Donald Trump se ha ufanado de la reacción de Claudia Sheinbaum y Justin Trudeau, cuya forma de enfrentar sus intimidaciones provocaron tensiones entre estos dos países.
A Donald Trump le bastaron unos gritos y amenazas, a casi tres meses de asumir la jefatura de la Casa Blanca, para que México y Canadá comenzaran a pensar que algo tenían que hacer y evitar que, como anticipó, impusiera aranceles de 25% a todos sus productos si no frenaban la migración y el tráfico de fentanilo. Trump se ha ufanado de la reacción de la presidenta Claudia Sheinbaum y el primer ministro Justin Trudeau –”ya están avisados”, dijo hace unos días–, cuya forma de enfrentar sus intimidaciones provocaron tensiones en las relaciones de esos dos países que siguieron estrategias completamente distintas.
Esta semana quedó más que manifiesto.
En la mañanera de este miércoles, Sheinbaum permitió un poco de espectáculo, con un grupo que tocó su melodía Himno Migrante, que hace un homenaje nostálgico por todos aquellos mexicanos y mexicanas que se fueron a Estados Unidos en busca de una mejor vida. Igualmente realizó una melodramática conexión con El Paso, donde el canciller Juan Ramón de la Fuente, rodeado de unos cuantos cónsules y líderes hispanos de la zona, dijo que se está reforzando la red consular ante la amenaza de las deportaciones masivas.
La víspera, el gobierno canadiense anunció un plan de cinco pilares para reforzar la seguridad fronteriza, con una inyección de 900 millones de dólares, que incluye más agentes fronterizos equipados con nuevos helicópteros, drones y torres de vigilancia con tecnología de punta, acompañados con equipos caninos, así como la creación de una fuerza de tarea conjunta para luchar contra el crimen organizado trasnacional. El anuncio lo hizo el ministro de Finanzas, Dominic LeBlanc, acompañado del ministro de Inmigración, Marc Miller; la ministra de Comercio Internacional –la negociadora del T-MEC–, Mary Ng; la ministra de Salud Mental y Adicciones, Ya’ara Saks; el comisionado de la Policía Montada, y el presidente de la Agencia de Servicios Fronterizos de Canadá.
Sheinbaum estaba muy emocionada en la mañanera y durante la videoconferencia desde Texas les reiteró que “son héroes y heroínas que han salido adelante, valerosos”, a quienes se les reconocería siempre en México, su casa. En el anuncio de la nueva estrategia, LeBlanc señaló que era importante mostrar a los canadienses y a nuestros socios estadounidenses que “compartimos su preocupación por la seguridad y la integridad fronteriza”.
Son dos mundos aparte.
Los canadienses le están hablando a Trump, y los mexicanos lo están desafiando. Los canadienses tomaron nota de las amenazas y reforzaron su frontera, mientras que los mexicanos retaron a Trump al anunciar una estrategia legal para ayudar a quienes quiera deportar y defenderse en tribunales para evitar que los expulsen de Estados Unidos. Los canadienses hablaron en plural sobre lo que pueden hacer conjuntamente, y los mexicanos lo hicieron en singular para anunciar lo que harán para frenar las intenciones trumpistas.
LeBlanc reveló que el plan migratorio fue consensuado con Tom Homan, a quien Trump designó como el zar fronterizo en el gobierno entrante, y conversado con Howard Lutnick, designado como el próximo secretario de Comercio, y bajo cuya responsabilidad quedará la revisión o renegociación del T-MEC. Sheinbaum ha dicho que no han tomado contacto con ninguna de las personas designadas por Trump de interés para México, porque esperarán a que sean ratificados por el Congreso en sus cargos, lo que sucederá probablemente en enero. Parece ser que la Presidenta no fue informada que Homan, que será parte del staff de la Casa Blanca, no necesita de esa ratificación para comenzar a operar el plan de las deportaciones masivas que quiere Trump. Lutnick sí necesita ser ratificado, y aunque el secretario de Economía, Marcelo Ebrard, de quien será par, lo ha buscado por teléfono, no le ha tomado la llamada.
Los canadienses, finalmente anglosajones, han adoptado una estrategia ejecutiva, de manos a la obra. Los mexicanos estamos en otra cosa.
En la mañanera de ayer se tocó dos veces el Himno Migrante, emotivo para muchos de nosotros, aunque no fuéramos parte de las oleadas migratorias, porque nos conectan culturalmente con esas generaciones de mexicanos que no necesitaban de coyotes para cruzar como indocumentados, pero sí de mucho valor para entrar cruzando el Cañón Zapata en Tijuana, el río Bravo en Tamaulipas y más adelante el desierto de Arizona. La melodía toca las fibras de una generación cuyos descendientes ya no son mexicanos, sino estadounidenses que nacieron en una cosmogonía anglosajona donde la cultura y el pasado mexicano no les pertenece.
Los canadienses anunciaron que utilizarán Inteligencia Artificial y herramientas de imagenología para detectar y romper el tráfico de fentanilo, incrementado el intercambio de información con las autoridades estadounidenses y expandiendo la capacidad de recolección de inteligencia de diferentes agencias de los dos países. Los mexicanos han respondido a las denuncias de Trump argumentando que el problema de adicción de fentanilo lo tiene Estados Unidos, y los canadienses de paso, enfatizando que los avances de los cárteles mexicanos son por culpa de ellos, por no frenar el contrabando de armas –omitiendo la coladera que son las aduanas mexicanas–.
La migración mexicana indocumentada fue resultado por décadas de búsqueda de una vida mejor, siendo refugiados económicos, hasta que se vivió la reversión de la migración, que repuntó en el gobierno de Andrés Manuel López Obrador por razones económicas, pero sobre todo por el fenómeno de la violencia, por lo que es sorprendente la normalización que existe en México de esta tragedia que, en lugar de aplaudirlos para que sigan enviando remesas, debería avergonzarnos a todos. Los canadienses no se han detenido en la migración, al sumar 0.2% de los indocumentados que cruzan por su larga frontera a Estados Unidos. En el fentanilo tampoco: los decomisos de la droga que entra por Canadá son 500 veces menores que los que ingresan por México.
Las realidades entre ambos países son distintas, pero las amenazas de Trump fueron a los dos en los mismos términos. Las reacciones y las estrategias han sido más diferentes de sus propias realidades y cada quién evaluará cuál fue el mejor camino, hasta que los resultados ante las amenazas y acciones de Trump nos regalen la métrica para saber qué gobierno acertó y cuál se equivocó.