Me pregunto, en la lógica de la hipotética negociación de su entrega, si la plática con María Scherer no fue también una suerte de mensaje decodificado de Zambada, una muestra de un talante negociador.
La entrevista, la plática que mantuvo dos semanas antes de su detención María Scherer con Ismael El Mayo Zambada y que se publicó esta semana en Proceso, no sólo es un fascinante ejercicio periodístico de acercamiento a quien ha sido el principal narcotraficante de México, sino también exhibe varias claves que pueden ser muy importantes para desentrañar la impunidad con la que se movió durante años, lo sucedido en torno a su detención y su propio futuro.
Hablé ayer con María y me decía que a ella, obviamente, no le consta, pero que El Mayo sí sostuvo que en el mismo lugar donde ella se encontró con él fue donde hace 14 años don Julio Scherer entrevistó al propio Zambada. Si es así, llama la atención, porque es una especie de hacienda, muy amplia, con comodidades, algunas obras de arte, muchas de ellas pintadas por Vicente, su hijo, que hoy es testigo protegido en Estados Unidos y donde, más allá de algunas medidas de seguridad muy básicas en el traslado, no se apreció ninguna protección muy especial para llegar a ella.
En realidad, son menores que las medidas que escribió que tuvo que asumir don Julio en su encuentro con El Mayo hace 14 años o, incluso, menores a las que tuvieron Kate del Castillo y Sean Penn para reunirse con El Chapo Guzmán poco antes de su detención. Incluso, el intermediario que organizó la reunión de El Mayo con don Julio, a fines de la administración Calderón, fue el mismo que contactó, vía Proceso, a María para este nuevo encuentro, incluso mejor planificado y menos conflictivo que aquél.
El Mayo, cuenta María, es un hombre discreto, reservado, que se veía tranquilo y muy asentado en ese lugar. Nada más alejado de la descripción que muchas veces han hecho distintas versiones oficiales de un hombre perseguido y a salto de mata, viviendo en plena sierra, mientras es perseguido por las autoridades. Nada parecido, por ejemplo, a las últimas semanas del Chapo, antes de su última detención. Si un personaje de estas características pudo vivir tantos años en el mismo lugar, en una hacienda tan amplia sin que fuera molestado, quiere decir que no se sentía demasiado perseguido y que tenía protección.
Cuando María le pregunta sobre la estrategia de abrazos y no balazos, El Mayo le dice que los balazos, obvio, siempre son un problema y que conoce muchos policías, municipales, estatales y federales que trabajan con su organización, y cuando le pregunta por los gobernadores dice que algunos no, pero que muchos otros sí lo hacen.
Por eso, cuando se dice que el 25 de julio pasado El Mayo fue, confiado, a una reunión donde supuestamente se reuniría con Héctor Melesio Cuén y el gobernador Rubén Rocha, no asombra, desde esa perspectiva, que fuera incluso con poca seguridad. Como me dijo María, parecía un hombre acostumbrado a ese tipo de encuentros, que, además, creía en la utilidad de los mismos, una suerte de padrino, en el sentido fílmico del término, que podía utilizar la violencia cuando era necesario (él le dice a María que la usa “para defenderse”), pero también en la necesidad de la negociación.
En la plática con María, El Mayo le muestra cuadros que pintó su hijo Vicente y ella dice que parecía tener auténtica devoción por su hijo. Vicentillo, recordémoslo, fue detenido en México, extraditado a Estados Unidos y allí se convirtió en testigo protegido de las autoridades estadunidenses. En la audiencia que tuvo esta misma semana, El Mayo aceptó que su abogado fuera el mismo que el de su hijo, Frank Pérez. Sostuvo que no temía a un potencial conflicto de intereses al respecto.
Pérez fue quien negoció el acuerdo de Vicentillo con la justicia estadunidense, y en la audiencia la Fiscalía de Nueva York aceptó que está negociando un acuerdo de culpabilidad con El Mayo, como lo está haciendo la de Chicago con Ovidio y Joaquín Guzmán López. Las próximas audiencias de Ovidio y de Joaquín serán a fines de febrero y a mediados de marzo, respectivamente, y la del Mayo, el 22 de abril, tiempo suficiente para negociar esos acuerdos que, recordemos deberán ser aprobados por la nueva fiscal, Pam Bondi, designada por Trump.
Dice María que El Mayo le dijo que, aunque fuera en forma esporádica, mantenía comunicación constante con su hijo Vicente. Nada más alejado de un hombre que se siente traicionado. Es una especulación, pero eso podría decir, también, que no es descabellado que, más allá de la narrativa oficiosa, El Mayo haya podido negociar, de alguna forma, su detención o entrega, como algunos creemos que sucedió.
Como ocurrió con don Julio o con la entrevista que tuvo con Diego Enrique Osorno (las únicas que se conocen que mantuvo El Mayo con periodistas que no tuvieran relación con él), la que sostuvo con María fue una plática donde muchas de las principales preguntas no las respondió o lo hizo con monosílabos. Dejó abierta la verdadera entrevista para más adelante. Y ahora sabemos, reconoce María, que difícilmente se dará.
Me pregunto, en la lógica de la hipotética negociación de su entrega, si la plática con María no fue también una suerte de mensaje decodificado, un intento, como creo que sucedió con la que tuvo con don Julio hace ya tanto tiempo, una muestra de un talante negociador, una demostración de que estaba en buenos términos con la autoridad, que sabía mucho de ella y que estaba dispuesto a negociar, dentro o fuera del país. Las versiones extraoficiales dicen que los contactos de autoridades del Homeland Security y del FBI con El Mayo tenían, por lo menos, dos años, antes de los sucesos del 25 de julio. La fascinante plática con María abre más interrogantes que las respuestas que proporciona.