Steven Dudley y Parker Asmann / INSIGHT CRIME
Ya había caído la noche en el sureste de Arizona, y la temperatura había bajado casi hasta los cero grados. Afuera de la oficina del alguacil del condado de Cochise en Bisbee, el alguacil Mark Dannels y uno de sus sargentos discutían los reportes de un gran grupo de migrantes que atravesaba un empinado paso de montaña y moviéndose a través del condado.
Dannels, que nació en Iowa, lleva un sombrero vaquero de gamuza beige digno de su cargo. Para mitigar el frío, tiene también una pesada chaqueta con la insignia del alguacil del condado de Cochise en el brazo. Perseguir a migrantes indocumentados no es su trabajo, pero se ha convertido en algo personal: la trayectoria proyectada de estos migrantes en particular era su barrio.
Dannels conocía su ruta porque había instalado cientos de cámaras y micrófonos para rastrear sus movimientos. Todo esto era parte de un esfuerzo más grande, nos dijo, para combatir los “peligrosos carteles”, que habían hecho de su parte del condado de Cochise un “callejón de la cocaína”.
En un área donde muchos ven la migración como una amenaza existencial y criminal, Dannel se considera a sí mismo la primera línea de defensa de los Estados Unidos. En entrevistas, ha equiparado la migración con el tráfico de drogas y el incremento de la delincuencia en el país. Aunque las estadísticas de su condado no reflejan sus afirmaciones, insiste en que la situación es crítica.
“Ahora mismo, estamos en tiempos terribles”, le dijo a InSight Crime.
La visión de Dannels difiere radicalmente con la de algunos de sus colegas, especialmente David Hathaway, el alguacil del condado vecino de Santa Cruz. De hecho, ambos crean un contraste llamativo. Mientras que Dannels pasa las noches buscando migrantes en las montañas, Hathaway está enfocado en defender su derecho a buscar una mejor vida.
“Las personas que cruzan [la frontera], y los he conocido y hablado con ellos toda mi vida, vienen porque tienen un trabajo, o porque quieren trabajar”, dijo en una entrevista con InSight Crime.
Dannels y Hathaway son, en muchas formas, una pequeña representación de un debate más amplio sobre la migración y el crimen en Estados Unidos. Y mientras los votantes en Estados Unidos se preparan para elegir a su próximo presidente el 5 de noviembre, pocos temas son más importantes para el electorado.
Esto es especialmente cierto en Arizona, donde la frontera no es una problemática política abstracta, sino una realidad cotidiana. Estacionados justo al sur de la autopista 92, dos oficiales estaban sentados en la parte trasera de un vehículo de comando móvil en esa fría tarde en la que los acompañamos. Formaban parte del equipo de Aplicación de la Ley de la Región Fronteriza del Sureste de Arizona (Southeastern Arizona Border Region Enforcement, SABRE). Formada a mediados de 2013 y actualmente bajo el mando de Tim Williams, que nos sirvió de guía, la unidad de operaciones especiales incluye a miembros a tiempo completo de la oficina del alguacil, de Investigaciones de Seguridad Nacional (Homeland Security Investigations, HSI) y de la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos.
Equipados con varios monitores y un sistema de radio bidireccional, el interior del vehículo funciona como un centro de mando para monitorear imágenes producidas por la cámara térmica de alta tecnología montada en la parte superior. Con la mano en una palanca de mando para controlar los movimientos de 360 grados de la cámara, uno de los agentes recorre el horizonte, encorvado, mientras examina atentamente la pantalla.
La cámara puede detectar señales de calor de algo tan pequeño como un conejo moviéndose en campo abierto, o tan grande como un caballo. Y, en un punto, una mancha borrosa aparece en la pantalla. Con su otra mano, el oficial agarra su radio y alerta a sus compañero que patrulla la montaña para que gire hacia el borde de un arbusto. Pero cuando llegó solo encontró una vaca pastando.
Durante casi tres horas, el equipo de SABRE buscó localizar a uno, quizás dos, grupos de alrededor de 30 migrantes que se movían por la zona, presuntamente hacia el barrio del alguacil Dannels. Fue un trabajo duro y poco fructífero. Tras una media hora sin actividad, el camión de vigilancia se trasladó a otro lugar, pero no había nada. Frustrado, el sargento Williams se dirigió a un parque local, mirando fijamente por un monocular de visión nocturna con las luces del camión apagadas. Pero seguían sin encontrar nada.
