El documental ‘Estado de silencio’, dirigido por Santiago Maza y producido por el actor mexicano y su colega Gael García, retrata la crudeza con la que lidian los trabajadores de la información cada día
Andrés Rodríguez
El 15 de mayo de 2017, el periodista Javier Valdez fue interceptado por un coche blanco mientras manejaba en Culiacán. Dos hombres encapuchados lo bajaron y alcanzaron a hablar “un minuto o dos”, según testimonios que forman parte de la investigación de la Fiscalía de Sinaloa y que fueron recogidos por el diario La Jornada. Arrodillado, con las manos sobre los muslos y un sombrero en la cabeza. Esta fue la última imagen de uno de los reporteros que más y mejor ha contado la violencia del narcotráfico en ese Estado. Valdez fue asesinado con 12 balazos de los sicarios. Un caso que “debió ser un parteaguas” para hablar de justicia, seguridad y para cuidar la labor de las personas que ejercen este oficio, simplemente no lo fue.
Como muchos en la sociedad mexicana, Diego Luna lo vivió de cerca. Este suceso le puso en la disyuntiva de qué falta hace que los ciudadanos nos involucremos. “Cuán importante es que hoy entendamos que lo que vive el periodismo en nuestro país, de alguna forma, nos aqueja a todos y a todas. Como que de ahí nace el decir hagamos un proyecto que hable de cómo se ejerce hoy el periodismo, de qué ha venido pasando y que nos enseñe qué hay detrás de las noticias que llegan a nosotros. Ese era uno de los objetivos. Quiénes están involucrados ahí para entender un poquito la dimensión y la gravedad de esta violencia que se vive en México”, afirma el actor y productor sobre Estado de silencio desde las oficinas de Netflix en Ciudad de México.
El documental, dirigido por Santiago Maza y producido por La Corriente del Golfo —empresa de Luna y su colega Gael García—, que se encuentra disponible desde el 17 de octubre en la plataforma de la gran N, retrata a cuatro periodistas que se han convertido en blanco de represión en su búsqueda por revelar el dolor y el miedo que padece la ciudadanía tras dos décadas de una violencia desbocada por la llamada guerra contra el narco. Ellos, así como cientos de sus colegas, son al mismo tiempo investigadores y víctimas. Este retrato íntimo exclama con sentido de urgencia que la libertad de prensa no puede permanecer bajo asedio.
Luna explica que inicialmente querían realizar una serie que contara muchos casos por todo el país. Además que existía el interés de distintas cadenas televisivas. Sin embargo, según explica Maza, al momento de concretar el acuerdo, los ejecutivos se mostraron reticentes al tratarse de un tema “político y complicado”. El también actor de Y tu mamá también supo encontrarle un giro al rechazo y enfocarse en lo que saben hacer, que son películas y así se convirtió el proyecto en un documental. Así fue que el director tomó las riendas de la producción y escogió cuatro historias. “Estos personajes nos ayudan a entender las distintas formas de periodismo que hoy viven una realidad similar, una violencia brutal y una precariedad y una soledad absoluta”, acota el productor.
En los testimonios de los periodistas Jesús Medina, Marcos Vizcarra, Juan de Dios García Tavish y María de Jesús Peters pudieron hallar los móviles, con “pesos y contrapesos”, dice Maza, de lo que se ve respecto a la violencia en distintas regiones de México. La idea era que el público pudiera conectar y reflexionar desde sus lugares de orígenes, para poder darse cuenta de que seguramente en cada lugar hay un periodista amenazado
Vizcarra se ha mantenido como una de las tantas voces que continúan exigiendo justicia por el asesinato del reportero, aún impune. “Es triste que no podamos hacer nuestra chamba porque esa violencia existe y va a permanecer. El mal de todas las redacciones es que nadie nos enseña a cubrir el dolor. No les importó Regina [Martínez], Miroslava [Breach] o Javier. En México no les importa nadie”, expresa Vizcarra en un fragmento del documental.
El documental, que se presentó en Tribeca, en EE UU, en el Festival de Cine en Guadalajara y en el Festival Internacional de Cine Documental de Sheffield, en Inglaterra, toma el título, Estado de silencio, a raíz de la violencia desatada por el crimen organizado para asegurar sus fines ilícitos, en algunos casos actuando en complicidad con autoridades locales o regionales infiltradas por las ramificaciones de estos grupos. Dichos actos han resultado en “zonas silenciadas” debido a los secuestros, agresiones y asesinatos de los que son víctimas los periodistas.
Estado de silencio hace una radiografía de la “narcopolítica” en México, en referencia a la corrupción y la participación del Estado en las muertes y desapariciones de periodistas a través de momentos precisos, como el sexenio de Felipe Calderón, cuando comienza la guerra contra los cárteles de la droga; el culiacanazo en 2019 —una batalla entre la organización criminal de Sinaloa y el Ejército mexicano a raíz de la captura de Ovidio Guzmán, hijo de Joaquín El Chapo Guzmán—; la desaparición de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa en 2014 o el reciente periodo en el poder de Andrés Manuel López Obrador, marcado por las constantes fricciones y enfrentamientos entre el exmandatario y los periodistas.
Tanto Maza como Luna esperan que la dinámica cambie con el Gobierno de la nueva presidenta, Claudia Sheinbaum. “El documental retrata muy bien esta violencia que venimos cargando desde hace décadas, que ha trascendido los últimos tres sexenios y que si se ha acrecentado y se ha complejizado por muchas razones, creo sin duda que es una muestra de algo que está viviendo el país. Los niveles de impunidad en los casos de violencia contra periodistas son una muestra de lo que se vive en este país. Estas cosas pasan porque no hacemos nada”, afirma Luna.
El coproductor del documental enfatiza que no es coincidencia que Estado de silencio se estrene en un año en el que más elecciones hay y en el que se produce un cambio de administración en México. Luna cree que la relación entre el Estado y la comunidad periodística puede cambiar, pero eso también implica el involucramiento de la ciudadanía, de la iniciativa privada y de los mismos dueños de los medios para asegurar el acceso a la información libre y “para garantizar la democracia”.