Apolonia cruzó la frontera con sus hijos y su hermana, pero fueron detenidos y enviados a México, lo que los hizo las primeras víctimas del 20 de enero
EL UNIVERSAL
Nogales, Arizona.— A las 10:05 horas, justo en el momento en que Donald Trump tomaba posesión como presidente de Estados Unidos, Apolonia Rodríguez, junto a sus dos hijos, así como su hermana y sus tres hijos menores, eran deportados por elementos de la Patrulla Fronteriza (Border Patrol) de Estados Unidos por la garita de Nogales, Sonora.
Originaria de Guerrero, pero con residencia en Guanajuato, Apolonia detalla en entrevista con EL UNIVERSAL que es la segunda vez que intentaba cruzar la frontera y poder alcanzar el sueño americano, el cual, en sus propias palabras, se ha convertido en una “pesadilla americana”. La madre soltera relata que buscó ingresar a Estados Unidos porque su salario como trabajadora de limpieza en un salón de belleza en Guanajuato no le alcanzaba.
Visiblemente contrariada por la experiencia vivida con sus hijos y hermana en las últimas 48 horas, la migrante relata que cruzó con su hermana y un grupo de personas por medio de un hoyo localizado debajo del muro divisorio en algún punto de Nogales el pasado sábado, pero más adelante fue detenida por una patrulla de la Border Patrol y trasladada a la estación migratoria de Tucson, Arizona.
Denuncia que elementos migratorios estadounidenses les hicieron firmar documentos sin informarles que estaban aprobando ser deportados a México de forma inmediata.
Acusa que en las instalaciones migratorias de Tucson no les dieron alimento ni a ella ni a los pequeños.
“Cruzamos el sábado aquí en Nogales por un hoyo debajo del puente con mi hermana y los niños con un grupo de muchas personas”, relata mientras sus dos hijos se frotan sus pequeñas chamarras tratando de protegerse del fuerte frío que alcanza los 7 grados.
“¿Cuánto les cobró el coyote?”, se le pregunta.
“No, no pasamos con coyote”, responde Apolonia.
La migrante comenta mientras espera que salga su hermana de la garita mexicana que al ser detenida tras pasar el muro fronterizo oficiales de migración de Estados Unidos le hicieron firmar un documento de su deportación a México, sin haberle explicado lo que firmaba.
“Sin explicarme nada me hicieron firmar. No supe qué firmaba”, afirma.
Junto a sus pequeños de ocho y cuatro años, señala que ayer lunes elementos migratorios de la Border Patrol la despertaron y la subieron a una camioneta junto a su hermana, hijos y sobrinos sin saber que serían deportados a México por la garita de Nogales.
“¿Ya desayunaron?”, se le pregunta de nuevo.
“Ya, aquí [en la garita mexicana] nos dieron unos sándwiches porque la Border Patrol no nos dio de cenar”, asegura.
“Hoy como nos sacaron en la mañana, pues no desayunamos nada. Ahorita lo único que han comido los niños es el sándwich que les dieron aquí y el jugo”, dice.
“¿Y le explicaron lo que pasaba firmando?”, se le preguntó.
“No, ninguna explicación”, reitera mientras su hijo la mira sin parpadear como si también recordara este acontecimiento que le tocó vivir a tan corta edad.
Apolonia indica que al no conocer la ciudad de pronto descubrió que había sido deportada.
Ya en las instalaciones del Instituto Nacional de Migración (INM) asevera que los funcionarios le informaron de los programas de Bienestar del gobierno federal a los que podrían acceder ella y sus hijos.
“Sí, sí nos explicaron lo de los programas, nos dieron el documento para los descuentos, nos dijeron si queríamos ir a un asilo”, dice.
“¿Y ahorita dónde se va a ir?”, se le pregunta.
“Pues ahorita vamos a buscar algo para desayunar para los niños y ya ahorita vemos para dónde nos vamos”, comenta.
“¿Y el papá de los niños?”, se le pregunta, a lo que de inmediato su hijo contesta: “Nos abandonó”. Su madre sólo lo mira y no contesta.
Apolonia afirma que no volverá a intentar cruzar a Estados Unidos por el riesgo que esto conlleva.
“¿Cuál es su perspectiva de vida después de esta deportación? ¿Piensas regresar para intentar una tercera vez?”.
“No, no, ya no, ya no”, dice.
“¿Qué dicen sus hijos? ¿Cómo los ve?”, se le insiste.
“La niña no sabe, el niño sí. Él ya entiende y sí me pregunta que si nos dejaron pasar y le digo que no”.
Más tarde, sentada junto a su hermana en una banca a menos de 50 metros de la línea divisoria con Estados Unidos, Apolonia, con una cara visiblemente preocupada y a punto del llanto, piensa en la forma de regresar a Guanajuato y dejar atrás su intento fallido por entrar a Estados Unidos.
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