A quienes defienden a capa y espada al Inai, se les olvida la corruptela con la que operaba, dijo ayer la presidenta Sheinbaum al apuntalar la decisión de extinguir el órgano autónomo y entregarlo a un área del gobierno que encabeza. Más que seguir enfrascados en esa discusión pasado-presente, quizá el único punto que tenga sentido en adelante sea saber, pronto, si ciudadanos, periodistas, historiadores, grupos no gubernamentales volverán a tener acceso a la información como el que tuvieron para poner tantas veces contra las cuerdas a los regímenes de Fox, Calderón, Peña Nieto, incluso López Obrador. ¿Alguien podrá encontrar en la Secretaría Anticorrupción las huellas de las corruptelas en la obra pública lopezobradorista o sheinbaumista, o recibir ahora sí las minutas detalladas de las decisiones más cuestionables en la pandemia, las que, según especialistas, provocaron que murieran 300 mil mexicanos que no debían morir? ¿O todo eso desaparecerá de la Plataforma Nacional de Transparencia mientras escuchamos que no importa, porque la 4T no es corrupta? Ponerse a llorar al Inai será perder el tiempo. Lo que sigue, acaso, es pedir, pedir y seguir pidiendo información.