En 28 días el vértigo de la violencia ha devorado los planes de seguridad del nuevo gobierno. En esos mismos días, el vértigo legislativo ha ido comiéndose el Poder Judicial, el equilibrio democrático y la división de poderes de nuestro régimen político.
La ineficacia en lo primero es tan grande como la eficacia alcanzada hasta ahora en lo segundo.
Frente a los mil 800 asesinatos de estos días y el país sacudido por una violencia expansiva en varios estados de la República, el nuevo gobierno parece inerme, sin respuestas claras, ni planes convincentes. Falla en la tarea central del Estado: garantizar la seguridad de la nación.
Gana en el proceso legislativo que atenta contra la democracia y la división de poderes. Pienso particularmente en el blindaje de la llamada “supremacía constitucional” o “supremacía del poder reformador”, a que me referí aquí el viernes pasado.
Ha sido un arranque vertiginoso de inseguridad sin contención y frenesí legislativo encaminado a destruir el corazón del régimen democrático y republicano que todavía establece la Constitución. Temible paradoja:
Mientras en las leyes el gobierno camina hacia el poder absoluto, en las ciudades y las regiones asoladas por la violencia muestra una falta casi absoluta de poder.
Sus éxitos lastiman el futuro democrático de México; sus fracasos desprotegen al país de la más violenta e impune generación de criminales que se recuerde. La tarea primera de todo Estado es dar seguridad a sus ciudadanos, en sus distintas vertientes: seguridad física, jurídica , patrimonial, seguridad pública y seguridad social.
Ninguna de ellas está siendo otorgada a cabalidad por el nuevo gobierno, cuyo Congreso, en cambio, destruye a grandes trancos la seguridad jurídica.
Como digo, el nuevo gobierno registra un avance legal sustantivo en la construcción de un régimen político sin división de poderes ni contrapesos institucionales.
De modo que tenemos al mismo tiempo una dictadura legal en marcha y un Estado ausente, rebasado, en su obligación de dar seguridades al país.
Se dibuja estos días un gobierno todopoderoso en sus facultades legislativas, pero sin verdadero poder ni ideas claras para cumplir con su tarea fundamental.
Combinación desdichada. El mundo al revés.