La segunda toma de protesta de Trump: un desfile de millones y egos VIP
Día Lunes 20 de enero de 2025, Donald Trump jura como el 47.º presidente de los Estados Unidos para su segundo mandato. Y si su primera investidura en 2017 nos dejó boquiabiertos, esta promete ser un espectáculo aún más extravagante. Pero detrás de las fanfarrias y las luces, un fenómeno curioso está ocurriendo: los gigantes de la tecnología parecen estar compitiendo por el título al “mejor amigo del presidente”.
Fernando Gutiérrez R.
En esta fiesta de favores y cheques gigantes, destaca la ausencia de Jensen Huang, CEO de Nvidia, quien decidió celebrar el Año Nuevo Lunar Chino con sus empleados en lugar de viajar a Washington. Si bien podría parecer un gesto de humildad, la decisión de Huang resalta frente al evidente “nalgaprontismo” de sus colegas.
El resto de los líderes tecnológicos, incluidos Sundar Pichai y Shou Zi Chew, estarán presentes. Para el CEO de TikTok, la asistencia tiene tintes estratégicos. Trump, recordemos, prometió “salvar” a TikTok y la víspera lo hizo. La red social China se salvó de un posible veto en suelo estadounidense, lo que abre las puertas a la posibilidad de un giro en las relaciones entre el gigante asiático y Washington. Y como buen maestro del arte del intercambio, parece que el favor ya está siendo retribuido con su lugar privilegiado en la ceremonia y la presencia a salvo de TikTok en suelo de la unión americana.
Una coreografía de intereses
Las cartas están sobre la mesa, y el juego de favores entre Trump y los gigantes de la tecnología es difícil de ignorar. Las preocupaciones de senadores demócratas como Elizabeth Warren y Michael Bennet, quienes han pedido explicaciones sobre estas generosas contribuciones, no son menores. En sus cartas a empresas como Amazon, Apple, Meta y OpenAI, los legisladores cuestionan si estas donaciones buscan “evitar el escrutinio, limitar la regulación y comprar favores”.
Ironías de una democracia millonaria
Lo más intrigante, sin embargo, no es “la inversión” millonaria de los líderes tecnológicos, sino lo que representa. Mientras millones de estadounidenses luchan por pagar la renta, hipoteca, facturas de servicios básicos en el hogar, gastos médicos y tarjetas de crédito sobregiradas, los CEOs más ricos del mundo derrochan millones de dólares por un asiento en una ceremonia institucional. Quizá están pensando que, en política, el acceso al círculo del poder en turno tiene un precio, y en este caso, la entrada cuesta un millón de dólares, la permanencia, quizá mucho más.
El carnaval del despilfarro
En el teatro político de las grandes inauguraciones, los titanes tecnológicos han demostrado que no hay cheque demasiado grande cuando se trata de proteger sus intereses. Sus donaciones reflejan no solo una desconexión con la realidad de las personas comunes, sino también una alarmante normalización de la política inmersa en un mercado de favores.
El absurdo de esta situación se asemeja a una comedia de enredos, donde los actores principales buscan ganarse la simpatía de un director impredecible. Es irónico y triste a la vez que estos mismos líderes, a quienes el mundo mira como los artífices de un futuro mejor, se rebajen a maniobras que parecen sacadas de un manual de política medieval.
La pregunta es: ¿cuánto están dispuestos a tolerar los estadunidenses? Quizá el hartazgo del ciudadano común de Estados Unidos esté más cerca de lo imaginado y pronto llegue la hora de exigir más integridad de sus gobiernos y líderes tecnológicos y menos espectáculos millonarios. Porque, después de todo, millones de estadounidenses coincidirán en que la democracia debería ser una fiesta para todos, no solo para los que pueden pagarla.