Finalmente, dos civiles en bicicletas de montaña aparecieron y le dijeron a Williams que los migrantes se asustaron al ver sus luces y movimientos y se habían dispersado en varias direcciones. Mientras Williams avanzaba hacia un sendero que se adentraba en la oscuridad, un exasperado agente de la Patrulla Fronteriza vestido con equipo táctico de camuflaje salió de la maleza acompañado de dos migrantes. Más tarde, otro migrante, exhausto y cojeando en el aire helado, se entregó.
Los tres se quedaron con Williams, que los esposó y los subió a la parte trasera de su camioneta, donde temblaron de frío durante horas hasta que llegó una camioneta del Servicio de Aduanas y Protección de Fronteras (Customs and Borders Protection, CBP) para procesarlos y llevarlos de vuelta a México. En total, tras unas cinco horas de este juego del gato y el ratón, SABRE detuvo a siete migrantes.
‘No da miedo’
Casi a 140 kilómetros al oeste de Bisbee, el alguacil Hathaway, del condado de Santa Cruz, se eleva sobre su escritorio. Con más de dos metros de altura y un gran sombrero de vaquero que cubre su rostro cuadrado y sus ojos oscuros, Hathaway proyecta la intimidante silueta de un alguacil fronterizo. Sin embargo, no lleva armas o un chaleco antibalas, y huye de los uniformes. El día que lo conocimos tenía una chaqueta de jean corta encima de una camisa azul de botones y jeans negros. En vez de botas, usaba un par de tenis New Balance desgastados.
En las paredes de su oficina hay recortes de prensa, placas conmemorativas de sus logros durante sus más de 30 años como oficial de la Administración para el Control de Drogas (Drug Enforcement Administration, DEA), y fotografías de su familia —entre ellas una de sus abuelos jugando al polo con el ejército mexicano.
Hathaway creció en la frontera. Su padre formó parte de un largo linaje de ganaderos y servidores públicos. Su abuelo fue senador del estado, igual que uno de sus tíos; otro tío fue el jefe de la patrulla de carreteras de Arizona, y su padre fue fiscal del distrito y más tarde juez del estado.
La familia tenía cientos de hectáreas de tierra en la frontera, y, nos dijo Hathaway, desde niño estuvo en contacto constante con los migrantes. Algunos trabajaban en las fincas de su familia. Otros solo estaban de paso. Pero no los consideró peligrosos. Eran parte de la vida cotidiana de Nogales.
“Nunca me dio miedo”, dijo a InSight Crime. “Simplemente ibas caminando a casa, al trabajo, a pasear por la ciudad de noche. Cruzábamos a México para ir a cine porque allá era más barato. … Y me parecía un pequeño pueblo de EE.UU. Todavía me parece así. No da miedo”.
El incremento en el flujo migratorio no ha cambiado su percepción. En el año fiscal de 2024, los agentes de control fronterizo encontraron más de 463,000 migrantes en el sector de Tucson —el más transitado a lo largo de la frontera entre México y Estados Unidos— que incluye los condados de Cochise, Pima y Santa Cruz. Para el final del año, las autoridades encontraron a más de dos millones de migrantes en toda la frontera suroeste.
Aunque el alguacil Dannels ha dedicado una parte sustancial de su tiempo y recursos para ayudar a los agentes federales a enfrentar la migración irregular en el condado de Cochise con ayuda de una flota de detectores de movimiento y otras herramientas tecnológicas, el alguacil Hathaway no ha dedicado recursos para este propósito. Dijo que cuando recibió cámaras y micrófonos, los envío al alguacil Dannels en Cochise.
Los alguaciles tienen retos muy diferentes. Ambos condados son corredores de tránsito para los migrantes que llegan principalmente al condado de Maricopa, al norte, donde se ubican ciudades como Phoenix, según datos del censo. Pero el condado de Cochise tiene más de 16.000 kilómetros cuadrados y alrededor de 150.000 habitantes. En contraste, Santa Cruz tiene un poco menos de 50.000 habitantes y un área de alrededor de 3.200 kilómetros cuadrados, lo que lo hace el condado más pequeño de Arizona.
“Aquí tenemos un terreno único”, explicó Hathaway. El condado de Santa Cruz alberga las montañas de Santa Rita, así como praderas desérticas y el río Santa Cruz, lo que significa días peligrosamente calurosos y noches heladas.
