Grupos de civiles armados que ya patrullan en busca de migrantes ilegales se han ofrecido para cooperar de manera oficial en la agenda migratoria del presidente electo
A lo largo de la vasta frontera sur, por los desiertos y en las orillas del río serpenteante, es bien sabido que hay hombres armados que parecen soldados o miembros de la Patrulla Fronteriza, pero no lo son. Son milicianos. Organizados en numerosos grupos con ligeramente diferentes características, desde veteranos de las fuerzas armadas a simpatizantes de las teorías conspirativas de QAnon, los une una ideología de extrema derecha y la convicción de supuestamente proteger la integridad del país frente a una “invasión” de migrantes. Las milicias están en el centro del mito fundacional de la nación, y las versiones modernas han existido desde hace más de cuatro décadas, pero en los últimos años y al calor del trumpismo han aumentado su actividad notablemente; aunque no hay una cifra clara de cuántas hay, se estima que cerca de 200 por lo menos. Y ahora, ante la inminencia de la segunda presidencia de Donald Trump y la puesta en marcha de su plan de deportación masiva, en el que asegura que expulsará a todos los inmigrantes ilegales que hay en el país —la cifra oficial es de 11 millones, pero el presidente electo ha dicho, sin pruebas, que pueden ser hasta 25 millones— los milicianos se han ofrecido para cooperar en la operación como haga falta.
“Buenos patriotas”, los llama el “zar de la frontera”, Tom Homan. “Hay miles de agentes retirados, patrulleros fronterizos, militares retirados que quieren venir y se han ofrecido como voluntarios para ayudar a este presidente a asegurar la frontera y hacer los operativos de deportación”, dijo en una entrevista en Fox News a los pocos días de ser designado en su nuevo puesto por el presidente electo. Son numerosas las preguntas sobre la viabilidad y la legalidad de una cooperación entre grupos civiles armados y las fuerzas de inmigración federales, pero ante la dimensión de la tarea que el presidente electo ha prometido —que en principio incluye la declaración del estado de emergencia para poder utilizar fondos militares y desplegar soldados, como también la difícil-de-cumplir contratación de 10.000 nuevos agentes para la patrulla fronteriza, entro otras medidas— la disposición de las dos partes parece clara. “Estamos en contacto con diversas personas. Tenemos un mejor conocimiento del terreno que los agentes federales”, le dijo Tim Foley, el líder del Arizona Border Recon, un “grupo de patrulla civil” que, al igual que varios otros grupos, presuntamente tiene docenas de miembros expertos en rastreo y un sofisticado equipo de cámaras y drones, aWired,
Al comenzar a salir de las sombras ahora —aunque en los recodos del internet sus actividades no son ningún secreto y videos de ellos deteniendo migrantes para entregarlos a la Patrulla Fronteriza son relativamente comunes—, los milicianos fronterizos pueden estar comenzando a escribir el nuevo capítulo de su historia. Ya en la primera década del siglo XXI estos grupos, que se formaron en los ochenta motivados por profundas sospechas sobre el gobierno federal, posaron sus ojos sobre los más de 3.000 kilómetros que separan Estados Unidos y México. Desde entonces, esporádicamente han protagonizado noticias que recuerdan de su presencia y siniestro potencial: en 2009 tres miembros de del grupo de vigilantes llamado Minutemen American Defense mataron a una niña de nueve años y a su padre en Arizona —dos de ellos fueron condenados a muerte y otro a pasar la vida tras las rejas—; diez años más tarde, en 2019, la cabeza de los United Consitutional Patriots fue arrestado por cargos de posesión de armas de fuego después de circular un video en el que el grupo detenía a 200 migrantes a punto de pistola; y hace apenas unas semanas, dos milicianos fueron condenados por conspirar para matar a agentes de la Patrulla Fronteriza, a los que acusaban de no asegurar la frontera.
