SpaceX aborta, en un nuevo ensayo de la Starship, la maniobra para recuperar el propulsor Super Heavy que sí había completado con éxito en el anterior vuelo de prueba
Miguel Jiménez
Desde que ganó las elecciones presidenciales del 5 de noviembre, Donald Trump no sale de su mansión de Mar-a-Lago en Florida sin Elon Musk. El hombre más rico del mundo acompañó el presidente electo a Washington el pasado miércoles para una reunión con congresistas previa a la visita de Trump a la Casa Blanca. El plan del fin de semana fue irse en avión privado comiendo comida de McDonald’s a ver un combate de lucha libre en Nueva York. Y este martes, Trump acudió a presenciar el lanzamiento de un cohete de SpaceX en Brownsville (Texas) por invitación del magnate.
Musk hizo de guía del presidente por las instalaciones de la compañía espacial antes del sexto lanzamiento de prueba de la Starship, la nave de SpaceX, propulsada con el cohete Super Heavy. Tras subir a su avión en Florida camino del lugar del lanzamiento, Trump se deshizo en elogios sobre Musk: “Me dirijo al Gran Estado de Texas para ver el lanzamiento del mayor objeto jamás elevado, no solo al Espacio, sino simplemente levantándose del suelo. ¡Buena suerte a Elon Musk y a los Grandes Patriotas involucrados en este increíble proyecto!”, escribió en Truth, su red social. El republicano, sin embargo, no le trajo suerte al empresario. Minutos después del despegue, los gestores de la misión suspendieron la captura del cohete por razones no especificadas y dejaron que cayera sobre el Golfo de México.
Un portavoz de SpaceX explicó después que no se cumplieron todos los criterios para la captura del cohete, por lo que el director de vuelo no ordenó al propulsor que regresara al lugar de lanzamiento, aunque sin aclarar dónde estuvo el fallo.
La nave vacía lanzada en la parte superior se elevó para dar una vuelta casi circular alrededor del mundo similar al vuelo de prueba de una hora de duración de octubre, con el objetivo de una entrada controlada en el Océano Índico tras rozar el espacio. En este caso, se completó con éxito el amerizaje.
Aparentemente, ha sido un paso atrás con respecto al quinto vuelo de prueba, que fue un momento crucial en la evolución hacia un sistema de lanzamiento total y rápidamente reutilizable. El cohete lanzado en octubre regresó con éxito a la base y fue atrapado por los brazos mecánicos de la torre de lanzamiento y captura.
Tras aquel éxito, Trump empezó a presumir de los logros de Musk en los mítines de campaña. “Esos brazos lo agarraron como se agarra a un bebé, como se agarra a un bebé pequeño. Y lo abrazaron y lo bajaron, y ahí estaba”, dijo el candidato en uno de ellos.
Además, en aquel mismo vuelo de prueba, la etapa superior de la Starship logró una entrada controlada y un amerizaje de gran precisión en la zona prevista del Océano Índico.
La sexta prueba tenía por objeto ampliar las capacidades de la nave y del propulsor y acercarse a la reutilización de todo el sistema. Los objetivos incluían que el propulsor regresase una vez más al lugar de lanzamiento para su captura, encender de nuevo un motor raptor de la nave, lo que sería necesario para volver de la órbita, y probar un conjunto de experimentos con escudos térmicos y cambios de maniobra para la reentrada y el descenso de la nave sobre el Índico.
SpaceX quiere recuperar y reutilizar por completo la Starship. El reciclaje a gran escala reduciría el coste del transporte de carga y personas a la Luna y, en un futuro, a Marte, al tiempo que aceleraría el proceso. El reciclaje de los cohetes Falcon de SpaceX que lanza desde Florida y California ya ha permitido a la empresa ser muy competitiva en el lanzamiento de satélites, revolucionando un mercado que se ha convertido en muy lucrativo para la empresa.
La NASA ha acordado pagar a SpaceX más de 4.000 millones de dólares por el aterrizaje de astronautas en la Luna en misiones consecutivas a finales de esta década. Musk prevé lanzar una flota de naves estelares para construir un día una ciudad en Marte.
En los mítines que daba en campaña para apoyar a Donald Trump mezclaba la política con sus objetivos de crear una civilización en Marte. En su delirio, el multimillonario aseguraba que Kamala Harris era solo una “marioneta” de una supuesta maquinaria que la manejaba para instaurar en Estados Unidos un régimen de partido único. Si eso ocurría, habría duras regulaciones y “llegar a Marte sería imposible”, sostenía. “Nos quedaremos para siempre confinados en la tierra”, advirtió en uno de los mítines, en el que aseguró que estaba en juego “todo el futuro de la civilización”.
“La presión regulatoria año tras año es peor, y hay más agencias reguladoras cada año, más reglas y regulaciones, hasta que finalmente todo sea ilegal”, decía en esas intervenciones. “Tuvimos nuestros cohetes sentados en la plataforma durante dos meses listos para volar. ¿Cómo es posible que SpaceX pueda construir un cohete gigantesco más rápido de lo que el Gobierno mueve el papel de una mesa a otra? Así que si esa tendencia continúa, que lo hará a menos que sea un esfuerzo consciente para tener la desregulación y tener una regulación sensata, entonces Marte será imposible. Estaremos para siempre confinados en la Tierra”, argumentaba, añadiendo que esperaba que Trump flexibilizase las regulaciones, lo cual le beneficiaría enormemente.
Trump y Musk han mostrado una gran complicidad recientemente. El hombre más rico del mundo ha estado dando su opinión sobre nombramientos, políticas y toda clase de asuntos, además de convertirse en la sombra del presidente electo. El valor de las empresas de Musk se ha disparado ante su aparente influencia sobre el presidente y el encargo de reformar drásticamente la Administración y sus regulaciones, lo que puede favorecerle directamente, como él mismo ha admitido sin complejos.
La semana pasada, en una fiesta en Mar-a-Lago, el presidente electo dijo que el coeficiente intelectual de Musk es “casi tan alto como es posible”. “Lanzó un cohete hace tres semanas y luego se fue a Pensilvania a hacer campaña porque consideraba esto más importante que lanzar cohetes que cuestan miles de millones de dólares”, dijo, antes de bromear sobre la constante presencia del multimillonario en Mar-a-Lago: “Le gusta este lugar. No puedo sacarle de aquí”. “Y ¿sabéis qué? Me gusta tenerle aquí”, añadió. Este martes ha sido Musk el anfitrión en su base y Trump, el invitado.
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