Para Hathaway, cualquier despliegue de las fuerzas de seguridad para perseguir a migrantes comunes y corrientes en la zona los distrae de otras problemáticas, especialmente el flujo de drogas sintéticas, como el fentanilo, que es su prioridad principal, nos dijo. Y, a diferencia de Dannels, no asocia el tráfico de drogas con la migración.
De hecho, las diferencias entre los dos alguaciles se han manifestado en foros públicos, sobre todo en el seno de la Asociación de Alguaciles de los 15 condados de Arizona, de la que Dannels fue presidente hasta junio de 2024. La organización ha emitido numerosas declaraciones públicas condenando las políticas fronterizas de la administración del presidente Joe Biden. Y aunque Hathaway no apoya abiertamente a Biden, dice que la asociación ha cruzado con frecuencia una línea con algunas de las declaraciones.
“Yo digo: ‘Bueno, en tu vida personal puedes tener posturas así’, pero parece que hablas oficialmente como un político. … Ya sabes, nosotros no hacemos la ley, los alguaciles no hacen las leyes”, dijo a InSight Crime. “Creo que, en la medida de lo posible, sería bueno ser políticamente neutral y no dar la impresión de tener un historial”.
‘Soy realista’
Aunque nació en Iowa, Dannels creció en una pequeña ciudad del lado de Illinois del río Misisipi. Su padre era muy amigo del alguacil local, que solía venir a su casa a tomar café. El alguacil lo impresionó mucho, nos cuenta Dannels.
Dannels, por su parte, brilló en la lucha libre, pero en lugar de aceptar una de las varias becas deportivas que le ofrecieron, se unió al ejército, donde fue destinado a Fort Huachuca, en el condado de Cochise. Nunca se fue de allí.
Tras servir unos pocos años en el ejército, se pasó a las fuerzas policiales, primero a la policía y más tarde a la oficina del alguacil. En 2012 fue elegido alguacil del condado de Cochise. El condado encaja bien con Dannels. Es conocido como una comunidad de jubilados. Muchos “snowbirds”, como se suele llamar a los residentes temporales y de tiempo completo, vienen del centro del país como él.
Por su parte, Dannels afirma que está respondiendo a las necesidades de estos votantes. E insistió en que la seguridad fronteriza es una de sus prioridades.
“Soy realista”, dijo a InSight Crime. “No voy a esconderme detrás de la política en esto. No me gusta la política. Las estadísticas ajenas a la política dicen que tenemos un problema en esta frontera”.
Cuando preguntamos a Dannels sobre cuál consideraba que era el principal peligro, hizo hincapié en el repunte de los accidentes de tráfico relacionados con el tráfico de migrantes. En concreto, dijo, ciudadanos estadounidenses estaban siendo reclutados para recoger migrantes y conducirlos a otros condados o estados, y cuando las autoridades intentaban detenerlos, a veces se daban a la fuga a toda velocidad. Las persecuciones a gran velocidad habían provocado accidentes, algunos de ellos mortales.
“Esto es real para los ciudadanos de mi condado”, afirmó.
Otras amenazas son más efímeras. Dannels suele hablar en términos generales sobre el fentanilo y los “carteles”, pero da pocos detalles sobre el condado de Cochise. En una notable excepción en 2023, Dannels dijo a un comité del Congreso que uno de sus diputados había sido amenazado por el Cartel de Sinaloa, una afirmación que repitió a los medios de comunicación locales y en foros públicos con residentes del condado. Pero no dio más detalles sobre la amenaza.
Dannels también se desvía regularmente hacia la política. Ha criticado a la administración de Biden por lo que calificó de “evasión intelectual” de la “crisis” fronteriza. Y aunque no apoyó a Donald Trump, declaró a Fox News que Trump “marcó la diferencia” en la frontera.
“Tienes dos candidatos diferentes: Tienes al presidente Trump. Él trabajó. Él se comprometió. Él priorizó esta frontera”, dijo al programa matutino del canal de noticias. “Tienes a la vicepresidenta [Kamala] Harris y al presidente Biden que no lo han hecho. Son los ‘querría’, los ‘debería’ de la frontera”.
