Es bien conocido que la cultura es un factor clave en el desarrollo sostenible y para asegurar el éxito del cambio y transformación social. La cultura representa el patrimonio, que es la base para determinar el presente y el futuro. La cultura forma las identidades de las personas y refuerza la cohesión social.
Es necesario que se diseñen programas con políticas culturales sustentadas y argumentadas para posibilitar el acceso a la cultura y sus dimensiones como derecho constitucional. Se tiene que evitar la acción cultural como un ornamento o recreación y entretenimiento, sino desde los municipios establecer diálogos que permitan la transformación de nuestras realidades sociales.
Para ello, es importante que se estructuren programas el impulso de las artes en la comunidad, desde la formación artística y la apreciación para la formación de públicos, por otro lado, es fundamental que se articulen estrategias para la conservación, protección y salvaguarda de las culturas originarias, así como la historia, costumbres, tradiciones, monumentos, edificios, gastronomía, en sí, todo el patrimonio material e inmaterial de las comunidades.
Durante el siglo XIX y los inicios del XX México enfrentó el reto de consolidarse como un estado-nación en un contexto difícil, en donde se forjaba como país independiente y debía crear unidad entre su población, diversa en culturas e identidades, e involucrada en luchas sociales de muchos tipos.
En nuestro país, después de la revolución, la política cultural se fincó en cuatro instituciones sustantivas: la Secretaría de Educación Pública (SEP), fundada en 1921, para llevar la educación pública a todos los mexicanos; el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), creado en 1939, para proteger su memoria histórica y su patrimonio cultural; el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), en 1947, para inscribir a México en la producción cultural mundial, y el Instituto Nacional Indigenista (INI) de 1948, para integrar a los indígenas a la sociedad nacional. Instituciones que hasta hoy se han ido actualizando en respuesta e interacción con los movimientos sociales internos y las presiones del mundo cada vez más interconectado.
Se tiene que asimilar que la cultura determina el desarrollo, por ello, la importancia de la asignación de recursos públicos para la acción cultural. Se tienen elaborar programas que propicien el pensamiento crítico con contenidos que formen a los ciudadanos, desde obras de teatro críticas, música bella y popular, danza en sus diversos géneros, artes plásticas, literatura, todo aquello que permita establecer diálogos y concientizar a la población para fortalecer las identidades.
Hay que abrir caminos hacia una transversalidad de las instituciones, construir una cultura de paz, diluir la hegemonía cultural y transitar hacia la diversidad pluricultural para apreciar las identidades mexicanas. La cuarta transformación tiene como reto construir caminos para la revolución de las conciencias.