“En un partido donde hay militantes que identifican a Alcalde como del grupo de ‘los puros’, asumiéndose de facto como que ellos son ‘los impuros’, tiene relevancia también que Morena discuta, como lo planteó Sheinbaum, los riesgos de convertirse en un partido de Estado”.
Las olas ciudadanas del 2018 con Andrés Manuel López Obrador y del 2 de junio con Claudia Sheinbaum fueron tan gigantescas que arrastraron mucha basura política a Morena, que al cumplir diez años de su registro como partido, este 9 de julio, enfrenta un dilema: La ratificación de principios, una auténtica regeneración, o un mayor deterioro en medio de la victoria.
La secretaria de Gobernación y una de las fundadoras de Morena, Luisa María Alcalde Luján, es hasta ahora la única que ha manifestado abiertamente su proyecto de presidir el partido que, en una década, pasó de ser una fuerza marginal a hegemónica, con la ratificación de la Presidencia de la República, prácticamente la mayoría constitucional en el Congreso y 24 de los 32 gobiernos estatales, un caso insólito al menos en el hemisferio americano.
En entrevista en “Los Periodistas”, el lunes 8, Alcalde dio la primicia de que buscará presidir el partido que ella fundó y para qué: “Hoy Morena tiene ese enorme reto de no perder la mística y de no alejarse de la gente. Ya es muy distinto a lo que se inició”.
Ha crecido tanto este partido, dijo, que requiere cambios, incluyendo nuevas definiciones: “Hoy que ya es tan grande se necesita ir avanzando en esta consolidación, que es institucionalizarlo, y garantizar que haya participación de todos en las decisiones. Creo que es un momento muy importante para aterrizar sus principios, sus valores, qué es el humanismo mexicano, incluso qué es el propio obradorismo”.
Más allá de si habrá otros aspirantes a presidir Morena, sobre todo para negociar la secretaría general y otros cargos en el Comité Nacional, la sucesión en este partido, prevista para finales de septiembre, es políticamente relevante por ser el partido gobernante. En un país cuya oposición está destrozada, bajo el control de dos sectas, la biografía de los dirigentes del oficialismo arroja datos sobre el presente y el futuro del país a mediano y largo plazos.
El origen, la formación y el pensamiento de quienes asuman la dirección de Morena tendrán, por ejemplo, una repercusión en la integración en la Cámara de Diputados que se elegirá dentro de tres años y hasta en la elección presidencial de 2030.
Son embusteros, deshonestos y producto de mentes perezosas los análisis que comparan a Morena con el PRI del siglo XX, porque pasan por alto el dato sustantivo de que el poder constitucional que el primero ha obtenido es por el voto democrático y con las reglas e instituciones creadas por la oposición, pero no por eso puede ignorarse que prácticas y vicios del PRIAN se han reproducido en ese partido y en sus gobiernos, que deben desterrarse a riesgo de validar esas críticas.
En diez años, Morena ha tenido cinco presidentes, Martí Batres, López Obrador, Yeidckol Polevnsky, Alfonso Ramírez Cuéllar y Mario Delgado, pero no ha logrado aún consolidarse como partido político, en buena media porque la conquista de numerosos gobiernos y posiciones legislativas han desmantelado o impedido avanzar en la estructura partidaria y porque aún arrastra sectarismos y grillas de la izquierda retobona.
También el pragmatismo a ultranza para ganar elecciones, que ha privilegiado a personajes públicos conocidos en detrimento de la base militante, ha deteriorado la unidad partidaria y la institucionalización.
Y si bien el ejercicio de la política inclusiva encabezada por Sheinbaum impidió rupturas tras los enconados procesos internos, salvo casos como el de Morelos, es insoslayable que no está definido del todo lo que es y debe ser Morena, más allá de no robar, no mentir y no traicionar al pueblo.
En este sentido, la candidatura de Alcalde y su eventual elección como presidenta, ya sea por encuesta o por elección en el Congreso Nacional, representa, de inicio, un regreso a los orígenes de Morena y la oportunidad de erradicar prácticas viciosas.
Aunque Mario Delgado ha sido el más exitoso presidente que ha tenido Morena, con Citlali Hernández en la Secretaría General, también asumió decisiones cuestionables, más allá de que arrastra haber sido uno de los entusiastas del Pacto por México de Enrique Peña Nieto y que sólo renunció al PRD en 2015.
Alcalde, en contraste, participó en la fundación del Movimiento de Regeneración Nacional como asociación civil, el 2 de octubre de 2011 —que fue el embrión de Morena—, fue la imagen en su primer spot, en 2012, y su primera dirigente juvenil, en 2014, cuando su madre, Bertha Luján, era la secretaria general del primer comité nacional.
Después de haber sido secretaria del Trabajo y de Gobernación, que le ha dado experiencia en la interlocución con todos los sectores de la sociedad, Alcalde Luján es vista con simpatía por Sheinbaum y López Obrador, así como por los fundadores de Morena que difieren de las prácticas de expriistas.
En un partido donde hay militantes que identifican a Alcalde como del grupo de “los puros”, asumiéndose de facto como que ellos son “los impuros”, tiene relevancia también que Morena discuta, como lo planteó Sheinbaum, los riesgos de convertirse en un partido de Estado.
Con la biografía del PRI como apéndice del Presidente de la República y del PAN que fue sometido por Felipe Calderón, Morena tiene el deber de ser independiente del poder presidencial, sobre todo cuando hay gobernadoras y gobernadores que controlan la estructura partidaria.
Esa y otras prácticas, incluyendo naturalmente las asociadas a la corrupción y al tráfico de la miseria, deben discutirse para ratificar el compromiso de erradicarlas o asumirlas ya como válidas, pero lo que no debe haber es simulación.
Por lo pronto, con las figuras de Sheinbaum y Alcalde se ratifica que “es tiempo de mujeres” y que se consolida el recambio generacional, porque ninguna de las dos tiene pasado priista ni panista por más que aún prevalezcan en el gabinete, en el Congreso y en las gubernaturas cuadros de ese origen.
Álvaro Delgado Gómez
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