En septiembre, Dannels se reunió en privado con Harris durante una de sus paradas de campaña en Arizona. Y, como actual presidente de seguridad fronteriza de la Asociación Nacional de Alguaciles, le entregó una carta en la que exponían sus preocupaciones, entre las que se incluía detener a lo que la asociación denominaba “terroristas conocidos o sospechosos”.
La declaración también agrupaba la migración irregular con el tráfico de drogas, que no están relacionadas.
Dannels fue más directo en una resolución de abril de 2022 en la que la Asociación de Alguaciles de Arizona expresaba su “desconfianza” en la gestión de la frontera por parte de la vicepresidenta Harris.
“Para algunos, llegar a Estados Unidos marca el comienzo de años de distribución de drogas, esclavitud moderna y tráfico sexual para pagar a los carteles criminales por el privilegio de ser introducidos ilegalmente en Estados Unidos”, escribió la asociación.
Dannels, entonces presidente de la asociación, lo firmó.
Hathaway, que es miembro de la asociación, no lo hizo.
Una frontera de contradicciones
Al igual que Dannels, Hathaway es un personaje complejo. Mientras estábamos de visita, el exalguacil del condado de Maricopa Joe Arpaio –conocido por detener a inmigrantes indocumentados y retenerlos en campamentos al aire libre– visitó Nogales para promocionar su nuevo libro.
Después de hablar con él en su despacho, Hathaway se dirigió emocionado por las calles a ver al exalguacil, que había estacionado su vehículo en un Burger King de Grand Avenue. El encargado de Arpaio había colocado una mesa al otro lado de la calle, entre una casa de cambio y un servicio de transporte a México, y Arpaio, visiblemente envejecido, se sentó en silencio bajo el sol del mediodía mientras los residentes de Nogales pasaban a su lado distraídos.
El alguacil del condado de Santa Cruz, David Hathaway (izquierda), facilita una entrevista con una emisora de radio mexicana al exalguacil del condado de Maricopa, Joe Arpaio, en Nogales, Arizona. Crédito: Steven Dudley
Hathaway se acercó lentamente a Arpaio y luego le pidió que, a sus 92 años, autografiara un ejemplar de su autobiografía, “Sheriff Joe Arpaio: Una leyenda americana”. Con una chaqueta azul marino de gran tamaño que le colgaba de los hombros, ocultando su frágil figura, Arpaio se sentó con dificultad en una silla de plástico y firmó la primera página interior.
El otrora “sheriff más rudo de Estados Unidos”, describe en su autobiografía “la cacería de brujas política que sus oponentes lanzaron para destruirlo sin éxito”. En ella, destaca el uso que hizo de una infame cárcel al aire libre conocida como Tent City, donde los reclusos eran obligados a llevar ropa interior rosa. Más tarde se jactó de que era un “campo de concentración”.
Arpaio siempre se había mostrado antagónico con la comunidad hispana, a la que pertenece más del 80% de los residentes del condado de Santa Cruz. Hathaway dijo que quería “verlo en persona”, refiriéndose a la posibilidad de un encuentro tenso. También llamó a una emisora de radio local en Nogales, México, y puso a Arpaio al teléfono. Hathaway habla español. Arpaio no.
“Tengo al legendario alguacil Joe Arpaio aquí en la línea en Nogales”, dijo Hathaway en español.
Arpaio dio las gracias al alguacil Hathaway, pero se quedó en silencio después de que este le pasara el teléfono y el locutor de radio empezó a hacer preguntas. La ironía era aguda: un alguacil bilingüe tratando de facilitar una entrevista en español con un exalguacil que hizo su carrera satanizando a los migrantes que hablaban ese mismo idioma.
Antes de marcharse, Hathaway pidió una foto para acompañar su libro recién autografiado. Arpaio accedió alegremente mientras los transeúntes los esquivaban por la estrecha acera, ajenos a las divergencias entre los agentes de la ley.
Al igual que Hathaway, el alguacil Dannels se contradice.
En nuestra conversación con él, y en sus misivas a funcionarios federales, Dannels ha insistido en que los inmigrantes son víctimas de grupos criminales. En ocasiones también ha matizado su análisis sobre las economías criminales. Por ejemplo, ha hecho hincapié en separar el contrabando de drogas del tráfico de migrantes.
“Si vemos contrabandistas, saben lo que trafican. Es decir, no es algo así como: ‘Oye, lleva esto’… Eso no lo vemos mucho”, afirmó.