¿Por qué los propios militantes desprecian al movimiento? ¿Por qué, no obstante que es un partido rico, con una muy amplia militancia y una importante influencia en las cámaras y en los gobiernos estatales, no hay quien quiera dirigirlo?
Responda usted como quiera a esas preguntas, pero lo cierto es lo que algunos aseguran: Morena no es de nadie, nadie es de Morena, y a partir de esa simple deducción el partido sigue no con fidelidad, pero sí con obediencia lo que se les indica desde los muy altos mandos del gobierno.
Y hasta esa, que se consideraba una verdad incontrovertible, hoy se halla en peligro por el diseño de la estructura de clanes que se ha levantado dentro del mismo Morena. Dos familias pretenden el control absoluto del partido, para empezar.
Nadie, hasta el momento, se atreve a levantar la mano para decir yo quiero, yo puedo. Todos, los que llegaron del PRD, los priístas y hasta los panistas colados se niegan a ir a una contienda abierta para alcanzar la presidencia del partido porque, de una forma u otra, advierten que frente a ciertos designios no hay forma de ganar.
No se confía en las encuestas ni en ninguno de los métodos que implementó Morena para decidir candidatos y ahora esperan a quien les impongan sin mover un dedo, ya no para competir de verdad, sino para tratar de hacer creer que hubo una contienda democrática.
Pero todo eso no importa, hay quienes buscaron treparse a alguna dirección en la dependencia que fuera siempre que asegurara muy alta aceptación y manipulación de la gente, pero sobre todo grandes presupuestos. La estrategia fue descubierta y se desecharon.
No obstante, la idea no murió, ahora está en la mira Morena como un último recurso y hacen sentir que llevan el beneplácito de la Presidenta CS para encaramarse en la cúpula guinda.
Por esa supuesta condición se aceptan las propuestas sin discrepancias, por más amañadas que se presenten, y eso inhibe el concurso de algunas otras personalidades para la contienda.
Por eso no hay contienda en Morena, pero sí existe una especie de sumisión que señala sin equívocos el poco interés y la desconfianza de la militancia en los procesos electorales del organismo.
No cabe duda que Morena le hace falta al país y ya es hora de considerar que es urgente convertir al movimiento gelatinoso en un organismo políticamente definido que sirva de apoyo y no lastre a la Presidencia de la República.
El quehacer del organismo en los años que vienen debe ser definitorio para impedir que el camino se pierda o se desvíe.
No obstante, “todo está resuelto”, aunque se dañe al partido, dicen algunos. Total, advierten otros, en Morena no se llega a defender una causa en la mayoría de las ocasiones, sino a encontrar un hueco para colarse a la nómina de cualquier lugar para no vivir en el error. Seco.
De pasadita
Y ya que hablamos de Morena, no se nos puede quedar en la mente lo que sucede en la Ciudad de México. Hasta ahora no hay, o cuando menos no se conoce al sucesor de Sebastián Ramírez a la cabeza del partido, quien ya ha declarado que deja el puesto.
Tampoco ahí hay alguien que saque la cabeza para decir “yo”. El partido mostró, por más que se hable del triunfo, serios, muy serios problemas, fisuras que no se han resuelto y que deberían ser atendidos de inmediato.
¿Quién dice quiero? Esa es la incógnita sin respuesta, cuando menos hasta esta fecha.
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