A pesar de esto, en muchas instancias las milicias operan con el consentimiento tácito de las autoridades locales. El Sheriff Mark Lamb del condado de Pinal, en Arizona, por ejemplo, es una conocida voz a favor de las actividades de los vigilantes fronterizos. Su hijo, Cade Lamb, es el fundador de Sonoran Asset Group, otra milicia que, sin embargo, se describe como una firma de consultoría política, según una investigación de Texas Observer. Algunos videos en los que Cade Lamb hostiga y amenaza a organizaciones humanitarias que están recibiendo y ayudando migrantes en el desierto, acusándolos de complicidad con “falsos solicitantes de asilo”, los usó su padre en su fallida campaña para el Senado este verano.
Lamb es un sheriff constitucional, es decir, cree que los sheriffs tienen la autoridad suprema y solo deben rendir cuentas a Dios, no al gobierno federal. Y hay docenas de otros oficiales que comparten gran parte de lo que piensa Lamb, muchos de los cuales conocen personalmente al “zar de la frontera” Homan, que durante años fue agente fronterizo, y asegura haber sido inundado de mensajes de apoyo de antiguos compañeros que hoy son sheriffs, patrulleros o están retirados pero dispuestos a volver a vigilar la frontera.
Con este contexto y la toma de posesión de Trump cada vez más cerca en el horizonte, los milicianos tienen la confiada esperanza de que recibirán el beneplácito del gobierno para continuar y expandir su actividad vigilante en la frontera. De acuerdo a Wired, un grupo cerrado de Telegram que aglomera a miembros que se identifican como miembros de diferentes milicias ha explotado con conversaciones sobre los planes de Trump. “Me alegraría muchísimo si se delegara a civiles en la guerra contra la invasión de las fronteras”, escribió alguien. “Sí, señor, he estado preguntando por ello a algunas personas cercanas a esta administración”, respondió otro. “Hay que hacer algo, ya que el problema es masivo y la fuerza de trabajo necesaria será enorme”, agregó.
Cuando otra persona sugirió que los miembros de la milicia suspendieran las operaciones y dejaran a las fuerzas oficiales hacer su trabajo, fue acusado de ser un “federal” o una “víctima de operaciones psicológicas”. “Cualquiera que sea sorprendido disuadiendo a los Patriotas de unirse constitucionalmente a escala masiva es sospechoso”, escribieron.
Estos tipos de mensaje se han extendido por otras redes sociales también. “La invasión fronteriza inconstitucional, ilegal e intencional es la verdadera insurrección, por lo tanto, se debe usar el Acto de Insurrección y se debe llamar a la Milicia/ Militar para sofocarla de inmediato”, escribió una persona en Truth Social la semana pasada. “¡¡¡Viva la Milicia MAGA!!!”. Y los Proud Boys del Sur de Texas volvieron a publicar un meme que muestra a un grupo de soldados montados en la parte trasera de un camión, con la leyenda: “Los chicos y yo cuando seamos delegados como ICE bajo el segundo mandato de Trump”.
Los Proud Boys son, probablemente, la milicia mejor conocida, gracias a su papel en el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021, cuando el entonces presidente se dirigió directamente a los miembros de este grupo y les dio la orden de “retroceder y aguardar”. Muchos de ellos, incluyendo varios de sus líderes, como Enrique Tarrio, ahora están en prisión junto con miembros de otros grupos, como los Oath Keepers, condenados por insurrección y sedición por sus actos aquel día.
El presidente electo Trump los considera injustamente presos y hay mucha expectativa sobre si los indultará, especialmente tras el perdón de Joe Biden a su hijo Hunter, hace unos días. “¿Incluye el indulto concedido por Joe a Hunter a los Rehenes del E-6, encarcelados desde hace años? Semejante abuso y fraude judicial”, publicó en su red social, dejando la puerta abierta a un indulto propio a los insurrectos presos. Puede que su relación con estos grupos se oficialice y estreche todavía más si los acepta a colaborar en el plan para llevar a cabo “la mayor deportación de la historia”. Al juzgar por las palabras que se han dicho al respecto, es probable que por lo menos se intente. La pregunta es qué barreras legales se podrán levantar para evitarlo.