La creación de un clima de persecución en contra de los mexicanos y otros migrantes, y el riesgo de que miles sean puestos en territorio mexicano, no es un asunto menor.
La presidenta Claudia Sheinbaum dijo lo siguiente ayer por la mañana:
“Ya se manifestó el presidente Trump, pero es prudente esperar. Y a todos los mexicanos: no hay ningún motivo de preocupación, a nuestros paisanas y paisanos, a sus familiares que están aquí, no hay motivo alguno de preocupación. México sale adelante, somos un país libre, independiente, soberano y va a haber buena relación con los Estados Unidos. Estoy convencida de ello”.
Más tarde, tras el reconocimiento de la derrota por parte de Kamala Harris, Sheinbaum ya felicitó a Donald Trump.
Como le dije desde días atrás, una cosa es el comedido lenguaje diplomático y otra muy diferente el significado real del triunfo del candidato republicano.
Quienes señalan que no hay nada de qué preocuparse argumentan que muestra de ello fue lo que pasó con el mercado cambiario.
En la noche de la elección, el dólar llegó hasta 20.80, pero ya asimiladas las consecuencias del cambio en la Casa Blanca, bajó de nueva cuenta hasta 20.18 en la tarde de ayer.
La discusión que subyace es si el tono de Trump durante la campaña es mera retórica electoral que habrá de ser desechada en cuanto tome la presidencia o si va a cumplir con esas ofertas en su gobierno.
Una parte central de su propuesta económica tiene que ver con el proteccionismo.
La visión de Trump es que otras naciones, como China y México, se han llevado las fábricas que debían haberse instalado en Estados Unidos, lo que ha generado un enorme déficit comercial.
Para equilibrar el comercio, dice la visión del triunfador de la elección, hay que reducir el déficit y empujar a las empresas a que instalen sus plantas en Estados Unidos a través –entre otras cosas– de la imposición de aranceles.
Es diferente poner aranceles a China que hacerlo a un socio del TMEC, como México.
Si Trump lo hiciera, pondría de facto en riesgo el Tratado.
Con esto, se afectarían los intereses de muchas empresas norteamericanas.
Hay la esperanza de que haya presión suficiente por parte de ellas para hacer entrar en razón al republicano.
Otra razón para preocuparse es su estrategia impositiva.
La reducción de la tasa corporativa del ISR de 21 a 15 por ciento, puede implicar una competencia desventajosa para inversiones que consideraban venir a México.
En el mediano plazo, también puede significar una presión alcista sobre el déficit en EU, lo que a su vez podría impactar en mayores tasas de interés.
Otro ingrediente de la política de Trump que nos puede afectar es la eliminación de incentivos para la transición energética que formaron parte del Acta para Reducir la Inflación (IRA) de Biden, lo que podría afectar los planes de empresas automotrices diversas para fabricar vehículos eléctricos en México.
Por último, pero quizás, en primera instancia, uno de los aspectos más preocupantes de la oferta que Trump hizo en campaña es su visión respecto a los migrantes.
El candidato ganador amenazó con realizar la operación de deportación doméstica más grande de la historia.
La creación, de nueva cuenta, de un clima de persecución en contra de los mexicanos y otros migrantes, y el riesgo de que miles y miles de personas sean puestas en territorio mexicano desde EU, no es un asunto menor.
Hay otros aspectos negativos y, por cierto, también algunos positivos, de la propuesta de Trump, pero los citados pueden generar suficiente preocupación en nuestro país.
Por cierto que es muy temprano para cantar victoria respecto al comportamiento del tipo de cambio.
El ambiente será de volatilidad, lo que significa que tendremos fluctuaciones, es decir, alzas y bajas.
No se equivoque, la estabilidad va a tardar todavía mucho tiempo en regresar.