simulaban ser juegos en línea para apuestas y las llenaron de opiniones positivas para que los usuarios creyeran que estaban descargando un programa legítimo. Cuando ingresaban sus cuentas bancarias para obtener monedas virtuales y jugar en los casinos digitales, sus ahorros eran robados de inmediato.“El ciberespacio es altamente criminógeno y ha brindado nuevos incentivos, capacidades y oportunidades al crimen organizado. Aunque el auge del cibercrimen representa la cuarta oleada, al igual que las anteriores, esta oleada se extenderá hacia el futuro, alimentando la quinta y más poderosa oleada del crimen organizado”, se lee en el informe de Posvar.
Esa quinta olea ya comienza a salpicarnos.
El apogeo de las crisis climáticas y el avance de tecnologías nunca vistas
Si usted mientras lee este texto, el calor de Semana Santa lo abochorna y escasea el agua en su colonia, significa que tiene los pies metidos en la quinta ola del crimen organizado. De acuerdo a Wesley Posvar, hay dos características de esta nueva etapa que tendrá su cenit en 2040: el apogeo de lascrisis climáticasy el rápido avance de tecnologías nunca antes vistas. El agua es el nuevo fentanilo, los minerales son la nueva cocaína. Ahí estarán los objetos del deseo de personas y países, que administrará el crimen organizado.“Esta ola se beneficiará de los mercados de escasez, aprovechando las interrupciones en recursos esenciales provocadas por el cambio climático”, dice el informe, que añade otro producto al nuevo menú de los criminales: alimentos como granos y tubérculos.

En México, el Cártel de Sinaloa ha sido acusado de acaparar el agua para sus negocios a través del control de presas en la frontera con Sonora y Chihuahua; el Cártel Jalisco Nueva Generación de desviar los ríos para que hidraten las compañías legales establecidas en el Pacífico. Y brazos armados pequeños, como el Cártel Chamula, en Chiapas, enfrentan acusaciones de acaparar alimentos básicos, como huevo o pan, para crear una falsa escasez que les permita justificar los altos precios de venta.
En la Ciudad de México, los habitantes de las colonias periféricas suelen pagar cada año entre 5 y 10% más por pipas de agua potable que alivien las necesidades más urgentes; las empresas que quieren hacer negocios en esos lugares, sin avisar a las mafias locales, terminan quebradas porque sus choferes son secuestrados o sus vehículos incendiados. Y en el norte, las escisiones del Cártel del Golfo imponen el “derecho a la sombra”, un impuesto por cada árbol frondoso que refresca una casa en la Frontera Chica.“Al utilizar herramientas emergentes como la inteligencia artificial, los vehículos autónomos y la tecnología 5G, las organizaciones criminales alcanzarán nuevos niveles de sofisticación, dificultando que las fuerzas del orden puedan contrarrestar su alcance y resiliencia”, añade Wesley Posvar.
Así que ahora lo sabe: una gota de sudor en la frente puede indicar algo más que un golpe de calor o una sequía. Es la gota gorda que sudamos todos, que no queremos entrar a una nueva era del crimen organizado.
GSC/LHM
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