El historiador publica ‘Una guerra ortodoxa’, volumen que analiza el conflicto entre Rusia y Ucrania desde una perspectiva religiosa.
Redacción AN / HG
Para Jean Meyer (1942) el factor religioso está en el centro de la guerra entre Rusia y Ucrania, de ahí su interés por contar y explicar el desarrollo histórico de la Iglesia ortodoxa rusa y sus alianzas con los gobiernos de Boris Yeltsin y Vladimir Putin.
Producto de sus investigaciones en esta materia es Una guerra ortodoxa. Rusia, Ucrania y religión (1988-2024) (Bonilla Artigas Editores), libro que en principio sería la continuación de su anterior trabajo Historia religiosa de Rusia y sus imperios, pero que obligado por las circunstancias de un conflicto que ya rebasa los dos años, tomó un rumbo más orientado a la comprensión de lo que ahora ocurre entre ambos países.
Usted ha abordado el conflicto entre Rusia y Ucrania desde una perspectiva religiosa, ¿por qué?
Muchos de quienes nos interesamos en ese tema, periodistas, académicos, pertenecemos a un tipo de élite intelectual que se alejó de la religión, especialmente en nuestros países occidentales nos cuesta entender su importancia. Por eso no comprendemos a los países donde el islam sigue siendo un factor de cultura, civilización y de vida cotidiana importantísimo. Tampoco entendemos países como Rusia donde, aunque no haya mucha práctica religiosa, el 80% de la población se declara ortodoxa, para ellos definirse así es una cuestión de identidad nacional y cultural. Al menos desde el siglo XVII, la religión ha marcado de una manera extraordinaria al sistema político y la mentalidad política rusa, desde entonces cuajó el mito de que Rusia es la tercera Roma, eso lo dijo el monje Filoteo el zar Basilio III en una carta. Esta idea ha perdurado a través de los siglos, incluso en tiempo de la Unión Soviética. Stalin utilizó hábilmente a la Iglesia ortodoxa para su proyección política y ahora Vladimir Putin también lo hace, va al templo y está en los momentos litúrgicos más importantes del calendario cristiano. Hoy en día la Iglesia rusa es poderosa y rica; hay una alianza y fusión entre Putin y el patriarca Kirill, líder de la Iglesia ortodoxa, y en ese sentido hablan de la operación militar especial en Ucrania como una Guerra Santa por tanto la sangre de los soldados rusos que mueran en combate lavará sus pecados e irán al cielo.
¿En reacción a esto Zelensky evita aludir a la religión, a pesar de que Ucrania es también un país ortodoxo?
Es verdad, aunque en Ucrania hay una pluralidad de católicos, protestantes, ortodoxos, judíos y musulmanes. Sin embargo, lo cierto es que la única guerra en Europa en lo que va del siglo XXI es entre dos pueblos hermanos y en su mayoría ortodoxos, aunque Zelensky es judío. Lo paradójico de todo esto que Ucrania es un país más practicante en términos religiosos que Rusia. Incluso en un discurso famoso Putin declaró que Rusia se salvó, se salva y se salvará porque tiene dos escudos: el nuclear y el espiritual, que es la ortodoxia.
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¿Esta idea de Guerra Santa está detrás de la creencia de que Ucrania pertenece, al menos históricamente, a Rusia?
Eso tiene muy largos antecedentes, desde el siglo XVII, cuando empezó la conquista de lo que hoy es Ucrania, por los rusos. Históricamente el Estado ucraniano no existía, aunque sí se percibía como una nación con una identidad propia; era un bicho político que era parte una confederación tripartita integrada por Polonia, Lituania y lo que hoy es Ucrania. Era algo muy extraño, entre república y monarquía. La confederación se mantuvo hasta la Revolución Francesa, cuando aprovechando el momento, los imperios zarista ruso, austriaco de Habsburgo y el reino de Prusia se repartieron a ese gran conjunto. Desde entonces y hasta el final de la Primera Guerra Mundial, los ucranianos vivieron divididos entre Alemania, Prusia, Austria y Rusia. Fue hasta 1945 cuando se completó la construcción territorial de la Ucrania actual. Por eso realmente el pueblo y los dirigentes rusos creen que Ucrania es una provincia y en ese sentido no hablan de una guerra sino de una operación militar especial. Una guerra sucede fuera del territorio nacional de modo que usar este término implicaría reconocer a Ucrania como otro país, por eso Putin prohibió el uso de esta palabra.
La intervención de Trump, ¿qué dimensión política le da al conflicto?, ¿considera que está cerca la solución?
Desde la primera elección de Trump se ha dicho que Rusia le ayudó, yo no sé si sea cierto o no porque nunca hubo pruebas contundentes, pero la realidad es que entre él y Putin hubo buenas migas. En ese sentido, no me sorprende lo que está pasando. Hace poco leí una declaración de Trump muy interesante y donde se reconoce como un hombre de negocios, “es lo único que se hacer bien y lo he hecho toda mi vida”, dijo. En esos términos, la realidad es que al presidente de Estados Unidos le interesan los minerales raros de Ucrania, litio, tungsteno, níquel, eso significa que no se puede razonar con él en términos de ciencia política, equilibrios o legalidad internacional. No sabemos si se llegará a un acuerdo de paz o no, pero me parece que lo que hasta ahora se ha esbozado no puede ser aceptado por Ucrania, de modo que la guerra va a seguir.
¿Pero sin la ayuda de Estados Unidos cuánto más puede resistir Ucrania?
Hace poco un general ucraniano de alto nivel, bien informado, dijo que sin ayuda militar norteamericana pueden resistir seis meses. En este periodo, Europa podría despertar y por fin hacer algo; los europeos aportan 40 por ciento de la ayuda militar y Estados Unidos 60 por ciento; desde luego, en seis meses no podrían duplicar su apoyo, pero si aportar dinero para comprar armas en el mercado mundial. Veo difícil que los ucranianos se rindan porque saben que se trata de sobrevivir. Si se rinden ahora y aceptan las condiciones de Trump estarán entregando todo a Putin y nada les garantiza que en unos años los vuelvan a atacar. A Putin, más que el territorio y los materiales raros, le interesa controlar políticamente a Ucrania.
¿Por eso Europa está acelerando el ingreso de Ucrania a la Unión Europea?
Así es. Putin y Trump coinciden en una cosa que no me atrevo a llamar, una idea de civilización. Ambos están en contra de la diversidad y consideran que Occidente ha traicionado sus orígenes cristianos, por eso Putin habla de una Europa vieja, cansada y degenerada. Tal vez más que una alianza de circunstancias vemos una coincidencia ideológica y ahí estamos.