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Sonora.- La festividad del Día de Muertos para los pueblos indígenas en Sonora tuvo origen en el siglo XVI, específicamente para las comunidades Yaqui y Mayo, que son los únicos grupos originarios del noroeste de México que realizan esta celebración.
Su celebración es muy similar a la que conocemos tradicionalmente, debido al sincretismo entre el catolicismo y las prácticas precolombinas que llegaron con la conquistan.
Los grupos étnicos Yaquis y Mayos, asentados en el sur de Sonora y que son los que tienen la población más numerosa de unas 200 mil personas, celebran con altares, danzas y rituales.
De acuerdo con diversas fuentes informativas, estas comunidades son las que tuvieron mayor impacto en el modelo religioso de las misiones.
Por la noche del 1 de noviembre se encienden las veladoras y se asiste al panteón a llevar flores. Los Mayos pueden mantener este altar casi un mes, en cambio los yaquis lo retiran el 2 de noviembre.
Para finalizar, le dicen adiós a los difuntos con una variedad de alimentos con la solicitud de que regresen el siguiente año.
Festividad Tolosanto
La festividad del Tolosanto comienza desde el 1 de octubre, cuando se realizan algunas oraciones y en el exterior de la casa se comienza a levantar el tapanco donde se colocará la ofrenda.
El tapanco es una mesa elevada, constituida por una plancha de varas de batamote soportada sobre postes de álamo o mezquite. Simboliza la propia casa tradicional Yaqui y la mesa de la última cena, pero también evoca la estructura donde, en tiempos prehispánicos, se incineraba a los difuntos.
Sobre el tapanco se depositan flores naturales y de papel por lo regular rojas y blancas; frutas como mandarina, caña, granada, manzana, plátano y sandía; guisos como wakabaki (caldo de res y verduras), frijol con puerco y carne con chile.
También en el tapanco se colocan tamales, pan de dulce y tortillas de harina, además de agua, sal, dulces, cigarros, café, pinole y piloncillo. Del “vapor” de estos productos se “alimentan” los espíritus.
Debajo, sobre la tierra, se colocan veladoras y velas, por lo general cuatro para cada difunto, cuyos retratos también cuelgan cerca del suelo.
En las comunidades yaquis, el Tolosanto tiene una dimensión comunitaria y una familiar. El 31 de octubre se preparan los guisos que se colocarán en la ofrenda, y esa noche se espera la llegada de los “angelitos”.
A la maña siguiente, se realiza un rezo general por todos los difuntos de la comunidad y después el “grupo de la iglesia” visita cada casa. Allí rezan por todos los difuntos cuyos nombres tiene anotados la familia en un libro especial y, al terminar, se les ofrecen guisos y algunos alimentos del tapanco, además de dulces para los niños, pues se cree que a los espíritus les gusta convidar.
Por la noche y madrugada del 1 al 2 de noviembre se lleva a cabo la velación en el panteón, donde algunas familias construyen su tapanco. Se realiza una plegaria general por parte del “grupo de la iglesia” y luego sus integrantes recorren cada tumba, donde los familiares acompañan a sus difuntos con rezos y canciones populares.
Aunque los alimentos se reparten después de estos ritos, el tapanco se mantiene hasta finales de noviembre, cuando los espíritus regresan al Cielo.