Los líderes de Canadá y México negociaron con el presidente de Estados Unidos de maneras diferentes. Al final, ambos obtuvieron un resultado que pudieron presentar como un éxito en sus países.
Matina Stevis-Gridneff y James Wagner / The New York Times
La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, optó por las recompensas en lugar de por las amenazas, y por conversaciones tras bambalinas que llevaron a un acuerdo inicial.
Al final, cuando todo estuvo dicho y hecho el lunes, horas antes de lo que habría sido el inicio de una guerra comercial en Norteamérica, ambos líderes habían negociado que el presidente Donald Trump aplazara su amenaza de imponer aranceles a los dos principales socios comerciales de Estados Unidos.
Y ambos tuvieron que ofrecer relativamente poco a cambio.
Las distintas estrategias que tomaron Trudeau y Sheinbaum para llegar al mismo resultado —una suspensión de 30 días de los aranceles estadounidenses a cambio de reforzar sus fronteras para frenar el flujo de drogas y migrantes no autorizados a Estados Unidos— hablan de dos estilos de liderazgo diferentes, y de dos países relacionados de forma distinta con Estados Unidos.
Desde noviembre, Trudeau había estado preparando el terreno para negociaciones y represalias. Tres días después de que Trump hiciera su amenaza arancelaria por primera vez, el 25 de noviembre, el primer ministro canadiense subió a un avión rumbo a Mar-a-Lago para hablar con él sobre cómo evitar lo que equivaldría a una guerra comercial fraternal que perjudicaría profundamente a la economía canadiense.
Según todos los relatos, esa primera reunión preparó el terreno para que Canadá abordara directamente lo que Trump dijo que quería: una frontera norte más segura, con menos cruces de migrantes no autorizados, y un control más estricto del fentanilo que fluye a través de la frontera.
La historia paralela de cómo la dirigente mexicana consiguió la misma prórroga arancelaria para su país, con unas horas de ventaja respecto a Canadá, resalta el estilo de liderazgo firme y sereno de Sheinbaum, y su voluntad de enfocarse en la colaboración en sus conversaciones con Trump.
Incluso antes de ser elegida presidenta en junio, Sheinbaum y su equipo se habían estado preparando para la posibilidad de que Trump volviera a la Casa Blanca. Y desde la victoria de Trump en noviembre, Sheinbaum ha reiterado que no estaba preocupada a pesar de sus amenazas de deportaciones masivas y aranceles. Al día siguiente de las elecciones estadounidenses, prometió “establecer comunicación y a tener buenas relaciones”.
En Canadá, las semanas transcurridas desde la reunión en Mar-a-Lago entre Trudeau y Trump han estado repletas de sucesos que por lo general tardarían meses, o incluso años, en desarrollarse. Para empezar, Trudeau, quien se ha hecho cada vez más impopular en su país, anunció su renuncia. El 9 de marzo, su partido, el Partido Liberal, eligirá a un nuevo líder, y esa persona se convertirá en el próximo primer ministro de Canadá, al menos hasta que se convoquen elecciones a nivel federal a finales de año.
Varios de sus principales ministros dijeron que no se presentarían en la contienda para sustituirlo y que se concentrarían en el inminente enfrentamiento arancelario. La ministra de Asuntos Exteriores canadiense, Mélanie Joly, y el ministro de Finanzas, Dominic LeBlanc, ambos aliados cercanos de Trudeau y posibles sucesores, comenzaron a presionar a políticos republicanos clave.
LeBlanc desarrolló un bromance con Howard Lutnick, elegido por Trump para ser secretario de Comercio. Joly visitó Estados Unidos cinco veces para intentar influir en republicanos de alto rango y conversar con el zar fronterizo de Trump, Thomas Homan.
Les dijo que Canadá tomaría la iniciativa en la protección de la frontera para que Estados Unidos no tuviera que utilizar demasiados recursos.
“Les dije: sabemos que la frontera sur es una preocupación para ustedes, así que pondremos los recursos en la frontera norte”, dijo Joly en una entrevista sobre su mensaje a los republicanos con los que se reunió. “Así pueden disponer de sus recursos en la frontera sur”.
Pero Trudeau también dejó claro que, si Trump decidía proseguir con su amenaza, impondría aranceles a Estados Unidos como represalia. Funcionarios del gobierno dijeron que el líder canadiense saliente creía que era vital defender a Canadá de forma más agresiva, al tiempo que se esforzaba por satisfacer las exigencias de Trump.
En diciembre, Canadá presupuestó e implementó un plan multianual de 900 millones de dólares para reforzar sus protecciones fronterizas. Esto incluía el despliegue inmediato de dos helicópteros Blackhawk, 60 drones de fabricación estadounidense y más guardias fronterizos.
