¿Entrarán en vigor este 1 de febrero los aranceles a mercancías mexicanas, como señaló Trump el pasado 20 de enero? ¿O lo dejará para más adelante, como pareció sugerir días más tarde al reconocer los esfuerzos de México en materia de migración y combate a los cárteles?
La mayor parte de los expertos desestima que este sábado se anuncien cargas impositivas contra nuestro país, pero con el nuevo Trump cualquier previsión resulta azarosa. Tampoco se descarta que salga al paso de su primer deadline con alguna propuesta temporal o limitada a unos pocos productos.
En cualquier escenario, debemos asumir que el tema de las tarifas, con mucho la amenaza más seria contra la economía mexicana y, por ende, de su población, será un largo y permanente proceso los próximos cuatro años. Ningún triunfo, pero tampoco ninguna derrota será definitiva. Habrá malos ratos en los que tendremos que cuidar que el pánico no condene al peso a una espiral incontrolable. Y habrá momentos de calma, cuando parecerá que el tema ha sido olvidado, en los que deberemos evitar la tentación de bajar los brazos respecto a las estrategias de defensa para resistir el embate.
Lo que quiero decir es que esto no se va a decidir de una sola vez y para siempre, en ninguno de los dos sentidos. Dos pasos adelante y uno atrás en las buenas rachas, dos atrás y uno adelante en las malas temporadas.
¿De qué va a depender la duración de unas y la intensidad de otras? De muchos factores, pero destacan tres. Las tarifas como instrumento de política económica para relocalizar la producción en Estados Unidos y disminuir el déficit comercial; las tarifas como mecanismo de negociación para otras gestiones, y las tarifas como discurso electoral y de legitimidad política frente a su base social y el movimiento MAGA. Veamos cada una, porque México tendrá que responder de manera estratégica en cada uno de estos frentes.
1. Las tarifas como política económica contra China, Canadá y México para abatir el déficit y relocalizar la inversión. Los tres principales “socios” comerciales de Estados Unidos han sido objeto de constantes menciones por parte de Trump. En su narrativa, son los responsables del enorme déficit comercial, de la salida de empresas estadunidenses de suelo patrio y de la pérdida de empleos. Desde su lógica, el castigo con tarifas es la vía más rápida para regresar esas empresas a “América” y comenzar a producir lo que ahora se compra a esas naciones. Los economistas han mostrado que los deseos de Trump nunca habrán de materializarse porque la fabricación de muchas de estas mercancías serían prohibitivas en Estados Unidos y que a la larga una guerra de proteccionismos castigaría la prosperidad de ese país. Pero eso no impide que en algunos temas puntuales no vaya a tener éxito y, en efecto, consiga la “repatriación” de algunas inversiones importantes. Trump lo necesita. Pero a mediano plazo nos favorece que en el imaginario de la élite de aquel país China es una amenaza estratégica mucho más real que México. La sacudida de esta semana por el triunfo momentáneo de la empresa china DeepSeek en la carrera por la inteligencia artificial deja en claro que son ellos el verdadero rival en el campo tecnológico en el que Estados Unidos sigue siendo un imperio. En esa carrera, que es también económica, México puede ser un aliado entendiéndolo como la parte de Norteamérica que sí puede sustituir producción venida de Oriente.
2. Las tarifas como mecanismo de presión para otras negociaciones. Lo acabamos de ver en el caso de Colombia: aplicación de gravámenes a sus productos para conseguir el permiso para el aterrizaje de dos aviones que transportaban indocumentados. Es el juguete nuevo de Trump y está encantado. Se ha dado cuenta de que sus amenazas tarifarias son un garrote infalible para intimidar al vecindario. Seguramente habrá de utilizarlo a diestra y siniestra. Por desgracia, México califica en ambas vertientes, como estrategia comercial y como garrote. En las últimas ocasiones el presidente ha mencionado a nuestro país más bien en esta segunda acepción, refiriéndose a los esfuerzos que tendríamos que hacer en materia migratoria, fronteriza y combate al crimen, en particular la producción y exportación de drogas. Aunque no es nuevo, habrá que recordar que en su primer periodo esgrimió este recurso frente al gobierno de López Obrador. Lo seguirá haciendo intermitentemente los siguientes cuatro años y no es descartable que tome medidas temporales y parciales punitivas en algún momento. Después de todo, para seguir siendo vigente una amenaza necesita convertirse en realidad tarde o temprano. Dependerá en mucho la reacción de las autoridades de México para evitarla o, al menos, para disminuir la severidad y el alcance.
3. Tarifas como recurso de legitimación política. Cumplir amenazas también vale para efectos de la popularidad de Trump respecto a sus bases. El presidente necesita alimentar con hechos su Make America Great Again. La deportación y endurecimiento de fronteras es clave (pero que tampoco cunda el pánico, la meta de mil 200 a mil 500 ilegales diarios fijada por Trump equivale al promedio de lo que Obama expulsó en sus ocho años de gobierno). Tarifas y deportaciones son la materia prima para golpes mediáticos y políticos necesarios para el republicano. Los asestará dependiendo de coyunturas de política doméstica imposibles de pronosticar. Pero nuestro país puede hacer mucho en materia de cabildeo para que México no sea la piñata más a mano (o más barata) a la hora de necesitar asestar un golpe.
En suma, no hay duda de que saldremos raspados, pero tampoco fracturados. A López Obrador le tocó la pandemia y a Claudia Sheinbaum Trump 2.0. Pasará el periodo de Trump, y Sheinbaum tendrá casi dos años más en el gobierno. Sobreviviremos. Dentro de lo impredecible que resulta toda tormenta, son tranquilizantes las medidas que el gobierno está tomando para disminuir los riesgos, afrontar las consecuencias, planear para el mediano y largo plazo, construir factores favorables para el cabildeo en Estados Unidos. Independientemente de lo que vaya a pasar, habrá que mantener la calma, trabajar en la previsión de los distintos escenarios y afrontar con responsabilidad y sin pánicos lo que venga. Confiar en nosotros mismos. Hemos estado antes de Trump y seguiremos estando cuando él y lo que representa se vayan.