Lo recuerdo como si fuera ayer. La estrenada directora del Instituto Sonorense de Cultura, Beatriz Aldaco anunciaba en la rueda de prensa semanal del gobernador Alfonso Durazo, la edición del primer Festival Alfonso Ortiz Tirado que le tocaba a esta administración estatal en enero de 2022.
El anuncio lo hizo apenas dos semanas antes de su inauguración y la señora Aldaco pretendió imponer su sello: enfocaremos la atención en el canto lírico y no en artistas comerciales “para recuperar el sentido original del festival, ya que el ISC no es una instancia para promover a grupos que ya están posicionados comercialmente”, dijo.
Un año antes, el festival se suspendió por la pandemia de Covid-19, pero el 2020 su edición fue un éxito rotundo, con una cartelera de lujo en cuanto a exponentes del bel canto y conciertos operísticos de primer nivel, combinados con la fiesta popular que tuvo un cerrojazo apoteósico con el concierto de Alejandro Fernández en la Unidad Deportiva, donde los cálculos de aforo fluctuaron entre los 35 y los 50 mil asistentes.
Obviamente, los prestadores de servicios en Álamos, sede del Festival estuvieron encantados aquella vez, porque la derrama económica dejó un saldo de jauja.
Recuerdo que el gobernador le preguntó a Beatriz Aldaco –palabras más, palabras menos- por qué no habría espectáculos que combinaran las exquisiteces del bel canto con la fiesta popular, y la respuesta de la funcionaria, seca, fue que su misión era ‘reconceptualizar’ el festival y por ello presentarían al tenor Fernando de la Mora, la soprano coreana Yunah Lee, María Reyna y Morganna Love, pero para saldar la deuda con lo ‘popular’, habría cantantes de pueblos originarios como Vícam, Pótam, Cócorit y Cajeme.
Ah, también le dijo ahí, ‘en público de la gente’ -diria Benjamín Argumedo- que no les alcanzó el presupuesto para más.
Solo recuerdo dos ocasiones en que el gobernador ha atravesado con fulminante mirada a alguno de sus funcionarios: esa, y la vez que reprochó al entonces titular de la SIDUR, Heriberto Aguilar cuando no pudo explicar, también en una rueda de prensa, ni siquiera los datos elementales de las obras de modernización del puerto de Guaymas.
Mesurado como es en público, el gobernador se comprometió a que en las siguientes ediciones se ocuparía de asignar mayores recursos para mejorar el FAOT de tal manera que en los próximos años esté llamado a convertirse en el Cervantino del noroeste del país.
La edición 2022 del FAOT fue una de las peores en la historia y esto no lo digo yo, sino la gente relacionada con la cultura y sobre todo, los habitantes y prestadores de servicios en Álamos, que tuvieron uno de los festivales más pobres que se recuerden.
Del FAOT 2023 no tengo muchos datos porque tampoco fui requerido, pero el 2024 reposicionó este festival como el señero en materia de cultura en Sonora y ayer, en el anuncio de la edición 2025, justo cuando se cumplen 40 años de este evento, definitivamente se advierte que echarán la casa por la ventana.
Vean nomás: 752 artistas de talla regional, nacional e internacional llenando los foros, los callejones y las plazas de la colonial Álamos desde el 24 de enero hasta el 1 de febrero de 2025, teniendo como invitados especiales al estado de Michoacán y a Colombia y una cartelera que nadie debe perderse.
Sáquele cuentas, lúdica lectora, enfiestado lector y vea si no se logró una festiva mixtura de agasajo cultural para todos los gustos: en diez escenarios se presentarán durante nueve días (¡nueve días!) en las noches de gala artistas como Jesús León (acreedor de la Medalla Alfonso Ortiz Tirado), René Pape, Othalie Graham, Genaro Sulvarán, Monserrat Seró y Antonio Lliteres, y Mario Chang.
Y para las noches cuando esas exquisiteces buscan el remanso de la callejoneada y las despreocupaciones de un canto a grito abierto sin partituras ni tonos ni melodías fiscalizadas por la policía de lo culturalmente correcto, es decir, los conciertos populares bajo el cielo estrellado de la noche alamense que da para todo, pues a gozar con Ana Torroja, Edith Márquez, Monsieur Periné, Silvana Estrada, La Barranca, Kika Edgard, Jay de la Cueva, 3 de Copas y una destellante cartelera que anticipa la mejor edición del FAOT, justo en su 40 aniversario.
Por allá nos vemos.
II
En asuntos más terrenales, a la yugular se le fueron al IMSS los dirigentes de la CTM en Sonora y en Hermosillo, Javier Villarreal y Óscar Ortiz Arvayo.
No es para menos. El mal servicio, la sobresaturación de urgencias, el desabasto de medicamentos, la falta de médicos especialistas y el hacinamiento de pacientes ha llegado a niveles extremos en los que el viejo discurso que equipara a los mexicanos con los daneses en el tema de políticas de salud pública es un pésimo chiste de humor negrísimo.
No hace falta la apología del drama que es acudir a un hospital o clínica del IMSS con una necesidad de atención médica.
La mayoría de los mexicanos (entre los que desde luego no se cuenta usted, despreocupado lector, saludable lectora que se atienden en hospitales privados y tienen médicos de cabecera disponibles 24/7 como el helicóptero que Pedro Haces le presta a Ricardo Monreal) tenemos que pasar por esa especie de campamento de guerra que son los pasillos del IMSS, donde se duelen y agonizan los que no tienen (tenemos) más opción que acudir a esos servicios, por cierto nada baratos si se considera la tarascada que el gobierno le pega a los ingresos y que casi nunca (por obviar el casi) corresponden a la atención prestada.
Para ser francos, no sé cuánta fuerza tenga la CTM para advertir de medidas “bastante fuertes” que incidan en un golpe de timón sobre las políticas públicas del gobierno federal en materia de salud, pero queda claro que razón no les falta.
Y ese debería ser el tema, no el otro, ese chismarajo tipo “La Rosa de Guadalupe” en el que Zoe Robledo, el director del IMSS es el padre de la criatura que espera la dirigente nacional de Morena, Luisa María Alcalde, que debería ser un tema más que secundario, pero en el que muchos se regodean haciendo memes, mientras en los edificios del IMSS, Basconcobe sigue estando muy lejos de Copenhague, aunque suenen parecido.
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