El sábado, después de que la Casa Blanca anunció que Trump seguiría adelante con los aranceles, Trudeau dio un mensaje no solo a los canadienses, sino que también dejó claro que se dirigía directamente a los estadounidenses, en un emotivo discurso nocturno.
“No queremos estar aquí”, dijo Trudeau, evocando los profundos lazos que unen a los dos vecinos y socios comerciales cercanos. “No pedimos esto”.
Sin embargo, al detallar su propio plan de represalias arancelarias, añadió: “Nos mantendremos firmes por Canadá”.
Al final, todo estuvo en el aire hasta el último momento. Trudeau y Trump no lograron llegar a un acuerdo en una llamada telefónica el lunes por la mañana. Esto prolongó la ansiedad durante unas horas, pero una segunda llamada rindió fruto, y Trump aceptó retrasar los aranceles un mes.
Las bases del acuerdo anunciado el lunes por la tarde se habían dispuesto hace semanas, pero Canadá también se comprometió a hacer más en el frente del fentanilo, nombrando un “zar del fentanilo” y destinando nuevos recursos a la lucha contra el crimen organizado y los cárteles.
En México, el predecesor y mentor de Sheinbaum, Andrés Manuel López Obrador, había forjado una estrecha relación de trabajo con Trump en los primeros años de su gobierno, a pesar de enfrentar circunstancias similares: amenazas reiteradas de Trump de imponer aranceles a México y hacer que el país pagara la construcción de un muro fronterizo. En un esfuerzo por evitar los gravámenes, López Obrador acordó reforzar la aplicación de las leyes migratorias, lo que incluía el despliegue de la Guardia Nacional para tal efecto.
Sin embargo, las condiciones han cambiado desde entonces. México ha eclipsado a China como el mayor socio comercial de bienes de Estados Unidos. Y, a su vez, México se ha convertido en el principal mercado mundial para las exportaciones estadounidenses de alimentos y productos agrícolas, con un aumento de esas importaciones hasta superar los 29.000 millones de dólares.
Pero hay una diferencia clave entre López Obrador y Sheinbaum: mientras que él adoptó en ocasiones un tono de confrontación hacia Estados Unidos, ella mantiene una postura más comedida y serena.
A diferencia de Canadá, que dejó claros tanto sus planes de tomar represalias con sus propios aranceles sobre productos estadounidenses como con sus proyectos fronterizos para abordar las exigencias de Trump, Sheinbaum y su equipo se mostraron más herméticos.
Después de que Trump decretó los aranceles el sábado, Sheinbaum se tomó su tiempo y prometió revelar su “Plan B” más adelante, pero primero pidió que Trump respondiera a su petición de formar un grupo de trabajo de funcionarios de seguridad y salud de ambos países.
Más tarde, ese mismo sábado, Trudeau y Sheinbaum se pusieron al teléfono para intercambiar impresiones. Un funcionario canadiense con conocimiento de la llamada dijo que se pusieron al día mutuamente sobre sus respectivas estrategias y reconocieron que se trataba de enfoques ligeramente distintos, pero que tenían exactamente los mismos objetivos.
El lunes por la mañana, Sheinbaum y Trump hablaron por teléfono, una comunicación que dio un resultado más rápido que la llamada que Trump mantuvo con Trudeau. Poco después, Sheinbaum publicó en X que se había logrado un acuerdo.
Dirigiéndose a los periodistas más tarde, Sheinbaum dijo que la conversación había sido “muy respetuosa”. Trump describió la llamada como “muy amistosa”.
La presidenta de México también consiguió una prórroga de 30 días para su país a cambio de medidas fronterizas y contra el fentanilo, la mayoría de las cuales, como en el caso de Canadá, habían formado parte de los planes que ya estaban en marcha.
“Tenemos este mes para trabajar, convencernos entre todos de que este es el mejor camino”, dijo Sheinbaum en su conferencia de prensa matutina usual tras hablar con Trump. Sugiriendo que podría aplazar las sanciones por completo, dijo que le había dicho a su homólogo estadounidense: “Vamos a poder dar resultados, buenos resultados a su pueblo, buenos resultados al pueblo de México”.
En cuanto a Trudeau, cuando venza la suspensión de los aranceles por 30 días, estará en su última semana en el cargo.
Matina Stevis-Gridneff es la jefa del buró del Times para Canadá, desde donde dirige la cobertura del país. Más de Matina Stevis-Gridneff
James Wagner cubre América Latina, incluidos los deportes, y está afincado en Ciudad de México. Es nicaragüense-estadounidense del área de Washington y su lengua materna es el español. Más de James Wagner
Enlace: https://www.nytimes.com/es/2025/02/04/espanol/america-latina/sheinbaum-trudeau-trump-aranceles.html