De acuerdo con el gobierno federal, el proyecto de autos eléctricos será una realidad a través de una esquema de inversión público-privado para atender la demanda de vehículos urbanos de fácil movilidad, económicos y sin emisión de contaminantes.
ESTHER ARZATE
Los gobiernos de la Cuarta Transformación han resultado expertos en gestar elefantes blancos: El Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, la línea aérea Mexicana, Gas Bienestar, Litio para México, InnovaBienestar, Grupo Aeroportuario y Ferroviario y de Servicios Auxiliares Olmeca-Maya-Mexica son algunos ejemplos emblemáticos. Ahora está por verse el resultado de la nueva armadora de autos eléctricos Olinia que la presidenta Claudia Sheinbaum anunció.
De acuerdo con el gobierno federal, el proyecto de autos eléctricos será una realidad a través de una esquema de inversión público-privado para atender la demanda de vehículos urbanos de fácil movilidad, económicos y sin emisión de contaminantes.
La producción de un vehículo eléctrico requiere, en promedio, 80 kilogramos de cobre; 30 de níquel, 30 de grafito (un mineral que no es necesario en los vehículos de combustión interna); de 10 a 20 de litio; 10 de manganeso y alrededor de ocho kilogramos de cobalto; también se utiliza hierro, neodimio, samario y terbio, entre otros.
Se trata de minerales que se extraen en minas subterráneas y de cielo abierto; imprescindibles para el salto energético que implica pasar de vehículos que funcionan con combustibles fósiles a eléctricos, que pueden operar con electricidad generada en plantas de energía renovable como la solar o la eólica.
Hasta aquí todo suena bien, porque México se destaca en la producción de minerales como el cobre, manganeso, hierro y grafito, pero algo no checa en las cuentas alegres de la administración federal: La Comisión de Puntos Constitucionales aprobó, el año pasado, una iniciativa para prohibir las concesiones de permisos para la minería a cielo abierto.
El cobre, principal mineral que requieren los autos eléctricos, se produce en Sonora, en minas de tajo, así que esto de la armadora mexicana parece un sinsentido porque, por un lado impulsan iniciativas para desincentivar o limitar la minería y, por otro, le apuestan a las energías renovables y a los vehículos eléctricos que demandan minerales.
Aunque la presidenta Sheinbaum se dio cuenta del dislate y prácticamente jaló las orejas a los integrantes de dicha comisión por haber aprobado el dictamen que prohibiría la minería a cielo abierto y se están evaluando opciones para garantizar la protección del medio ambiente, es un hecho que la minería es el principal insumo de prácticamente todo lo que nos rodea.
Aprobar modificaciones que frenen la industria minero-metalúrgica que ocasionen pérdida de empleos o reducción en la producción significará darse un balazo en el pie porque tendrían que importar los minerales y atentar contra los empleos, los impuestos y la derrama económica que genera la minería a cielo abierto en México.
Lo más lógico es que si están pensando en tener una armadora de autos eléctricos mexicanos también piensen en cómo van a obtener los principales insumos promulgando una ley que garantice la producción de los minerales en el territorio mexicano, porque así como tiene recursos naturales como el sol y el viento para la producción de energía; o petróleo y gas para la producción de combustibles y petroquímicos, también tiene minerales que representan el primer eslabón de más de 70 industrias productivas, entre ellas la automotriz.
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